China está rápidamente alcanzando y desplazando a Estados Unidos y Europa en el comercio latinoamericano. En América Latina, elites empresariales y gobiernos de izquierda y derecha, hambrientos todos de inversión extranjera y divisas, dan la bienvenida a la oportunidad de hacer negocios con los chinos. Pero ambientalistas y progresistas de la región están preocupados acerca de la creciente influencia china, y denuncian que gran parte de esta inversión va a actividades ambientalmente insustentables y pone la soberanía local y nacional en entredicho.
Las preocupaciones de que la creciente presencia china esté socavando la soberanía local han llegado a su punto más alto en Argentina, donde el gobierno de la provincia de Río Negro firmó en 2010 un acuerdo con la corporación china Beidahaung Group para arrendar unas 320 mil hectáreas de sus mejores terrenos agrícolas para la producción de soya, trigo, colza y otros productos. La compañía, la cual es uno de los mayores dueños de molinos de arroz y procesadores de soya de China, invertirá en este emprendimiento $1,450 millones a lo largo de veinte años.
Según el Grupo de Reflexión Rural de Argentina,”la instalación de un territorio para la producción de Soja RR por los chinos sin mayores mediaciones, significa un riesgo incomparablemente mayor que los simples impactos producidos por una agricultura química y a una gran escala. Este proyecto, de concretarse, significaría la conformación de un enclave en el propio territorio patagónico, a niveles similares a los que tanto la propia China como diversos países europeos, llevan adelante actualmente en el continente africano, comprando y apropiándose de inmensos territorios vaciados de sus poblaciones, para usarlos como granjas de producción intensiva de alimentos o forrajes”.
El trato de Río Negro es parte de un fenómeno más amplio a nivel mundial documentado por organizaciones no gubernamentales como GRAIN, La Vía Campesina y el Oakland Institute, conocido como el ‘acaparamiento global de tierras’. Países densamente poblados, con escasas tierras agrícolas y economías emergentes, tales como China, India, Corea del Sur y los estados del golfo Pérsico, están comprando o arrendando terrenos agrícolas en países más pobres, principalmente en Africa y Suramérica, para asegurar su seguridad alimentaria. Y junto con ellos hay especuladores y fondos de inversión que ven las tierras agrícolas como una apuesta segura entre mercados volátiles.
China es el principal actor en este acaparamiento de tierras. “China es ostensiblemente autosuficiente en alimentos. Pero tiene una población gigantesca, sus tierras agrícolas están desapareciendo ante el avance industrial, sus suministros de agua están sometidos a graves presiones y el Partido Comunista tiene un futuro a largo plazo en que pensar”, dice GRAIN. “Con el 40% de los agricultores del mundo pero solamente un 9% de las tierras agrícolas mundiales, no debería causar sorpresa a nadie que la seguridad alimentaria sea uno de los puntos principales de la agenda del gobierno chino. Y con más de 1 billón 800 mil millones de dólares de reservas en divisas, China cuenta con bastante dinero para invertir en su propia seguridad alimentaria en el extranjero.”