Los jonrones no se buscan en la caja de bateo. Pero cuando se batea con el madero de la resistencia, se conectan cuadrangulares kilométricos en el parque de la vida. 

En la isla municipio de Vieques se juega buen béisbol. Y aquí hace muchos años que también saben lo que es dar jonrones sin tener un bate de pelota en las manos. 

Mientras muchos llegan a Vieques para disfrutar de sus playas paradisíacas, Eddie Martínez Medina, de 15 años, está con su padre, Eddie Martínez Ponce, en una práctica de béisbol en el barrio Esperanza. Es una práctica atípica, porque solo son su padre y él. El vapor que se respira en el terreno del parque Esteban Rosa es clásico de una tarde soleada en el trópico. Eddie quiere “estar bien ready” y por eso mete mano aunque el sol está que pela. 

Eddie Martínez Medina, de 15 años, con su padre, Eddie Martínez Ponce, en una práctica de béisbol en el barrio Esperanza.
Foto por José Manuel Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo 

Bimbino, como le llaman en el barrio, estudia en la escuela especializada Albergue Olímpico Baseball Academy, en Salinas, donde pernocta entre lunes y jueves.

Entre domingos y jueves, este joven totaliza no menos de 300 kilómetros en sus viajes, que combinan mar y tierra; un toque de sacrificio por la línea de la determinación. Combina los estudios y el deporte “para echar pa’ alante”, aunque eso le consume más energías que las que gasta cuando suda sus uniformes en el terreno de juego. 

En Vieques residen aproximadamente 600 adolescentes entre las edades de 15 y 19 años, pero hoy Eddie es el único adolecente en este parque, que es el único que cuenta con alumbrado en todo el territorio que fue ocupado durante décadas por la Marina de Guerra de EE. UU. para realizar ejercicios militares. Está recostado en una verja donde cuelga una pancarta con una cita del filósofo chino Lao Tse: “Un viaje de mil millas comienza con un solo paso”. El chamaco lee esas palabras casi todas las veces que entra al parque, “porque motivan”, pero en su historial de viajes hay más días malos que buenos. “Eso es siempre”, asegura, en referencia al saldo de las dificultades y la atropellada rutina con el transporte marítimo. Insiste en que “la vida está complicada” y lo explica como si se tratara de un juego de béisbol. “A lo mejor usted fildea mal, pero en el bateo luce bien”, detalla, para destacar la semejanza del balance que implica estar vivo. 

Según datos del Censo, se estima que el 19% de la población de Vieques está compuesta por menores de 18 años. De acuerdo con la Oficina de Recreación y Deportes del municipio, 282 jóvenes participan en los 10 programas deportivos activos en la Isla Nena. Solo 20 juegan béisbol, en un solo equipo de jóvenes de 14 años que debe viajar en lancha para poder jugar.

En la cabeza de Eddie hay jonrones que no se ven a simple vista. 

“Como viequense y pelotero hay que hacer muchos sacrificios. Levantarse por la mañana, coger el ‘ferry’… Uno puede que llegue mareado a los parques para después jugar y quizás coger solo dos turnitos” al bate, comenta.

El padre de Bimbino, que también practicó este deporte y fue dirigente de pequeñas ligas, camina hacia nosotros. Hace rato que observa el terreno del parque que arregló la misma comunidad luego del huracán María en 2017, pues al sol de hoy, el Gobierno no ha comenzado los trabajos de reparación en Vieques. El año pasado la oficina municipal de Recreación y Deportes llegó a operar con un presupuesto de $140 en caja. El presupuesto más alto en los últimos meses no sobrepasa los $5,000, según informó su director Héctor Pérez Horta. 

El exdirigente se acerca para recoger un par de pelotas y lanzarle a su hijo cuando le toque batear para la malla, un ejercicio que repiten continuamente para perfeccionar la mecánica de bateo. Antes de comenzar, se sienta en las gradas a contar que trabaja arreglando patios y su esposa es conserje escolar.  

Nosotros trabajamos y nos sacrificamos por él y vemos los frutos, lo que él hace. La responsabilidad, la disciplina que él tiene. Nos motiva a seguir con él. ¿Me entiendes? A darlo todo por él. Mientras él tenga interés y disciplina, conmigo puede contar hasta la muerte”, expresa.

Los padres de Eddie hacen de tripas corazones para que estudie en una escuela especializada en deportes, que es privada, así tengan que mover cielo, mar y tierra en sus empleos. En agosto pagan $2,500 de matrícula a la institución y una mensualidad de $300.

Alrededor de siete estudiantes viequenses de múltiples disciplinas se encuentran activos en el Albergue Olímpico. 

“Eso es trabajo, trabajo y trabajo, y ahorramos. Yo puedo estar trabajando bajo sol, hacer tres patios bajo sol, pero cuando llego al parque y veo a mis hijos, estoy nuevo”, dice el padre del adolecente y de una joven universitaria. 

Sonríe. Observa a su muchacho y los ojos le brillan. Eddie hace su rutina de calentamiento en el terreno. No recibe instrucciones. Simplemente, ejecuta. Fluye como quien hace esto hace mucho tiempo. 

El padre comenta que la meta de la familia es que el menor de los hijos logre admisión en una buena universidad. La hija mayor, Katherine Martínez Medina, fue la primera de la familia en lograr una beca deportiva por béisbol y hoy es estudiante en la Universidad de Puerto Rico. Al padre le emociona saber que su hijo menor también tiene talento y reconoce que le gustaría que siga jugando béisbol hasta lograr una oportunidad de Grandes Ligas, aunque menciona que esa no es la prioridad. Lo que importa es que Eddie reconozca que a través del juego que le apasiona se puede ser un buen ciudadano. El parque para esta familia es una escuela.

“Cada vez que mi hijo se para en ese círculo de espera [antes de asumir un turno al bate] lo primero que hace es mirar para las gradas, buscando a su papá y a su mamá. Y eso es muy importante en el desarrollo”, destaca. 

Los fines de semana de Eddie no se asemejan a los del adolescente promedio. Un sábado para este joven comienza en la madrugada para montarse en la lancha que lo llevará de Vieques a la Isla Grande y, entonces, tomar ruta hacia el municipio donde tenga juego o práctica. 
Foto por José Manuel Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo 

Según su experiencia, en Vieques se hace cada vez más difícil mantener a las familias involucradas en el desarrollo académico, deportivo y laboral de los jóvenes. La crisis económica se agudiza aceleradamente, asegura, destacando la subida en el costo de vida. Aquí el 65% de las familias viven con ingresos anuales que no superan los $25,000 y el 19% viven con ingresos anuales por debajo de los $10,000. 

El padre de Bimbino resiente que el bajo mundo sea una alternativa tentadora para tantos adolescentes y jóvenes ante la carencia de servicios y oportunidades. Él ha visto esa tendencia a través de los años. Cuenta de un “peloterazo”, de un “prospecto” que conoció en sus años de dirigente. “Yo estaba bien orgulloso, contento, porque decía ‘coño, por fin, el papá viene’’. Ese padre no solía acompañar a su hijo cuando el equipo de pequeñas ligas hacía sus viajes a la Isla Grande para jugar. “Cuando llegamos al parque el nene da un jonrón, eso fue en el complejo de Fajardo, y cuando ese nene iba corriendo y mirando para las gradas [buscando al papá], a mí se me partió el corazón. Ese papá no estaba ahí. No estaba”. Aprovechó el viaje para hacer otras diligencias y no para ver a su hijo. “Eso me rompe el corazón. Viendo que padres, teniendo jóvenes con talento, se van a la deriva y dejan a sus hijos al garete, como uno dice. Eso me llena de coraje. No es fácil. Y ahora [el pelotero] está como mula de droga. Es una mula de droga”, señaló el exdirigente.

Reconoce que aunque el parque es una oportunidad para echar a los muchachos hacia adelante, en los últimos años, dice, son muy pocos los que se entregan al deporte con compromiso, precisamente por el reto que implica apostar a esa vía en esta isla municipio.

El movimiento de drogas en Vieques ha provocado varios operativos policiales estatales y federales en este año. El más reciente fue la incautación de un cargamento de 1,200 kilos de cocaína, valorado en alrededor de $20 millones. Los detenidos, que transportaban la droga en una lancha, tenían 27 y 22 años. 

En 2021, 15 personas fueron arrestadas en Vieques por narcotráfico en otro operativo de la policía. En días recientes, la directora de la Escuela Elemental Playa Grande, Naomi Félix, envió un mensaje a través de las redes sociales del plantel pidiendo a las comunidades aledañas que respeten los espacios educativos ante el alza en la criminalidad. 

Eddie Ponce Rosa, tío del padre de Bimbino, también está en el parque. Fue dirigente de pequeñas ligas en Vieques durante 30 años. Recientemente, se retiró de maestro. 

“A este parque venían 50 nenes a practicar cuando yo dirigía. Un día como hoy, un jueves [en verano], este parque estaba lleno. Mira ahora”, lamenta. Basta con dar un leve giro de esquina a esquina para ver más caballos pastando que niños jugando en esta comunidad. 

“Y cuando logras organizar un equipo con 13 o 14 nenes, son pocos los que terminan la temporada, por el sacrificio. Hay que viajar a [la isla grande de] Puerto Rico. Aquí ya no hay pequeñas ligas, no hay nada. Hacer un equipo es viajar con esos nenes todos los wikenes para la isla grande [en lancha]”, explica. 

Al igual que en la isla grande, en Vieques, menos del 50% de la población cuenta con un vehículo, según datos del Censo. La familia de Eddie paga alrededor de $55 mensuales para dejar su carro en un estacionamiento en Ceiba y transportarse con mayor flexibilidad cuando está en la isla grande. Cuando se complica el panorama, y no pueden llevar a Eddie a Salinas, toca coordinar el pon con algún amigo que ofrezca su vehículo para hacer la ruta una vez el muchacho llega a Ceiba. Lo mismo con el trayecto de vuelta de Salinas a Ceiba.

Para llegar recorre, por lo menos, 15 millas náuticas en ferry y no menos de 112 kilómetros en carretera por cada viaje que hace hacia el sur de la isla. El trayecto de ida le toma alrededor de cuatro horas y media.

Eddie ya perdió la cuenta de las veces que ha tenido que buscar un hospedaje de emergencia cuando la lancha lo ha dejado en sus viajes de regreso a casa. A veces hay que dormir en casa ajena.

“Es complicado y uno no sabe en cuál lancha virar”, dice el joven. La compra de boletos la mayoría de las veces es un dolor de cabeza, por la falta de organización y el costo. Tras la privatización del servicio de lanchas, los boletos se pueden cambiar por otro viaje solo 24 horas después de la salida del viaje original. Si a Eddie le surge un contratiempo o atraso para llegar a Ceiba, esto significa quedarse a pie o gastar en un nuevo boleto.

HMS Ferries, la compañía privada que asumió el control de las operaciones del servicio de lanchas el 15 de diciembre de 2021, informó al CPI que desde esa fecha ha mantenido una tasa de salida a tiempo del 98% en los viajes de Vieques y que “en las raras ocasiones en que una embarcación experimenta un problema mecánico que impide realizar un viaje la empresa pone otra embarcación en servicio”. 

Aunque la compañía no ofreció documentación que sostuviera ese registro de cancelaciones o cambios de viajes, varios viequenses confirmaron al CPI que, en efecto, las embarcaciones, la mayoría de las ocasiones durante el último año, zarpan a tiempo. Al mismo tiempo, viequenses han denunciado públicamente que cuando se acerca la hora de salida de alguna embarcación, al cierre del abordaje, se le da prioridad a turistas en lugar de residentes, lo que ocasiona que queden varados.

Sin embargo, la experiencia de este joven pelotero no siempre se amolda a los horarios de los viajes. “No sabes si viras ese mismo día o si tendrás que quedarte en un guest house o una casa. Son muchos sacrificios… el dinero, el tiempo…”, explica el joven. La última embarcación que viaja de Ceiba a Vieques entre lunes y viernes sale a las siete de la noche. Los fines de semana la lancha que más tarde sale para la Isla Nena zarpa a las 7:30 pm, lo que condiciona la vida de los jóvenes como Eddie que viven en una eterna carrera contra el tiempo.

Esa palabra — sacrificio — resuena tan fuerte como cada batazo que Eddie conecta contra la malla practicando bajo el sol. 

El tío lleva rato observando al sobrino en silencio. Tiene un hijo pelotero en Canadá al que echó adelante desde este mismo parque y con los mismos retos a los que hoy sus sobrinos le meten el pecho. “Aquí no se vive, aquí se sobrevive”, sentencia. “En el deporte y en cuestión de la vida social también. Y esos retos son los que nos hacen más fuertes y nos hacen competir”. 

Desde su perspectiva, los atletas viequenses siempre están en desventaja con los de la isla grande. 

“Los de la isla grande se levantan, se montan en un carrito y llegan al parque. Aquí hay que madrugar a las cuatro de la mañana para coger una lancha todos los fines de semana [cuando hay juegos]”, explica. El primer viaje para pasajeros de Vieques a Ceiba sale a las seis de la mañana.

Añade que los retos de hacer deporte se agudizan porque hay equipos en la isla grande que condicionan la permanencia de los atletas de Vieques en sus organizaciones al requisito de llegar a las prácticas durante la semana, aún cuando saben lo complicado del transporte marítimo y los retos económicos que implica.  

“Sin tener garantía de dónde quedarse, sin tener garantía de que podrá coger la lancha para dormir en la casa. Si los juegos acaban a las tres de la tarde, el de allá [de la isla grande] salió del parque a la casa. El de Vieques llega a las 11 o las 12 de la noche [a su casa]”, dice Eddie Ponce Rosa.

Es sábado, y el chamaco se levantó a las cuatro de la mañana para llegar a un parque de Caguas a pocos minutos del grito de “playball” del árbitro. Este viaje se suma a los dos semanales de ida y vuelta a la escuela en Salinas. Tiene juegos en Caguas, Arecibo, Barceloneta, Loíza, Carolina, Aibonito o dónde toque jugar pelota los fines de semana. ​​

”Desayunamos por el camino rápido, ajorados, pero siempre llegamos al juego. Un poquito tarde siempre, pero llegamos”, cuenta. 

Una vez terminan los dos partidos, Eddie regresa a Ceiba de noche. Siempre el plan principal es viajar a Vieques el mismo día. El último viaje de la lancha sale a las siete y treinta de la noche. Pero a veces lo deja la lancha o hay problemas con los boletos. El viaje desde Caguas al terminal de lanchas en Ceiba, como mínimo, es de una hora. El domingo, a partir de las tres de la tarde, Eddie vuelve a viajar, como de costumbre, para ir a la escuela. Allí se queda hasta el jueves, cuando vuelve a repetir el maratón de regreso. 

Cuando está en su natal Vieques, Eddie practica béisbol en el parque Esteban Rosa, que arregló la misma comunidad tras los daños que sufrió luego del huracán María en 2017. 
Foto por José Manuel Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo

El reloj marca las dos de la tarde y Eddie recoge sus cosas en el Albergue Olímpico. Tiene prisa, porque debe llegar a tiempo al terminal de Ceiba. La embarcación zarpa a las 5:30 de la tarde. De no llegar a tiempo, deberá esperar a la última lancha de la noche, que sale a las siete.

Su papá no lo pudo recoger hoy en Salinas. Contactó a su amigo, Herminio Rodríguez, para que recogiera a su hijo y lo llevara a Ceiba. Un maratón de una hora y media. Una ruta por toda la costa sureste de Puerto Rico, pasando por Guayama, Patillas, Maunabo, Yabucoa, Humacao y Naguabo. Eddie come nuevamente a la prisa en un restaurante de comida rápida. 

“El papá de Eddie es un gran amigo mío de años, desde que yo trabajaba en Vieques. Sé lo difícil que es conseguir la transportación. Y lo traigo para ayudar y estar con ellos en este proceso”, explica Herminio, quien trabaja y estudia. Aún así, apoya a la familia de Eddie. Un gesto de solidaridad. 

“Para mí significa mucho. Jugué béisbol muchos años y no tuve ayuda. Y a estos muchachitos jóvenes hay que echarlos hacia adelante. Yo sé cuánto sacrificio hay que pasar”, comenta. 

Y es que como Eddie, algunos jóvenes viequenses año tras año apuestan al deporte como una vía de desarrollo y superación. Desafían el ciclo de la indiferencia y el abandono gubernamental de viaje en viaje, por mar y tierra.