Pueblo en la montaña no se levanta a tres meses del huracán

El proceso de recuperación que se percibe en las áreas metropolitanas o en pueblos menos afectados contrasta con la vida en Barranquitas, que fue destrozado y donde apenas se ve la mejoría.

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Jennifer Rodríguez y uno de sus dos hijos, residentes del barrio Quebradillas en Barranquitas

Foto por José Carlos Sánchez Cintrón | Centro de Periodismo Investigativo

Barranquitas todavía mece al temporal en su cuna como si fuera uno de sus próceres. Su altura de 2,200 pies en la Cordillera Central, provocó que allí se sintieran vientos de más de 160 millas por hora desde la noche del martes 19 de septiembre hasta la mañana del jueves 21.

La ruta gastronómica del municipio de la montaña, conocido como la Cuna de los Próceres, se quedó sin sabor tras el golpe del huracán María. Restaurantes para el tradicional chinchorreo como El Granero (antes Vaca Brava), La Vecindad del Chavo, Los Aviones, El Andante, Kmilas Bakery y otros que aportaban al turismo y la economía del pueblo, cerraron sus puertas luego del paso del huracán y no han podido reabrir a más de 100 días del episodio.

“Nos encantaría abrir nuevamente, pero fueron demasiadas las pérdidas y no contamos con el potencial económico para reabrir”, lamentó Ivy Berríos, quien junto a su esposo administraba el restaurante familiar El Granero, que se distinguía por su estructura temática de una granja, ubicado en la comunidad Maná del barrio Barrancas. Allí se degustaban carnes ahumadas o chuletas can can, como parte el sabroso menú de comida criolla.

El famoso lugar en medio de la naturaleza, que recibía unas ochocientas personas cualquier fin de semana de temporada alta, fue arropado por el río Manatí, y de su estructura solo quedó el suelo y los escombros.

“Fue bien frustrante el enterarnos que se había perdido todo lo que con tanto esfuerzo habíamos logrado”, añadió Berrios.  

El ciclón provocó la pérdida de aproximadamente 2,000 hogares en el pueblo, según el primer ejecutivo municipal, Francisco “Paco” López. Aunque se estima que la mayoría de las casas que sufrieron pérdidas significativas eran de madera, el cemento también cedió ante las intensas lluvias y la fuerza de los vientos.

“No saqué nada de mi casa porque no esperaba que iba pasar algo”, expresó Awilda García, residente en el sector Las Villas del barrio Barrancas, quien perdió todo el interior de su casa de cemento a causa de uno de los muchos derrumbes que afectaron a su comunidad.

García, madre soltera con dos hijos a su cargo, describió el paso del huracán con la palabra “dolor”, pues aún hoy es incapaz de borrar de su mente la imagen de su casa destrozada.

“Fue horrible. Yo arranqué corriendo y subí, pero cuando yo vi todo, lo que hice fue llorar y gritar. No creía el hecho de cómo, en ‘pal’ de horas, nos quedamos sin nada”, lamentó Awilda sentada en el balcón de su vecina con los ojos llorosos, mientras observaba la tierra que antes tapó su hogar.

García y sus hijos durmieron durante dos meses en un mueble y dos “cauchitos” en el piso de la barra de su papá, quien por problemas de salud necesita cuidado constante. Ese 20 de septiembre el bar les sirvió de refugio a varias familias cuyos hogares no eran lo suficientemente seguros para afrontar el huracán. García y los suyos acompañaron a los refugiados mientras el huracán azotaba, sin imaginar que esa barra terminaría siendo su hogar durante meses.

Aún en la angustia de haberlo perdido todo, seguir hacia adelante con sus dos hijos es prioritario para esta empleada de comedor escolar, y expresa que “a ellos no les va a faltar nada”.

Pero las dificultades económicas que atraviesa la familia no le han permitido rehabilitar su hogar, pues les resulta imposible asumir el costo de una máquina que remueva el derrumbe provocado, y la administración municipal no atiende sus peticiones.

“Necesitamos ayuda, aquí nos tienen en el olvido y no es fácil. Yo no perdí el techo, pero lo perdí todo adentro”, manifestó la mujer. García recibió la visita de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) hace una semana, pero se encuentra esperando la respuesta de la agencia federal.

Al igual que García, muchos barranquiteños cuestionan la respuesta del municipio ante el paso del Huracán María y a más de 100 días del huracán se preguntan dónde está el alcalde.

¿Qué le pasó al alcalde?

Son muchas las versiones que surgieron con el fin de justificar o cuestionar la ausencia del alcalde penepé Francisco “Paco” López luego del paso del fenómeno atmosférico. Se rumoró que le había dado un infarto, que estaba hospitalizado por la impresión del huracán, y que había encontrado personas muertas y lo internaron en un hospital psiquiátrico.

Foto por José Carlos Sánchez Cintrón | Centro de Periodismo Investigativo

Francisco López, alcalde de Barranquitas

El primer mandatario reaccionó para ofrecer detalles de su paradero y explicó que siempre estuvo bien y que no ha parado de trabajar desde el azote del huracán.

“Eran 12,000 familias, todo el mundo diciendo dónde está el alcalde. Humanamente no hay forma de tú llegar a cada una de las familias”, aclaró el alcalde.

Pero para la líder comunitaria de Palmarito en el barrio Barrancas, Reina Cintrón, su ausencia no se justifica. “En todo este proceso de la emergencia ante el huracán María hemos visto la falta de acción de nuestro municipio. Pero sentimos mucho, no la ausencia del alcalde político, sino la del alcalde humanista que todos conocíamos. Sabemos que nuestro pueblo quedó devastado, pero más allá de las obras están las personas de nuestras comunidades que sufrieron muchos daños”, manifestó.

Barranquitas, bajo el liderato de “Paco” López desde 1997, tiene una tasa de desempleo de 13%, y el 55% de sus habitantes vive bajo los niveles de pobreza.

Actualmente, el pueblo apenas tiene algunos barrios con electricidad parcial, mientras que Quebrada Grande y Honduras están totalmente a oscuras.

Sin caminos ni dirección

Fue la combinación entre la magnitud y la duración del huracán lo que provocó el deslizamiento de terrenos y la obstrucción de la mayoría de las carreteras del pueblo. Se destruyeron 17 puentes. Según Yamilet Guzmán, directora de finanzas del municipio, se estima que los daños entre puentes y carreteras podrían alcanzar los $13 millones.

“Yo no te puedo decir que hay una sola carretera en Barranquitas, estatal y municipal, que no sufrió algún percance”, expresó el alcalde.  

Horas después del huracán, los barranquiteños se unieron en sus comunidades para trabajar en la limpieza de estas. Sin esperar a las autoridades, los movimientos comunitarios fueron clave para abrir las vías principales del municipio. Sin embargo, ya han pasado tres meses y aún muchas carreteras continúan con un solo carril, ese mismo que las comunidades abrieron.  

“Las carreteras estatales de Barranquitas, todas, el 100 por ciento, fueron afectadas. Todas. No hay municipio en Puerto Rico que fueran afectadas tantas carreteras como Barranquitas. Hay unas carreteras que se llaman municipales, que me pertenecen a mí. Con el poco recurso que yo he tenido, ya las estamos limpiando”, enfatizó López.

El alcalde novoprogresista aprovechó para expresar su molestia con las autoridades federales.

“No están respondiendo con la prontitud, porque entonces la gente piensa que es el municipio quien tiene el contrato. Yo como alcalde tengo que hacer las gestiones, molestar, y tú no sabes lo mucho que yo he molestado, pero el gobierno ha sido muy lento y FEMA ha sido muy lento y eso ha dilatado realmente la pronta respuesta”, ratificó.

Guzmán indicó que el municipio ha gastado de su presupuesto más de un millón de dólares en la limpieza y reconstrucción de sus carreteras, y FEMA solo les ha reembolsado $34,000.  

El desastre del desastre

Según fuentes que prefirieron no ser identificadas por temor a represalias, la Oficina de Obras Públicas del municipio contaba con una sola máquina para limpiar derrumbes luego del paso de María, que se dañó durante la primera semana. El alcalde aclaró que sí contaban con las maquinarias del diario, pero se quedaban cortas para atender la magnitud de los derrumbes y daños.

No fue hasta el 16 de octubre que la administración municipal realizó el primer contrato a una compañía para el servicio de limpieza. La compañía Campo Cristal Inc., está inscrita en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico con el propósito de “desarrollar proyectos de vivienda, administración de propiedades y cualquier otro fin lícito con las leyes del ELA”. Hasta el momento, Campo Cristal acaparó la mayoría de los contratos de recogido de escombros, limpieza del municipio y la compra de un vehículo. De igual forma, el municipio firmó acuerdo con el Cuerpo de Ingenieros a la segunda semana después del huracán, autorizando el recogido de escombros. Sin embargo, la directora de finanzas del municipio expresó que a tres meses del huracán aún no han recibido la ayuda que se acordó.   

Según el alcalde, el proceso de otorgación de contratos fue a través de subasta y el comité encargado, al cual él no pertenece, seleccionó a la compañía con la cotización más baja.

Hector David Ríos Ortíz, ingeniero y dueño de Campo Cristal Inc, recibió cuatro contratos con el municipio para un total de $516,591 desde el 26 de septiembre hasta el 10 de noviembre de 2017, según la Oficina del Contralor.  

Por otra parte, la persona que dirige en el municipio la Oficina de Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (OMMEAD) es la misma que dirige la Policía Municipal, lo que para algunos justifica las fallas a la hora de implementar un plan para atender los estragos del huracán.

Al menos eso alega José Mercado Molina, quien se retiró como director de la OMMEAD por diez años bajo la administración del actual alcalde, y afirma que se le dio un trastoque a tan importante oficina en el municipio.

“Por eso vemos muchas cosas que no se han hecho como se debieran hacer, por no seguir el protocolo y no utilizar a la gente que está en la oficina con un expertise para enseñar a los nuevos”, puntualizó Mercado.

¿Se siguió el plan de contingencia?

El exdirector de la OMMEAD de Barranquitas expresó que observó desorganización en la respuesta del alcalde y su equipo de trabajo. Aseguró que existe un plan operacional de emergencia multiriesgos preparado para cualquier situación de emergencia, que iba desde la preparación educativa antes del fenómeno hasta la acción luego del desastre.

Al cuestionar a Mercado sobre si piensa que ese plan se utilizó para contrarrestar los estragos de María, respondió que no. Dijo que en sus adiestramientos se les enseñaba que, cuando venía un desastre, los primeros días iban a ser de desorientación y que esos días estaban justificados, pero que a dos meses, la respuesta ha sido lenta.

“Vemos todavía las carreteras obstruidas a este momento, vemos muchos escombros, tanto en las estatales como en las municipales. No hubo una respuesta rápida o no estaban preparados para responder ante esa eventualidad”, verbalizó Mercado sentado en la sala de su hogar.

No obstante, para el alcalde, ningún municipio estaba preparado para recibir al huracán María.

“Yo sí tenía un plan de contingencia para Irma. Inmediatamente de dos semanas a tres semanas, ya Irma básicamente estaba bajo control. Nos habíamos puesto de pie, y habíamos atendido las necesidades más apremiantes de nuestro pueblo. Pero en este caso fue catastrófico, y es lo que mucha gente no entiende”, expresó López y afirmó que por más planes que se realizaron, no hubo forma de contrarrestar el temporal con rapidez.  

¿Cómo se hizo con Georges?

Mercado tuvo que trabajar con varios fenómenos atmosféricos, pero ciertamente el que más recuerda y compara con María es el paso del huracán Georges en 1998. Aunque aseguró que María fue más devastador, explicó que seguir el plan de multiriesgos los ayudó a ser asertivos a la hora de limpiar el municipio y salvar vidas.

“El plan estaba desglosado, había un protocolo a seguir y el protocolo era, lógicamente, antes de la emergencia, la prevención y la orientación y durante la emergencia rescatar vidas que es lo primero, sacar gente del peligro y luego íbamos a limpiar todas las vías que dieran acceso al CDT que era una prioridad, porque si había una emergencia teníamos que tener acceso abierto para el hospital”, manifestó Mercado explicando cómo trabajó su equipo el huracán Georges y otros fenómenos atmosféricos.  

“Básicamente, hacíamos limpieza de las carreteras primarias y dividíamos varias brigadas en los diferentes barrios. Diferentes brigadas para que un supervisor fuera con ellos para seguir tomando toda la información prevista para las pérdidas que había y entonces poder ejecutar el plan de limpieza que hubiese que hacer”, abundó.

Mercado afirmó que la efectividad de su plan en los eventos atmosféricos que tuvo que atender junto a su equipo se debía a las frecuentes reuniones que se hacían para mantener a todos los directivos al tanto e involucrarlos en el plan para que la acción ante los desastres se hiciera en unión junto a toda la administración.

“Yo creo que se ha fallado en eso porque vimos desorientación, no vimos trabajo en equipo de las agencias estatales con las municipales, sino como que vimos a cada cual como jalando para su lado, cuando no debería ser. Si tú planificas y te reúnes y practicas ese plan, pues lógicamente no somos perfectos, pero tiene que haber una funcionalidad que demuestre que hay un equipo trabajando, no que todo el mundo está haciendo algo distinto”, puntualizó el exdirector de la OMMEAD.

Por su parte, López resaltó que él aprendió a ser alcalde con el huracán Georges. De igual manera, Mercado no dudó en aclarar que para esa vez, hace casi 20 años, no tuvo señalamientos sobre ilegalidades en el proceso.

“Yo me cuidé. Tres años más tarde, había tres o cuatro alcaldes presos por el mal manejo de fondos de los escombros, y ellos me dieron muchas recomendaciones”, destacó López.

Desde los ojos de la diáspora

Uriyoán Colón, barranquiteña y profesora auxiliar en la Universidad de George Washington en DC describió su desesperación viendo el huracán María pasar por su país y pueblo desde la pantalla de su celular.

“Fue desesperante el saber que fue desastroso y que no se conocía en detalle cuánto fue la destrucción, el sentirse desconectado de tu país y tu familia, y que no sabías si estaban bien, o si tendrían lo suficiente para estar bien en las próximas dos semanas en lo que llegaba ayuda.  Al leer las páginas de medios sociales, estoy segura que no fui la única que perdió semanas de trabajo aturdida y ansiosa en una preocupación aguda por Puerto Rico”, expresó Colón quien vive fuera de Puerto Rico hace 23 años, pero que se mantiene constantemente visitando la isla.

Colón no se quedó brazos cruzados. Ella junto a un grupo de amigos y familiares de la diáspora ya han viajado a la isla varias veces para traer suministros y artículos de primera necesidad, en especial a su pueblo natal.

Su impresión al ver a Barranquitas fue de tristeza, pues ya había visto imágenes de cómo habían quedado varios lugares, pero asegura que la experiencia de verlo en persona fue impactante.

“En el avión, la mayoría de la diáspora, iban tomando fotos y llorando en silencio. Desde arriba se veía todavía inundaciones cerca de los hatillos, y zonas marrones de los árboles caídos o secos”, destacó la profesora de su primer viaje a Puerto Rico después del huracán.

Asimismo, Colón expresó que al llegar a Barranquitas encontró a la gente con un buen espíritu, pero cansados y desalentados.

“Vi mucha depresión económica, que ya venía de camino, pero ahora ya aquí. El pueblo lo vi desolado. Vi a los comerciantes haciendo de tripas y corazones para mantenerse a flote y haciendo piruetas imposibles para poder dar lo mejor a sus clientes y a su comunidad”, abundó.

Un ejemplo de esto es el caso de Jennifer Rodríguez, residente del barrio Quebradillas, quien perdió el trabajo y el hogar en el que por más de cinco años había vivido junto a sus dos hijos de diez y cinco años.

Rodríguez, quien vive en el mismo barrio del alcalde, maneja a diario el cuestionamiento de los niños sobre su casa y pertenencias, pero opta por hacer voluntariado para entretenerlos.

Foto por José Carlos Sánchez Cintrón | Centro de Periodismo Investigativo

La casa de Jennifer Rodríguez, en el barrio Quebradillas de Barranquitas, perdió el techo por los vientos de María y todo en el interior quedó destruido por las fuertes lluvias.

“Le busco cosas positivas para que ellos se olviden del proceso. Pero por momento ellos retroceden y vuelven a cuestionarme”, verbalizó Rodríguez, y entre lágrimas sostuvo que ha sentido mucha frustración durante todo el proceso de recuperación, pues su madre también perdió su hogar.

A más de tres meses del paso del ciclón y faltando cinco meses para que comience la próxima temporada de huracanes, la naturaleza del municipio de Barranquitas, reconocido por la siembra y cosecha del apio, está reverdeciendo. Pero sus estructuras y carreteras destruidas aún mantienen vivo el recuerdo de María entre sus habitantes. Todavía viven el temporal como si hubiera sido ayer.

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