El mantengo corporativo de semilleras en Puerto Rico

La organización Investigative Reporters & Editors (IRE) incluyó en su primera revista trimestral del 2017 un texto del periodista Eliván Martínez Mercado, colaborador del CPI y autor de la serie Paraíso transgénico, en donde se explica el proceso, la metodología y los hallazgos más importantes de la investigación Puerto Rico regala más de $519 millones a semilleras multinacionales como Monsanto. En el texto se hace un recuento de los cuatro meses que duró la recopilación de los datos, la dificultad de acceder a documentos públicos del gobierno de Puerto Rico con información fiscal, y la renuencia de los ejecutivos de las multinacionales para ser entrevistados en récord en defensa de las compañías que representan. Además, Martínez destaca el trabajo de publicación de la historia que contó con vídeos de promoción, gráficas interactivas, mapas informativos y tomas aéreas de las fincas utilizadas por las semilleras. La investigación se republicó en más de 30 medios de comunicación en y fuera de Puerto Rico. Aquí el texto, El mantengo corporativo en Puerto Rico.

El dinero público subsidia a Monsanto

Usted que rinde planillas, sepa que parte de sus impuestos ayudan a enriquecer aún más a empresas multimillonarias como la polémica Monsanto. El Departamento de Agricultura de Puerto Rico ha otorgado, en los últimos seis años, más de $20 millones en fondos públicos a ésta y otras siete multinacionales, que han llegado a la Isla a experimentar con semillas modificadas genéticamente. Las compañías beneficiadas, sin embargo, incumplen un requisito fundamental para obtener esos incentivos: no son empresas agrícolas. Además, cuentan con el visto bueno del Gobierno para controlar más de 500 acres de tierra; o sea, exceder el límite que permite la Constitución. Así lo sostiene una opinión confidencial del Departamento de Justicia, a la que tuvo acceso el Centro de Periodismo Investigativo (CPI).

Monsanto’s Caribbean experiment

When environmentalist Juan Rosario traveled to an Amish religious community in Iowa, to learn to make compost, he was surprised that they had a laboratory and the services of an expert in chemistry. What was a scientist doing in a place where people live far from technology and practice ecological farming with the simplest of methods? An Amish dressed in their style, with a wide-brimmed black hat, white shirt, and black pants and black jacket, pointed toward a large cornfield on a nearby farm. “The scientist helps us verify that pollen from genetically modified corn does not contaminate our crops,” he told Juan Rosario. “It’s the same corn that you develop in Salinas.”