Tras el desastre en los servicios de salud que causó miles de muertes durante el huracán María, organizaciones, pacientes y proveedores de diálisis desarrollaron un plan que pusieron en vigor durante la tormenta Ernesto.
En medio del colapso eléctrico tras el huracán Fiona, el Negociado para el Manejo de Emergencias y Administración de Desastres (NMEAD) incumplió la Ley de Comunicadores Esenciales, que obliga a esa agencia a facilitar el acceso a combustibles para los radiodifusores, quienes experimentaron dificultad para abastecer con diésel sus generadores eléctricos de respaldo.
Tres estaciones de radio fueron autorizadas por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) a suspender sus transmisiones del 27 al 30 de septiembre por interrupciones en el servicio eléctrico: W27DZ-D (Mayagüez), WOST (Mayagüez) y WWKQ-LD (Quebradillas). La FCC informó que 10 emisoras llegaron a estar fuera del aire el 20 de septiembre. Otras redujeron su tiempo al aire por la dificultad para abastecer sus generadores, encontró el Centro de Periodismo Investigativo (CPI).
“Fue difícil conseguir diésel, algo que no me pasó para María”, relató Julia Flores Ortiz, una de las gerentes administrativas de Uno Radio Group, que incluye las emisoras NotiUno 630 AM, Salsoul 99.1 FM, Fidelity 95.7 FM, HOT102, Radio Tiempo 1430 AM y Radio Leo 1170 AM. Dijo además que no encontró toda la cantidad de diésel que necesitaba para la estación WZAR 101.9 FM en Ponce con un mismo proveedor. En San Germán, la propietaria de WSOL 1090 AM, Lucy Rivera de Cardona, apagaba su generador eléctrico cada dos horas para racionar el diésel al ver las filas largas en los puestos de gasolina.
OROCOVIS — En el barrio Bauta Abajo en Orocovis no se ven cables del tendido eléctrico ni postes en el suelo. Pero a 12 días del azote del huracán Fiona, que produjo inundaciones devastadoras en el suroeste de Puerto Rico, las 1,308 personas que residen en este barrio batallan contra el ciclón del aislamiento y la falta de energía. Son las dos menos cinco de la tarde del primer sábado de octubre y el ruido de una pequeña planta eléctrica de 2,000 vatios obliga a doña Plácedes Virgen Collazo Colón a levantar la voz. Tiene 71 años, es paciente de obesidad mórbida y llama a su esposo para que la ayude a coger un pequeño envase donde están sus medicinas. El movimiento, en teoría, es fácil.