Nos quedamos sin memoria periodística

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Deterioro de los archivos de la Biblioteca José M. Lázaro en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

Foto tomada del perfil en Facebook del senador Rafael Bernabe

Quien quiera encontrar información de algún caso criminal de alto perfil o del desempeño de algún funcionario de los años 90 o 2000, o sobre la trayectoria de una comerciante, un artista o una atleta, no tiene de otra que ir a la colección de periódicos y revistas de la Biblioteca José M. Lázaro del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

Hace dos semanas intenté corroborar algunos datos históricos mientras editaba varios textos. ¿Quiénes habían sido los periodistas que cubrieron el Departamento de Educación en los 90 antes de que Víctor Fajardo fuera acusado de corrupción en esa agencia? ¿Qué reporteros fueron clave en revelar el caso del Instituto del SIDA, además del fallecido ex representante David Noriega?

Me volví a topar con uno de los obstáculos más terribles para cualquier investigador puertorriqueño: no hay archivos históricos en línea de los periódicos, más allá de los últimos  14 años.

El archivo completo de El Nuevo Día, el “periódico de récord”, dejó de estar disponible hace varios años aún para los suscriptores, sin más. El sistema de búsqueda actual está disponible solo desde 2008. En el caso de Primera Hora, cuando se busca “Víctor Fajardo”, el buscador dice que no encuentra nada.

Desde que Publi Inversiones compró El Vocero hace unos seis años, el periódico se publica con réplica digital, pero antes de eso, el archivo en línea no va más atrás de 2016. Metro y NotiCel son periódicos relativamente jóvenes que no estaban cubriendo en esa época.

Y entonces recordé que hace unas semanas también vi en las redes sociales fotos sobre el estado de “La Lázaro” como resultado de una vista ocular. La última vez que fui a la biblioteca, antes de la pandemia, se me hacía difícil respirar por la fuerte humedad que allí había, las goteras por donde bajaban cascadas, zafacones por todas partes para recoger el agua, plásticos cubriendo anaqueles de libros y computadoras, áreas completamente cerradas, en fin, una zona de posguerra, poshuracán, posdejadez y posmenosprecio por el conocimiento y la educación. El CPI también lo documentó en 2019. Ahora, parece que la situación es peor, si cabe. El nivel de deterioro es extremo.

Por una parte, los recortes a la Universidad de Puerto Rico impuestos por la Junta de Control Fiscal y aceptados por los gobiernos de turno, y por otra, la falta de liderato en su presidencia y Junta de Gobierno, que parecen no tener claras las prioridades a la hora de manejar los fondos de recuperación que fueron a la Universidad, y cuatro años más tarde, no se ven. A veces no se sabe qué es peor.

¿En manos de quién queda nuestra memoria periodística?

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