Estaban en un festival navideño en un campo del pueblo de Quebradillas. De pronto escucharon un zumbido cerca de sus cabezas: un pequeño vehículo volador, parecido a un helicóptero, volaba por encima de personas que socializaban. Era un dron. Los grababa con una cámara. Sin su permiso. Y parece que desde esta Navidad, la escena, que no es de ficción, comenzará a ser popular.
“Esta tecnología se está convirtiendo en el regalo que muchos quieren tener en estas festividades”, sostuvieron en un comunicado conjunto la Agencia Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) y organizaciones que representan a la industria de aviones no tripulados y grupos de aficionados.
La tecnología ofrece una opción de entretenimiento para los amantes de la fotografía. Es también una posible actividad económica que se prevé extraordinaria con el inminente uso de drones a gran escala para motivos comerciales en 2015, cuando entrará en vigor nueva reglamentación de la FAA. Pero la agencia está dejando fuera de control los derechos de ciudadanos que no quieren que alguien los grabe y, por accidente o acto deliberado, divulgue fotos íntimas por los medios digitales.
La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, en inglés), que ya había alertado sobre los peligros del uso de drones de agencias públicas para “carpetear” a ciudadanos, ahora cita en su página web el caso de una australiana que tomaba un baño de sol “topless” en su casa y fue grabada por un dron comercial. El dueño del vehículo publicó inadvertidamente las fotos en anuncios digitales hasta que alguien se percató del error.
“Ahora surge la necesidad de reglamentar los drones de uso personal, para que nadie te grabe dentro de tu casa, ni haga espionaje corporativo ni te chantajee”, dijo al CPI William Ramírez, director ejecutivo del capítulo de Puerto Rico de la ACLU.
Los vehículos aéreos no tripulados acapararon la atención pública por su uso sistemático por parte del Pentágono, para localizar, perseguir y matar a “enemigos” durante la “guerra contra el terrorismo” -con sus “daños colaterales” o matanzas de civiles en Irak y Afganistán. El gobierno estadounidense también emplea drones para patrullar la zona fronteriza con México, con el fin de detectar el paso de inmigrantes a su territorio.
Ahora, con los modelos de uso personal, es más fácil grabar a personas en su espacio íntimo. Se puede conectar un iPhone o Androide al control remoto, para manejar una cámara mientras se acerca el dron a un apartamento sin tener que usar una escalera o grúa, aunque la tecnología recreativa se supone que no esté fabricada con ese propósito.
“Los drones permiten a los aficionados tomar imágenes con un ángulo distinto, retratar la naturaleza desde el cielo, ver lo que antes no podían ver”, sostuvo el ingeniero Carlos Pesquera, excandidato a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista y propietario de una tienda en Río Piedras que vende los populares modelos Phantom de la marca DJI, cuyo precio comienzan en los $759. Pesquera mencionó que en Puerto Rico la adquisición de drones a nivel comercial está apenas comenzando. Muchos de estos aparatos se adquieren por internet.
Quienes llegan a su tienda a hacer la compra reciben información que indica los límites establecidos hasta el momento por la agencia federal, como por ejemplo no volar drones recreativos a más de 400 pies de altura, no dirigir el aparato más allá de la vista del que lo maneja y no volar cerca de las personas.
“Lo importante es que cuando se reglamenten los drones para uso de las empresas, que no se dañen las posibilidades de sus usos comerciales. Los drones van a ser importantes para que las comunidades puedan vigilar sus residencias de los delincuentes, para medir terrenos mucho más rápido desde el aire, para hacer inspecciones de antenas sin poner en riesgo a empleados, para hacer cine”, indicó Pesquera.
Los modelos comerciales, por ejemplo, se emplean desde 2012 en Francia, donde agricultores los vuelan para monitorear sus cultivos. Allí, usuarios han sobrevolado casi todas las 19 centrales nucleares del país, levantando críticas de organizaciones como Greenpeace, que alertan de que el uso descontrolado de drones en estas áreas de producción de energía puede causar una catástrofe ambiental.
La era de los vehículos aéreos no tripulados para uso privado abre en 2015 un debate aún más complejo, cuando empresas de comunicación están pidiendo permisos comerciales a la FAA para usar drones en cobertura de manifestaciones, actividades políticas y accidentes, entre otros, sin tener que gastar dinero alquilando un helicóptero. “Estamos lidiando con el choque de un derecho contra el otro. La legislación tiene que tener cuidado de que, en aras de proteger la intimidad, no vaya a limitar el derecho a la información. El reto es permitir la libertad de prensa y proteger a los ciudadanos de los paparazzi que usen mal la tecnología”, añadió Ramírez.
¿Qué herramienta legal tiene entonces el ciudadano para proteger su intimidad ante el uso inadecuado de estos vehículos aéreos? La misma que lo protege de cualquier uso indebido de fotos, videos o audios tomados con un celular, tableta o cámara convencional: la Constitución de Puerto Rico. A diferencia de la federal, la carta magna de la Isla protege a los ciudadanos de los actos cometidos por individuos o empresas que violentan la intimidad de otros.
El abogado constitucionalista Carlos Ramos, profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana, explica que si una persona se encuentra dentro de su propiedad, se entiende que tiene una expectativa de intimidad, y podría tener causa para ir a los tribunales a emprender acciones legales contra quien le violó sus derechos. Además, cuando medien empresas o personas que ofrezcan bienes o servicios y hayan tomado fotos, éstas no pueden ser usadas para beneficio económico o promocional sin autorización del ciudadano, porque violaría su derecho constitucional de autoimagen.
Si el ciudadano se encuentra en un lugar público o en un lugar privado que no tenga verja ni paredes, los tribunales entenderán que hay una menor expectativa de intimidad. Así las cosas, una persona que sea celosa de su privacidad, cauta usando las redes sociales, y que no ponga fotos muy personales en su Facebook para proteger su trabajo o su imagen, puede toparse con la sorpresa de encontrar en internet una fotografía suya, tomada sin permiso por el dueño de un dron. En la era digital, ya se ha perdido parte de la intimidad.
“Lo fundamental es qué impacto tiene en su persona esa foto que le tomaron”, añadió Ramos. “Por eso es que falta legislación para lidiar con los drones, independientemente de que la persona fotografiada haya estado en su casa o en una plaza pública”.