Nueva York – El ataque que cambió vertiginosamente el panorama político e internacional de los Estados Unidos continúa dando de qué hablar. Esta vez en un panel compuesto por cuatro expertos en las consecuencias que ha tenido este evento en los derechos civiles y constitucionales del país.
Moderado por la periodista Amy Goodman del programa televisivo y radial Democracy Now!, el panel discutió arduamente este jueves pasado cómo el país norteamericano se mira ante el espejo de los ataques terroristas del 911. Los panelistas fueron el abogado y editor Scott Horton, la profesora de derecho Karen Greenberg, la periodista perito en el efecto doméstico del terrorismo, Petra Bartosiewicz, y el ex agente del FBI, Michael German.
Goodman comentó que el buen periodismo, la historias contadas por las fuentes cercanas a la verdad, son necesarias. Abrió la palestra con la periodista Bartosiewicz, quien habló de las profundas heridas que ha dejado el efecto del 911 en el sistema judicial. Como ejemplo relató el caso de Hemant Lakhani, el negociante británico convicto en el 2005 por haber provisto armas a un agente encubierto del Negociado Federal de Investigaciones (FBI). El FBI maquinó con agentes encubiertos rusos para que le vendieran al negociante un misil, en lo que se considera un caso de entrampamiento.
“Para ser considerado terrorista tiene que haber una motivación política, y ese no era el caso de Lakhani”, explicó Bartosiewicz, quien añadió que en la década luego de la tragedia del 911, sobre 1,000 personas han sido acusadas de terrorismo pero la mayorías de los casos han terminado en convicciones por crímenes menores usualmente asociados con inmigración. Sólo algunos casos de estos, los que considera los casos independientes, son preventivos, y como el de Lakhani, están plagados de irregularidades.
Scott Horton, quien ganara un Premio “National Magazine” por su historia sobre abusos en la prisión de Guantánamo, se dirigió a la audiencia explicando con vehemencia que la transformación mayor del 911 ha sido a instituciones importantes de la nación del norte.
Por ejemplo, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), cuyo objetivo desde su creación en el 1947 fue la colección de inteligencia, ha cambiado a maniobras militares. Esto está ejemplificado en la dirección del programa en contra de insurgentes en Las Zonas Tribales de Pakistán (conocida en ingles por las siglas FATA). Estas operaciones de la administración del presidente Barack Obama también son conocidas como “the drone wars“), haciendo alusión a los aviones de ataque dirigidos remotamente y responsables por la muerte de civiles.
También recalcó el giro de 180 grados que ha dado la milicia gracias a las subcontrataciones de la empresa privada resultado del otrora secretario de defensa, Donald Rumsfeld. “El número de contratados sobrepasa el número de uniformados”, resaltó.
Añadió que estas agencias continúan violando leyes internacionales y que el colmo es que no se responsabiliza a nadie, lo cual contribuye al deterioro del Departamento de Justicia. “Esto ocurre porque se ha politizado el proceso de justicia por la política bipartita”, dijo.
Michael German quien dimitiera al FBI en protesta al manejo de un caso de terrorismo, dijo que le preocupa el cambio en “arquitectura y actitud” que caracteriza ahora al negociado y relata cómo en la agencia se comentaba que “las reglas se han botado por la ventana”. Con un entusiasmo juvenil, el también autor del libro Pensar como un periodista: Análisis de un ex agente encubierto del FBI, dejó saber que su antigua agencia funcionaba como ambos, un monitor doméstico y uno internacional, lo cual dista de las labores del negociado. De las cerca de 80,000 investigaciones de terrorismos tan solo cerca de 3,500 contenían información creíble. La agencia se ha involucrado con agencias federales, estatales y locales al igual que con la empresa privada con poca si alguna regulación de esas actividades. Las operaciones son básicamente monitoreo de vecindarios de minorías raciales, los cuales tienden a estar marcados, según los crímenes con los cuales se les asocia. “Claro que aquí la Prensa Asociada ya reveló cómo la CIA estaba trabajando con la Policía de Nueva York haciendo esto, pero el FBI tiene un programa de mapa racial y étnico nacional…”, explicó.
Por último, resaltó el gran problema que encierra el uso de informantes, que en ciertas ocasiones suelen ser criminales en busca de absolución o venganza.
Finalmente, la profesora y experta en casos de tortura, concluyó que la desprofesionalización de la agencias resulta en la falta de inspección y que, sin fiscalización de estas personas o instituciones, no hay cómo velar por los derechos individuales. “Hemos erradicado a través de estas medidas y organizaciones el elemento de responsabilidad”, subrayó.
Todos los panelistas concluyeron en que el FBI no es una agencia con responsabilidad de manejar información secreta y que detener a ciudadanos de forma preventiva con métodos de entrampamiento es incorrecto. Añadieron que lo pernicioso de toda la arquitectura pos 911 es que no han logrado efectivamente enjuiciar a nadie. Su costo ($75 mil millones, según Bartosiewicz) no justifica la violación a la Constitución de los Estados Unidos.
En un sesión de preguntas y respuestas, los ánimos se caldearon cuando un joven preguntó a la periodista Goodman si era correcto llamar a los ataques “terroristas” cuando, según su opinión, no había evidencia fuerte de que el responsable fuese Osama Bin Laden. La pregunta causó la gritería de varias personas al igual que la de un hombre judío que abogó que “un poco de tortura” era necesaria para buscar respuestas. “La mayor parte de Estados Unidos está conmigo en esto”, declaró al añadir que había perdido a un ser querido en el fatídico día.