Encerrados todo el día, con la obligación de acordar con otras personas cómo y a dónde se van a mover, sin acceso a televisión, sin contacto con los familiares y, cuando lo tienen, bajo constante vigilancia de un oficial, sin que se le permita que otras personas se les acerquen, sin poder dormir con sus parejas o cónyuges. ¿Qué es esto? ¿El régimen de una prisión?
No, son algunas de las circunstancias que viven los jurados secuestrados en el caso del ex Gobernador Aníbal Acevedo Vilá y que el jueves 19 de marzo cumplirán un mes de encierro.
El proceso de secuestro que enfrenta un panel de jurados como el del caso federal contra el ex mandatario produce altos niveles de estrés, es comparable con estar preso, conduce a deliberaciones superficiales y apresuradas, y tiende a desfavorecer a los acusados, según los estudios que se han hecho sobre ese fenómeno del sistema judicial.
“Aunque con la intención de proteger al jurado y asegurar un juicio justo, el potencial del secuestro para desconcertar e incluso enfurecer a los jurados puede, de hecho, socavar la búsqueda de justicia”, concluyó James Levine, decano de Estudios Graduados e Investigación del John Jay College, sobre este proceso que puede consumir cientos de miles de dólares en fondos públicos.
Según corroboró el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) con fuentes que tienen conocimiento de primera mano sobre el secuestro de jurados en Puerto Rico, un panel como el que entiende en el caso del ex Gobernador vive en el piso de un hotel ocupado completamente a razón de un cuarto por persona, y un cuarto de reunión y recreo con juegos de mesa. Si se ponen de acuerdo, pueden ir al cine, a una iglesia o templo, o a caminar por Plaza Las Américas, pero una avanzada de entre cinco y seis alguaciles les aislaría el área y evitaría que tengan contacto con otras personas.
Mientras están fuera, un contingente de alguaciles se queda en el piso del hotel para asegurarse que nadie cuele algún material en los cuartos. El nivel de supervisión de los alguaciles incluye que hay al menos otros dos destacados en la sala para evitar que algún miembro del público se comunique con un jurado mediante señas o de cualquier otra forma. El secuestro de un jurado, de hecho, usualmente requiere que los alguaciles locales sean reforzados con efectivos de otras jurisdicciones.
Pueden hablar por teléfono con familiares, pero la llamada entera sería monitoreada por un alguacil, algo que no le hacen ni a los sospechosos de narcotráfico ya que la ley dice que un oficial tiene que dejar de escuchar una conversación sospechosa si el tema de la misma no tiene que ver con los posibles crímenes pesquisados.
Estos detalles no siempre se discuten extensamente con los jurados antes de que sean secuestrados.
El gasto de comida, con menú ilimitado, estadía, y transportación corre por el tribunal así como una dieta de $40 en efectivo. El CPI solicitó a la Oficina Administrativa de los Tribunales Federales que detallaran cuánto presupuesto hay separado para cubrir estos gastos, pero alegaron que no podían segregarlo de la partida dispuesta para pagar los $40 de dieta. Una fuente aseguró que, entre gastos directos y salarios de alguaciles, la cuenta alcanza los cientos de miles de dólares.
“Los estudios demuestran que las personas obligadas a coexistir con extraños en condiciones de aislamiento en contra de su voluntad ocasionalmente se frustran, enfurecen, y se tornan agresivas”, añade Levine en su estudio, uno de los pocos disponibles sobre este tema.
Secuestrar a un jurado es una decisión que pertenece enteramente a la discreción del juez del caso, quien dispone también de detalles como las facilidades y el sistema disciplinario que aplicará a los jurados.
En su forma más básica, el secuestro implica que la persona estará bajo supervisión de alguaciles en todo momento, incluyendo cuando comparta con otros jurados, cuando comparta con sus familiares y, en ocasiones, hasta cuando vaya al baño. Además, no tendrá contacto con ningún medio impreso o escrito. Podría leer periódicos, pero antes serían destripados de cualquier información referente al caso o podría ver programación televisiva revisada por los alguaciles.
Según las fuentes jurídicas que consultó el CPI, el secuestro del jurado es una alternativa poco usada. El caso más notorio es el del jurado del juicio por asesinato contra el ex futbolista Orenthal James (OJ) Simpson. Ese panel estuvo secuestrado ocho meses y medio, o lo mismo que la mitad del tiempo que el propio acusado estuvo bajo arresto.
Por lo poco frecuente y lo variado que puede ser, los estudios que se han hecho sobre los jurados secuestrados están basados en anécdotas, entrevistas a algunos de los jurados y la aplicación de teorías de conducta humana.
Aparte del caso de Acevedo Vilá, el otro caso notorio local con jurado secuestrado fue el del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos quien en 1989 fue absuelto de supuesta agresión contra un agente del Negociado Federal de Investigaciones.
En su estudio, el profesor Levine explicó que los efectos del secuestro en el jurado incluyen:
- Se fomenta una intimidad que altera el proceso de deliberación porque las personas son más dadas a escuchar con simpatía y ceder en sus argumentos si sienten conexión emocional con la persona que les está argumentando. Por otro lado, la intimidad sirve también para reducir o eliminar los prejuicios basados en estereotipos raciales, sociales, o políticos.
- Se pueden crear ‘claques’, pequeños grupos dentro del panel, que se refuerzan según pasa el tiempo y que acaban definiendo cómo es que los jurados van a votar.
- Los jurados que se afecten negativamente podrían desquitarse con una de las dos partes. El profesor y abogado penalista Michael Tigar dijo al ABA Journal que los jurados secuestrados tienden a desquitarse con la defensa porque es la que presenta su caso último, después de que lo ha hecho la fiscalía.
- A la hora de deliberar, “los jurados pueden lidiar con el estrés en maneras adversas a la justicia…. podrían rendirse a los deseos de la mayoría con la esperanza de acelerar las deliberaciones”, señaló Levine.
- Los jurados que tienen opiniones distintas a la de la mayoría de sus compañeros de panel son particularmente susceptibles a enojarse y desarrollar la mentalidad de ‘gríngolas’ que puede llevar a un tranque. “Evitar recurrir al secuestro puede prevenir tranques innecesarios en el jurado”, enfatizó Levine.
- Los oficiales del tribunal y alguaciles encargados de custodiar y atender las necesidades del jurado pueden pasarle sus visiones u opiniones del caso.
“En el balance, el secuestro (del jurado) parece socavar la búsqueda de la justicia”, reiteró el profesor.