El cambio climático no es algo esotérico, y menos en Puerto Rico tras el paso de María: tiene la cara de tres millones de habitantes incomunicados, miles sin techo, carreteras destrozadas por derrumbes, el colapso total del sistema eléctrico, problemas con los abastos de alimentos y gente haciendo interminables filas para comprar combustible y artículos de primera necesidad.
Ramón Cruz, miembro de la junta de directores en Estados Unidos de Sierra Club, mencionó que en el caso de Puerto Rico, el efecto inmediato de la falta de planificación de las autoridades ante un evento atmosférico como María se puede ver en el colapso total de la infraestructura eléctrica y de las telecomunicaciones.
“Evidentemente no estábamos preparados. El hecho de que el sistema de comunicaciones, el servicio eléctrico, hospitales, agua potable… que todo eso haya colapsado, sí tiene tiene que ver con que no tuviésemos un plan de adaptación ante el cambio climático. Si no tienes plan para lidiar con eso, no tienes forma de recuperarte rápido”, explicó el analista de política pública ambiental.
El especialista en Clima y Desarrollo, Ramón Bueno, atribuye -en parte- la falta de planificación a décadas de desarrollo desmedido en áreas vulnerables sin que mediara la prudencia ante vulnerabilidad de la ubicación caribeña de Puerto Rico.
“Se montó una cantidad enorme de expansión en construcción y desarrollo en áreas que gente que sabía de esto decía que no eran los lugares apropiados. Son dos factores (que influyen en la magnitud de la devastación): la enormidad de la naturaleza y lo que se encuentra en su camino, que es construido por el hombre”, aseguró el académico.
El desastre provocado por el ciclón confirma lo que este profesor de la Massachusetts Institute of Technology (MIT) planteaba desde 2008, en su estudio El Caribe y el Cambio Climático: Los costos de la Inacción: que los cerca de 40 millones de habitantes de las doce islas del Caribe se encuentran en la línea frontal de la vulnerabilidad ante el cambio climático con un costo regional que hace una década se proyectaba en $10,000 millones al 2025, incluyendo el daño por huracanes, la pérdida del turismo y los daños en infraestructura de la zona.
Los daños a la infraestructura vial, sistema eléctrico y estructuras privadas causados por el huracán María ya superan los costos anuales en los daños por huracanes, pérdida en infraestructura por el aumento en nivel del mar y la pérdida en el turismo, que el estudio proyectaba para todo El Caribe. El estimado de daños por María a Puerto Rico fluctúa entre los $20 mil millones y los $95 mil millones. Esta última cifra preliminar fue la ofrecida por el gobernador, utilizando los estimados de la casa acreditadora Moody’s, e incluye la pérdida de productividad de la economía.
“Si esto no nos despierta, no veo qué pueda hacerlo”, afirmó el especialista en desarrollo y cambio climático Ramón Bueno.
El calentamiento de la atmósfera y los océanos como consecuencia de la emisión de gases por la quema de combustible y la deforestación es un fenómeno que en último siglo ha provocado cambios en el clima. Aumento en las temperaturas, el derretimiento de glaciares, cambios en la precipitación, y los fenómenos como tormentas y climas extremos son algunas de sus manifestaciones.
De acuerdo con el Dr. José Molinelli Freytes, catedrático del Departamento de Ciencias Ambientales de la Universidad de Puerto Rico, el impacto de este último huracán se puede considerar un efecto del cambio climático, no por la fuerza de sus vientos; sino por la rapidez con la que los alcanzó.
María pasó de ser una tormenta para convertirse en huracán categoría 1 el domingo 17 de septiembre. En la mañana de este lunes, ya era un huracán categoría 2 y horas después se convirtió en categoría 3, posteriormente alcanzó vientos de categoría 4 y esa misma noche ya era categoría 5.
Ese desarrollo extremo e imprevisto de este huracán es producto de los cambios acelerados que ocurren en el clima producto del calentamiento del planeta. El geomorfólogo señaló que esto ha provocado que eventos de muy baja probabilidad ocurran con mayor frecuencia, como por ejemplo, que disturbios tropicales o depresiones tropicales se conviertan en tan solo 24 o 36 horas en un huracán de categoría 4 o 5.
“Estamos hablando de una intensificación extremadamente rápida que ocurre con estos fenómenos y es producto de las altas temperaturas del mar”, afirmó.
Molinelli recordó que María no es el primer caso. En 2015, el huracán Joaquín hundió al norte de Las Bahamas el buque El Faro, que había salido del puerto de Jacksonville. “Cuando el barco salió, lo que había era un mal tiempo al norte de La Española. En cuestión de 24 horas ese sistema se había convertido en un huracán categoría 4 que hundió el barco”, señaló.
Ese mismo año, el huracán Patricia pasó de ser un área de mal tiempo a una pequeña depresión y luego se convirtió en una tormenta. En cuestión de 24 horas Patricia se convirtió en huracán categoría 5 azotando las costas del Océano Pacífico de México con vientos sostenidos de sobre 220 millas; una situación nunca antes vista.
“A mayor cantidad de vapor de agua en la atmósfera provee la energía a un huracán, que no solo intensifica los vientos de un fenómeno, sino que aumenta sustancialmente la cantidad de lluvia, que será más intensa y en menos tiempo lo que provoca inundaciones”, afirmó el académico.
Temporadas de fuertes lluvias en tiempo récord y periodos de intensa sequía son algunos de los cambios que cada vez con más frecuencia experimentaremos como secuela este nuevo clima. A eso, se le añaden temperaturas extremas altas o bajas. El cambio climático promete que seamos testigos con mayor frecuencia de diversos eventos extremos que harán cada vez más vulnerable la infraestructura de los países ante la periodicidad de los mismos.
¿Sequía a la vista?
Molinelli planteó que, como consecuencia del huracán, es probable que Puerto Rico esté más vulnerable a los efectos de una sequía ya que los deslizamientos, erosión de zonas montañosas y material vegetativo que destruyó a su paso el ciclón terminan en los cuerpos de agua que alimentan las represas. Estos se convierten en sedimento que reduce la capacidad de almacenaje de agua.
En 1998 tras el huracán Georges, la represa de Río Grande de Arecibo perdió casi una tercera parte de su capacidad original. “Puerto Rico ahora es más vulnerable a los efectos de una sequía que la vivida recientemente, porque la capacidad de agua se tiene que haber reducido. ¿Cuánto se redujo? Eso habrá que estudiarlo con calma después del evento”, aseveró.
De acuerdo con el científico, durantes las primeras semanas, las autoridades debieron haber tomado imágenes satelitales de alta resolución del impacto del huracán en Puerto Rico para hacer estudios de evaluación de daños. La imagen del país cambió con la deforestación y se podía apreciar comunidades que estaban cubiertas por vegetación y la densidad de estructuras que antes los árboles ocultaban. De esta forma, el gobierno pudo haber hecho el inventario real de residencias que perdieron techos, tendido eléctrico caído y otra información ahora revelada, antes de que la vegetación naturalmente se regenere en su totalidad.
“El estudio científico es importante para ver cómo quedó la isla y entender cambios posteriores que puedan ocurrir. Es vital, tener este récord histórico. Esa ventana solo iba a estar en las primeras semanas, como máximo, un mes luego de María”, acotó.
Llamado al gobierno a examinar las lecciones de María
Según el Dr. Bueno, la devastación en Puerto Rico tras el embate de este huracán ya se discute en la academia, no como un caso aislado sino como el ejemplo de la categoría de huracán que será cada vez más común en el Caribe producto del cambio climático.
Con el 80% del sistema eléctrico destrozado y miles de ciudadanos con sus casas parcial o totalmente destruidas, la reconstrucción de Puerto Rico tras el ciclón María representa una gran oportunidad para desarrollar en la Isla, una nueva infraestructura que sea resistente, eficiente y sostenible ante el clima que se avecina.
Para Bueno, el gobierno debe dar lo que llamó “un salto cualitativo” para reconstruir desde la transformación de su infraestructura social para hacerla resistente a este tipo de fenómeno. Sugirió además que es el momento para crear un espacio común con la academia para que se construya de forma organizada, pensando en los inminentes riesgos que ha traído el cambio climático.
“La construcción en Puerto Rico se pensó en posibles vientos de hasta 120 o 130 mph, por lo que la reconstrucción del país se debe pensar en que vendrán eventos más dramáticos”, insistió por su parte Molinelli.
Por ejemplo, el gobierno tiene que decidir si va a relocalizar a los residentes de comunidades en zonas vulnerables a inundaciones, deslizamientos y zonas costeras. Insistió en que estos estarán en mucho más riesgo según avancen los efectos del calentamiento global.
“Todo esto necesita replantearse y hacer una reubicación estratégica para salirnos de las áreas peligrosas y el objetivo deberá ser que todo lo que se construya esté fuera de las zonas de mayor riesgo”, puntualizó Molinelli.
Pero, con los cambios en la política pública del presidente estadounidense Donald Trump sobre el tema del cambio climático se empina el camino para la reconstrucción de Puerto Rico ya que el nuevo presidente no solo dio marcha atrás al compromiso internacional de EEUU para atender las emanaciones de carbono, sino que también eliminó los programas federales sobre cambio climático y con ello los fondos que hubiesen sido asignados para llevarlos a cabo.
“Con la eliminación de las políticas de Obama para mitigar las emisiones y la eliminación de todos los programas federales que hacían referencia al cambio climático se ha borrado el tema. ¿Cómo vamos a planificar en las partes más vulnerables, si Puerto Rico es todo vulnerable? Con esas políticas todo estará en manos del gobierno local”, advirtió.
Desde el 2007, miembros de la comunidad científica y académica de Puerto Rico emitieron una declaración al gobierno en la que 175 profesionales vinculados al tema de cambio climático anticipaban los cambios de política pública que se debían tomar para estar preparados para los fenómenos naturales producto del calentamiento global. No obstante, las advertencias y recomendaciones contenidas en la declaración fueron ignoradas.
Esta semana un grupo de científicos y académicos urgió al gobierno que detenga la construcción en áreas vulnerables y cumpla con la política pública que por años existe en la legislación vigente, pero que ha sido obviada por los funcionarios al momento de otorgar permisos y endosar proyectos de construcción.
Estas decisiones de política pública junto a otras iniciativas no son nada nuevo, ya que, según los académicos en Puerto Rico, con menos recursos y en peores condiciones que las actuales, se logró establecer un nuevo desarrollo luego de pasados eventos atmosféricos similares a María. El planificador y experto en cambio climático, Dr. Félix Aponte González, enumeró al menos dos ejemplos primordiales de programas de reconstrucción realizados en la isla en parte como respuesta a los impactos de los huracanes San Felipe (1928) y San Ciriaco (1932): la Puerto Rico Emergency Relief Administration (PRERA) y la Puerto Rico Reconstruction Administration (PRRA).
“Ambos programas fueron en gran medida los pilares de toda nuestra infraestructura y de desarrollo económico y social en el Puerto Rico de entonces, y apostaron a un cambio radical a las condiciones de vida del país en ese entonces”, puntualizó Aponte González.
En medio de la profunda depresión de los ‘30, programas como la PRERA y la PRRA que surgieron como respuesta a los desastres de los huracanes y a la crisis económica, ayudaron a transformar el país mediante la planificación y la inversión para desarrollar programas de infraestructura, y dieron como resultado la creación de agencias como la Junta de Planificación, la Autoridad de Energía Eléctrica y el Banco Gubernamental de Fomento, entre otros.
La PRERA proveyó inyección económica para proyectos en comunidades y subsidios para alimentos, mientras que la PRRA financió iniciativas para el desarrollo e industrialización del país.