El apetito por el pepino de mar conecta al Lejano Oriente con el Caribe

La pesca ilegal del animal marino, considerado un manjar en China pero importante para mantener el balance ecológico del fondo del mar, ha proliferado en la costa caribeña venezolana con la anuencia del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

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El pepino del mar es un invertebrado marino que parece un gusano recrecido.

Foto por Guillermo Suárez | Ocean Reporting Project del Pulitzer Center

Pedro R., un hombre de 49 años, se prepara para sumergirse en el mar, frente a Boca del Río, en la Península de Macanao de la porción occidental de la Isla de Margarita. Lleva un esnórquel y dos chapaletasremendadas con alambres y pegamento. Es un buzo improvisado, padre de dos hijos, que practica la pesca gracias a la fuerza y el aguante de sus pulmones. Con la respiración contenida alcanza el lecho marino. En brazadas lleva la cuenta de cuánto ha bajado. Sabe que el límite que resiste está en 10 brazadas, justo para tocar fondo.

Una vez en el fondo, remueve la arena con las palmas de las manos para localizar su objetivo. Vuelve a la superficie. Flota unos segundos y toma aire por el deteriorado esnórquel. Se vuelve a hundir. Repite el esfuerzo hasta 50 veces al día para ganarse la vida.

Pedro R. le debe su sustento actual a una presa: el pepino de mar, un invertebrado marino de aspecto repugnante, con forma cilíndrica y alargada, como un gusano recrecido, de textura babosa y color pardo-verduzco.

El animal resulta crucial para la conservación de los ecosistemas marinos porque recicla nutrientes, airea el sedimento, controla la acidez del agua y complementa la biodiversidad. Su demanda menoscaba y amenaza a las poblaciones en todos los océanos, incluyendo las aguas del Caribe.

El pescador Pedro R. puede pasar cerca de seis horas en alta mar hasta cosechar 60 pepinos del mar.
Foto por Isayen Herrera | Armando.info y Centro de Periodismo Investigativo

Que el pepino de mar esté en veda permanente en Venezuela desde hace 27 años y que su pesca mutile el medio ambiente son detalles que no han detenido al Gobierno de Nicolás Maduro, que se propone ahora satisfacer el apetito de los consumidores en China, al tiempo que genera nuevos ingresos para las arcas del Estado.

En Puerto Rico, la pesca del animal no estaba reglamentada hasta 2016. Luego de que en 2011 una pequeña empresa de nombre Vermesco solicitó y se le concedió un permiso para su extracción comercial en el 2011, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, encomendó en 2013 un estudio independiente para evaluar el estado de la pesca de esa especie. Fue entonces que los investigadores recomendaron prohibir la pesca y continuar la investigación sobre el estado de situación de las poblaciones en las aguas circundantes. Esto último nunca ocurrió y al día de hoy la agencia gubernamental no tiene datos sobre la especie.

“Las poblaciones de pepinos de mar están sometidas a una intensa presión pesquera en todo el mundo. La mayoría de las especies comerciales de alto valor se han agotado”, alertaba la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) en un informe de 2009. Otro informe de 2015 encontró que los países exportadores de pepinos de mar pasaron de 35 a 83 entre 1996 y 2011. Pero solo nueve de esos países habían logrado su reproducción en criaderos: Tanzania, Sri Lanka, Indonesia, Malasia, Madagascar, Arabia Saudita, Nueva Caledonia y Vietnam.

La ola expansiva de la voracidad por los pepinos de mar en mercados asiáticos también alcanzó a la Isla de Margarita, meca turística en el Caribe, parte del estado Nueva Esparta, al noreste de la tierra firme venezolana. Y el requerimiento chino, sobre todo, cambió la vida de los pescadores locales, a unos 14,000 kilómetros de Beijing.

En Isla de Margarita, los pescadores han encontrado en el pepino del mar una fuente de ingresos ante la debacle económica del país.
Foto por Guillermo Suárez | Ocean Reporting Project del Pulitzer Center

Pedro R. es uno de ellos. En cada faena, pasa cerca de seis horas en alta mar hasta cosechar 60 ejemplares, el mínimo que debe completar para el esfuerzo que valga la pena. Al final de la jornada, le quedarán unos $30 en el bolsillo, un monto equivalente al salario mínimo mensual establecido en Venezuela.

Él no es el único que se arriesga por tan poco. Decenas de buzos hacen la misma tarea diaria. Aunque la actividad es ilegal, a la luz de la veda oficial establecida en 1997, se trata de la única fuente de ingresos en divisas con la que los pescadores margariteños cuentan ahora para sobrevivir, en medio de la debacle económica del país y de la isla.

Desde 1999 el Gobierno de Venezuela se convirtió en un depredador más de la criatura.

Durante una transmisión por cadena nacional de radio y televisión desde Beijing, el 14 de septiembre de 2023, Maduro ofreció una rueda de prensa para periodistas chinos, en la que mencionó por primera vez el pepino de mar como un producto que podría convertirse en una esperanza de intercambio con China, un aliado político, comercial y financiero de su gobierno.

“Se firmaron los protocolos para de inmediato empezar a exportar pescado en sus distintas presentaciones de los mares venezolanos a China, pescado sano, porque son mares sanos, no contaminados con energía nuclear, afortunadamente (…) Vamos a traer pepinos de mar, que tanto le gustan a los chinos en su cocina. ¡Los pepinos de mar de Venezuela!”, celebró.

No mencionó que Venezuela venía intentado reproducir los pepinos de mar en granjas acuáticas, sin éxito, ni que dichos emprendimientos fallidos habían estado a cargo de personas cercanas a su alta jerarquía.

Enchufados al ataque

Cuatro años antes del nuevo negocio entre Venezuela y China, algunos empresarios obtuvieron permisos de extracción de la especie marina. El propósito final era hallar un modelo que permitiera la reproducción controlada de los pepinos de mar y atender así la demanda internacional, evadiendo el decreto de veda y las posibles secuelas en el medio ambiente de una explotación a escala industrial de esta especie.

La primera fue Inversiones Island Fisher C.A, constituida en 2012. Se trató de una fábrica casi clandestina, cuyas instalaciones ahora se encuentran en estado de abandono al sur de la isla.

En 2019 la Brahim Yamal El Maaz Bahssas, cuñado del ex vicepresidente de Venezuela Tarek El Aissami, compró todas las acciones con otra socia, cuando El Aissami ya era blanco de sanciones por parte de Estados Unidos y de una investigación criminal por narcotráfico.

Aunque El Aissami vivió un ascenso en la jerarquía de Maduro, fue destituido en septiembre de 2023, y llevado a prisión en marzo de este año, como parte de las redadas de un caso de corrupción.

Maaz Bahssas, también enfrenta denuncias por una estafa millonaria al Ministerio de Minería de Venezuela. De acuerdo a las fuentes consultadas para esta historia, el mismo Maaz consiguió sacar y luego secar 840 kilos de pepinos de mar, el equivalente a casi 55,000 ejemplares. Sin embargo, no hay registro aduanero de la exportación. Una vez se sacan del mar, los pepinos se limpian y se secan antes de comercializarlos.

Un biólogo marino, quien pidió reserva de su identidad, admite que Island Fisher le pagaba en Margarita $500 por asesoría para aprender a limpiar y secar los pepinos. Tanto a él como al resto de los empleados siempre se les dijo que la empresa tenía permisos para sacar los pepinos del mar. Pero nunca nadie vio esos documentos.

El biólogo recuerda que en 2019, de un día para otro, la empresa despidió a todos sus empleados y cerró la operación. Dos de los cesados ahora trabajan en la Fundación de Especies Marinas (Fundemar), un ente privado creado en noviembre de 2020, en medio de la pandemia de Covid 19 que entonces mantenía paralizadas a todas las instituciones públicas.

La Fundemar empezó a trabajar hace cuatro años en convenio con la estatal Universidad de Oriente (UDO), en la sede del Instituto de Investigaciones Marinas de este centro educativo. Como signo de su prometedor estreno, Fundemar se ocupó de pintar la fachada externa de la institución, ubicada en Boca de Río, uno de los poblados más grandes del oeste de Isla Margarita. También de dar trabajo a profesores de la UDO y asegurar pasantías prácticas a estudiantes.

Pero Fundemar, que abrió sus puertas justo al año siguiente del cierre de Island Fisher en 2019, en realidad formaba parte de un ardid para mimetizar los intereses comerciales de explotación del pepino de mar con las actividades académicas y científicas.

En un recorrido por su sala de cría, se puede constatar que el proyecto fracasó en lo relativo al pepino de mar. El intento de reproducción solo consiguió tener larvas, pero ningún ejemplar pasó de juvenil a adulto en los experimentos.

El fiasco de Island Fisher y Fundemar no ha dejado más alternativa en Margarita que seguir en aguas abiertas con la explotación directa de los hábitats del pepino de mar. No hay ni regulación ni conteo. Ninguna autoridad — nadie, en realidad — sabe informar sobre cuántos ejemplares se extraen en un período determinado.

La propia Fundemar contrata a pescadores para que saquen la mayor cantidad por un dólar por cada ejemplar capturado. Eso es todo. La fundación-empresa no les entrega equipos de buceo. Y el deterioro del bioma ya empieza a sentirse en las costas de Margarita, especialmente fecundas para toda clase de bancos de peces.

“Cada vez son menos los ejemplares de buen tamaño que conseguimos y aún no se logran los objetivos [de industrializar la producción masiva]. Este negocio es una fachada”, denuncia el pescador Pedro R.

Empleados de Fundemar confesaron para esta investigación que los pepinos que mueren en los infructuosos intentos de acondicionar la reproducción en piscinas, así como los recolectados de manera deliberada para su comercialización, se secan y procesan en otro lugar. Ese lugar es el Parque Industrial El Dátil, otro emprendimiento de Reyes en Margarita. En el sitio web hreyesgroup.com se podía ver que pretendió procesar y comercializar los pepinos de mar, pero la información fue borrada de la red, aunque una captura de pantalla documentó la afirmación.

Según fuentes consultadas en el Ministerio para el Ecosocialismo, las frustraciones de los intentos por criar el pepino de mar no amedrentaron a Zhuo Huan Zheng Wu, un chino nacionalizado venezolano, de 52 años de edad, ni a Wolfgang Contreras, un criollo. En los documentos del Registro Mercantil consultados se confirmó que en 2022 crearon Inversiones Manglares con un capital de tan solo $9,000, según el tipo de cambio vigente al momento de su registro. La empresa, que hoy consta de poco más que dos neveras y un mostrador de exhibición, asegura que será capaz de convertir en cautiverio las larvas de Fundemar en ejemplares adultos.

Pese a que se intentó contactar por diversas vías tanto al Ministerio de Pesca y Acuicultura como a la gerencia de Fundemar, no se obtuvieron respuestas.

La recolección de la especie implica otros peligros

Rosa Salazar mantiene un altar en su casa resquebrajada ubicada en Punta de Piedras, un poblado de pescadores en la costa centro-sur de la Isla de Margarita. El memorial evoca a su hijo, que ahora tendría 25 años. Era pescador, como su padre y su abuelo, pero murió en la faena. Un infarto lo sorprendió mientras sacaba pepinos de mar. Su madre no necesitaba de conocimientos de medicina y fisiología para intuir que bucear con una manguera y un compresor de gasolina, a 10 metros de profundidad, conllevaba muchos riesgos. Lamentablemente, el presentimiento se cumplió con su hijo. Pero ni este desenlace fatal sirve como advertencia para los demás pescadores, que a diario enfrentan la disyuntiva entre la pobreza y los peligros submarinos.

Rosa Salazar, junto a sus nietos, recuerda a su hijo fallecido mientras pescaba pepinos del mar, en la Isla de Margarita.
Foto por Isayen Herrera | Armando.info y Centro de Periodismo Investigativo

Desde 2016 a la fecha, se han reportado varias detenciones de pescadores. En boletines oficiales del Minec a menudo se informa sobre incautaciones de cargamentos de pepinos de mar y reintegraciones de ejemplares al mar.

Con la práctica y la asesoría de algunos clientes de Asia, los pescadores de Margarita han aprendido maneras de procesar el pepino de mar que conservan su atractivo para los consumidores finales.

Pedro R., el pescador de Boca del Río, por ejemplo, conoce una forma particular de cortar sus presas para sacarles las vísceras. Luego las sancocha en agua hirviendo por 45 minutos, los embadurna de sal y los deja secar al sol durante seis días.

Siempre teme que lo lleven preso si lo encuentran sacando pepinos de mar que no estén comprometidos con la empresa permisada. A manera de iniciativa personal, cada día separa tres ejemplares secos y los carga consigo, envueltos en una bolsa plástica, como muestra para eventuales compradores.

En Margarita no hay muchas oportunidades de trabajo, y hasta la competencia por el pepino del mar empieza a menguar. Aunque no por tendencias del mercado. La escasez crónica de combustible limita las salidas a pescar.

Con todo, el Consejo del Poder Popular de Pescadores y Pescadoras Acuicultores y Acuicultoras (Connpa) una agrupación de pescadores que se formalizó alentada por la Presidencia en 2014, no pierde la esperanza de que la explotación de pepinos de mar se organice y genere nuevos empleos fijos en un trabajo legal.

“Es un animal inofensivo que mantiene limpio el fondo del mar”, comenta uno de sus integrantes, defendiendo la pesca racional. “Pero yo solo no puedo cambiar el mundo”, se lamenta, impotente.

La periodista Amanda Pérez Pintado colaboró en esta historia.

*Este reportaje fue posible gracias a una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo (CPI) de Puerto Rico.

**La serie fotográfica de esta investigación fue producida con el apoyo del programa Ocean Reporting Network del Centro Pulitzer.

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