Hay solo media hora de distancia desde el asfalto liso de la PR-66 al camino angosto y rocoso de la Calle Chemo Soto en Villa Hugo II, pero hay días en que el trecho se siente mucho más distante de San Juan.
Algunos de los casi 10,000 residentes del sector Palmarejo de Canóvanas desconocían del “anuncio histórico” de fondos federales de reconstrucción para Puerto Rico que haría allí el gobernador Ricardo Rosselló Nevares al filo del mediodía del martes, 10 de abril.
La escena que vimos los periodistas de camino hacia el lugar del anuncio se cuenta sola. Algunos vecinos en la calle incrédulos, otros parados, mirando desde las ventanas en el interior de sus residencias. Una mujer desde su balcón en un segundo piso, sonrió y deseó los buenos días. Un señor mecaneaba frente a su casa en lo que aparenta ser su oficio día tras día, venga o no venga el gobernador a su calle. Tres jóvenes aguardaban frente a un carro por alguna cosa. Cinco vecinos, recostados de la verja, bromeaban sobre la presencia en el barrio del mandatario y de “gente que vienen de lejos”. Un bulldog amarrado junto a una guagua amarilla en la marquesina de una residencia vigilaba sentado la larga fila de vehículos que ocupaban cuanto espacio libre había en la recta.
Dos señores de algunos sesenta años y la piel curtida por el sol también caminaban hacia el lugar donde estaría el gobernador junto a otros funcionarios públicos locales y federales. Iban a presenciar con sus propios ojos lo que otros verían en el noticiero de la tarde.
“¿A que no entran a las otras calles? ¿Por qué no entran a las otras calles? Sacho… Ellos van a esta, claro. No van a subir la cuesta. No van pa’ las otras. ¡Ja! Te lo digo yo”, pensó en voz alta uno de ellos, como quien no quiere la cosa. “Y tú, ¿por qué estás caminando para allá?”, preguntó al que le acompañaba. “Estoy haciendo ejercicio”, le contestó el otro riéndose.
A 202 días del paso por la isla del huracán María, los escombros dentro de las casas de Villa Hugo II y sus alrededores son palpables. Se pierde fácilmente la cuenta de los famosos toldos azules a través de la comunidad. No hay que analizar mucho la estampa para saber por qué, para aquellos que “vienen de lejos”, no había mejor lugar—o calle—para realizar el evento oficial que la Calle Chemo Soto de Villa Hugo II. Quién sabe desde cuándo los escombros permean en la comunidad que surgió hace casi 30 años en terrenos públicos, cuando sus residentes perdieron sus casas tras el paso del huracán Hugo. La mayoría de estas personas aún carecen de títulos de propiedad.
Bajo el sol encrispa’o llegó el gobernador de Puerto Rico al podio que yacía en el medio de la calle, justo antes de la cuesta. Allí lo esperaban algunos parroquianos que lo saludaban con besos y apretones de mano. Otros miraban de lejos.
“¿Por qué vendrán pa’cá?”, decía una señora minutos antes, mientras tendía ropa en el balcón de su casa.
Junto a oficiales de su administración y el gobierno federal —incluyendo la subsecretaria del Departamento Federal de la Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), Pamela Patenaude, y la comisionada residente, Jenniffer González— Rosselló anunció la asignación de casi $18,500 millones en fondos federales que serían desembolsados en algún momento después de, mínimo, cuatro meses “posterior a que salga la notificación oficial, que debe ser en unos cuantos días”, según explicó.
El viento soplaba fuerte en Villa Hugo II durante el anuncio oficial, mientras que algunas nubes de lluvia comenzaban un amague de aguar la fiesta. El sonido incesante de una alarma de carro servía de trasfondo. Pero nada impidió el “anuncio histórico” de $18,500 millones en fondos del HUD, de los cuales $11,700 millones ya habían sido anunciados desde febrero de este año.
“Por favor, ignoren lo que está pasando aquí atrás”, dijo el gobernador a manera de broma antes de comenzar la conferencia de prensa. Se refería a su pelo, que por momentos se levantaba como plancha de zinc que resiste a duras penas una fuerte ráfaga de viento.
Un poco más atrás, a sus espaldas, la falda de una loma mostraba algunas de las residencias de Villa Hugo II, muchas de ellas aún con las cicatrices de María cubiertas con parchos azules.
Como figuras en un pesebre, allí estaba la comitiva que acompañaba al gobernador junto al podio. Entre ellos se encontraba la alcaldesa de Canóvanas, Lornna Soto, hija del exalcalde del pueblo en cuyo honor se nombró la calle donde se encontraba el podio, Chemo Soto.
Algunos residentes permanecían cerca del podio, unos más cerca que otros. Uno de ellos se acercó demasiado y hasta allá fueron los guardaespaldas a pedirle que se moviera, que guardara distancia. Ah, las distancias…
También estuvo cerca una vecina, en primera fila, de frente al podio, aplaudiendo y gozando de lo lindo, al igual que los asesores políticos del gobernador que miraban la situación. “Thank you ma’am!”, le dijo la señora, de unos cincuenta años, a la subsecretaria del HUD, Patenaude, cuando tuvo que retirarse antes porque “tenían que agarrar un vuelo”. Ni ella misma sabía que era momento de irse y así lo admitió al descifrar lo que ocurría. Volvió al podio y dijo “lo siento, no hablo español y me perdí”. La vecina, que seguía gozando de lo lindo, le deseó buen viaje.
Luego de la salida de la funcionaria federal y la comisionada residente —quien alegó que también se iba a mitad de la conferencia porque tenía que tomar un vuelo, aunque atendió por separado a dos periodistas— se le preguntó al gobernador por el cierre de 283 escuelas públicas en el país. Rosselló argumentó que estos planteles pueden tener “mejores usos” luego de su clausura, que no es un asunto “de meros recursos económicos”, sino de “cómo usar el recurso humano” de manera “más efectiva”. Acto seguido habló sobre cómo algunos de estos planteles tienen “baja matrícula” y no era viable mantenerlos abiertos.
“¡Pero en la Pedro no!”, lanzó uno de los presentes, como estudiante que habla por encima del maestro, en referencia a la Escuela Pedro Albizu Campos de Canóvanas. El gobernador lo escuchó, pero no se detuvo.
Otro periodista preguntó a los funcionarios si habían analizado la posibilidad de movilizar a los residentes de Villa Hugo II a otras viviendas más seguras y fuera de áreas inundables. El secretario de la Vivienda, Fernando Gil, contestó que no es tan fácil movilizar a los residentes a viviendas en otras comunidades, aunque resulte más costo efectivo para el Estado, según sugirió el periodista en la premisa de una de sus preguntas.
“¡Eso es! ¡Aquí es que queremos quedarnos! ¡Aquí yo me quedo!”, lanzó desde atrás un hombre de algunos sesenta años, en medio de aplausos por parte de varios vecinos, una señal clara de que comparten la misma opinión.
Ni su alcaldesa, Lornna Soto, sabe a ciencia cierta si ese dinero federal ayudará a los residentes de Villa Hugo II y el resto de Palmarejo para quedarse donde están. “Si nosotros identificamos los $32 millones [para construir un dique], no solamente para proteger las villas, sino para proteger todo el radio de Palmarejo, desde Las Delicias hasta la gomera en la PR-188, estaríamos protegiendo cerca de 5,000 familias, cerca de 10,000 personas que residen en todo el radio de Palmarejo. Esa es la noticia más importante hoy y estoy segura que el gobernador de Puerto Rico, en un profundo análisis, con la comisionada residente y el personal de HUD y el secretario de la Vivienda, vamos a poderle dar la buena noticia que ustedes han estado aquí por 29 años y más allá de reconstruir una vivienda, quizás podemos reconstruir todo el radio de Palmarejo”, dijo.
Llegó mi turno y pregunté sobre tema fiscal del país. La cantidad de fondos federales adicionales, ¿cómo entran en el plan fiscal? Allí Rosselló contestó que solamente habían contemplado parte de los $18,500 millones —o $11,700 millones— en el plan fiscal que reveló hace menos de una semana. Pregunté en resumidas cuentas si el “histórico anuncio” afectaría nuevamente los números del documento. Sí, respondió.
Media hora después de finalizar el evento, de vuelta a la ciudad por el asfalto liso de la PR-66, me pregunté por qué no entré en las otras calles.
¿Se puede reconstruir en Villa Hugo II con esos fondos federales aún cuando es zona inundable y a pesar del dique que prometió la alcaldesa a los residentes de esa zona? ¿Cuánto tiempo tendrán que esperar los vecinos para recibir esa ayuda, si los fondos no estarán disponibles en por lo menos cuatro meses, cuando ya nos venga encima la ansiedad de una nueva temporada de huracanes? ¿Qué participación tendrá la comunidad en el diseño y planificación para esa área? Y el resto de las viviendas en las cientos de comunidades similares a través de la isla, ¿pa’ cuándo?
Muchas preguntas quedaron sobre la mesa porque el gobierno no las abordó y los periodistas no las hicimos en la Calle Chemo Soto de Villa Hugo II.