“Aquí nosotros no teníamos jaula [para lanzar el martillo y el disco]”, dice el entrenador Alejandro Benítez. “Esta jaula la hicimos nosotros, los atletas y yo, con los padres”.

La jaula es la estructura que protege a caminantes y corredores de cualquier lanzamiento errático en el campo de una pista de atletismo.

Han pasado casi 30 años desde que Benítez construyó su “taller de trabajo comunitario”. La estructura sigue ahí, en la pista de la urbanización Brisas del Mar, en Luquillo.

“Hace poco vino un ingeniero y construyeron una jaula nueva al lado. Se les dijo que los tubos tenían que tener cuatro pulgadas”, dice. “La hicieron con tubos de tres pulgadas. Usaron alambres que no debían usar y el huracán María desapareció todo eso, y la que construí con mis estudiantes, sigue aquí”.

El profesor y sus estudiantes construyeron también una covacha de cemento para guardar los materiales que él utiliza para enseñar a lanzar el martillo, el disco y la bala.
Foto por José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo

Benítez fue un atleta que corría 400 metros. Cuando terminó la escuela superior fue activado de inmediato al servicio militar para combatir en la guerra de Vietnam por dos años. Esa experiencia lo hizo ver el deporte y la educación como “algo mucho más profundo”. Y desde entonces no ha cobrado un solo centavo a cambio de enseñar a lanzar el martillo, la bala o el disco.

“Cuando llegué aquí a Puerto Rico vi cómo estaba el Pueblo, cómo estaba el País… empezó a generarse la droga. Y en Sabana Abajo, en Carolina, donde yo vivía, empecé a reclutar muchachos para ir a correr por la carretera. Y cuando empecé como maestro en Luquillo, hacía lo mismo. Me iba con los corredores de fondo y medio fondo. Luego, cambié a lanzamiento. También entrené saltos, salto largo, salto alto”, recuerda.

Destaca que “muchos pensaban que había que cobrar dinero […] Vi el deporte como una herramienta para sacar a los muchachos del ambiente de drogas y alcohol”.

Mientras conversa con el CPI, Benítez, quien también se desempeñó como entrenador de lanzamiento en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), está acompañado por Kyonis y Jerome Vega, dos hermanos que gracias al lanzamiento de martillo y al deporte escolar abrieron puertas que definieron sus futuros profesionales. Ambos son producto de las escuelas públicas.

Kyonis es bióloga marina. Logró una beca deportiva en la UPR en Humacao, y Jerome, en la Universidad Metropolitana, ahora el Recinto de Cupey de la Universidad Ana G. Méndez. Jerome completó un bachillerato en educación física. Ganó oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador este verano y es poseedor de la marca nacional para el evento de lanzamiento de martillo. Quebró la marca nacional que tenía su padre, Santos Vega, otro pupilo de Benítez y medallista de plata en los Centroamericanos de San Salvador 2002.

Los hermanos Jerome y Kyonis Vega, junto al maestro Alejandro Benítez, quien construyó una jaula en la pista de la urbanización Brisas del Mar, en Luquillo, donde también se exhibe una foto de la lanzadora de disco Gianna Castro Torrens.
Foto por José M. Encarnación Martínez | Centro de Periodismo Investigativo

“Salíamos de la escuela y nos íbamos a la pista con papi. Empezamos jugando con las cosas y lo que empezó como diversión se transformó”, recuerda Jerome, quien finalizó décimo noveno en el Campeonato Mundial de Budapest, Hungría, en 2023, sin ser atleta a tiempo completo.

Desde la perspectiva de Kyonis, los programas escolares deportivos daban herramientas para que el estudiante se involucrara de manera directa.

“Había competencias escolares que empezaban con una eliminatoria en el mismo pueblo, luego se iba a las regionales, después de la clasificación regional para las nacionales, y de ahí hasta se viajaba. Eso motivaba a muchos estudiantes de muchas escuelas, en disciplinas que no necesariamente eran tradicionales, como el lanzamiento [de martillo], por ejemplo”, dice. “Y algo importante es que los maestros siempre nos dejaron claro que era una opción viable y real tener becas deportivas para poder pagar los estudios a nivel universitario”.

Jerome optó por ir a la universidad en la que su papá era entrenador. De esa manera pudo continuar el trabajo que comenzó con el profesor Benítez a nivel juvenil. “Fue la transición de tener el potencial a explotarlo, a sacarle lo mejor y de una vez costear los estudios. Tuve la dicha de tener una beca en la cual no necesitaba trabajar. Me costeaba el hospedaje, los estudios, me pagaron los libros y un estipendio mensual”. Esto le permitió enfocarse en estudiar y practicar el deporte.

A diferencia de la experiencia de su hermano, la UPR de Humacao no podía ofrecerle hospedaje y un estipendio tan generoso a Kyonis. Ella tuvo que trabajar, estudiar y hacer deporte al mismo tiempo. Nunca se pudo hospedar. Viajó de Luquillo a Humacao todos los días de semana, y luego regresaba para entrenar en Luquillo. Llegó el momento en que tuvo que decidir priorizar sus estudios. Aún con esas dificultades, su situación era mejor que la que enfrentan los atletas del sistema UPR desde 2018, cuando entró en vigor la reducción de becas y un recorte de 50% a la cobertura de las exenciones de matrícula a los deportistas como parte de los ajustes impuestos por la Junta de Control Fiscal.

“Teníamos un acuerdo: entrenaba en Luquillo, pero me dejaban representar a la Universidad de Puerto Rico en Humacao. Pero el gasto de gasolina y el viaje eran bien fuertes. A veces tenía que escoger entre echar gasolina, pagar el peaje o comer. Pero pude manejarlo. Mi familia también fue crucial en eso. Hoy tengo una carrera gracias al deporte”, dice Kyonis.

Antes de su medalla dorada a nivel centroamericano y de convertirse en el primer puertorriqueño en registrar una marca por encima de los 70 metros en lanzamiento de martillo, Jerome apenas recibía fondos suficientes para entrenar a tiempo completo.

“Siempre llegaba un mensaje [de la Federación de Atletismo o el Comité Olímpico], pero en ocasiones el mensaje no se concretaba. Teníamos ideas, campamentos de entrenamiento en lugares de mayor exposición, en el sentido de países de campeones mundiales, campeones olímpicos. Pero nunca se concretaba. Antes de los Juegos Centroamericanos [2023], comencé a recibir una ayuda del Comité Olímpico. Luego que gané el centroamericano, la ayuda aumentó. Así que con esa parte vamos mejorando”, reconoce el atleta.

Entrenar en las mañanas, trabajar durante el día y luego entrenar nuevamente en las tardes es la ecuación de un éxito sacrificado. “Para luego de todo eso, separar un poco de espacio para ser esposo, ser papá”, añade este joven deportista.

¿Falsa salida deportiva?

Por los pasados 25 años el cubano Ubaldo Duany ha vivido de primera mano el desarrollo de la cultura deportiva en Puerto Rico en múltiples niveles. Su óptica tiene una perspectiva amplia, tanto a nivel local como internacionalmente. Fue atleta de salto largo y se formó como entrenador de atletismo en la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte en La Habana, Cuba.

Duany entrenó a la dos veces campeona mundial de triple salto y dos veces medallista olímpica (oro y plata), la colombiana Caterine Ibargüen, y entrena a Alysbeth Félix, primera puertorriqueña en ganar medalla panamericana en atletismo, cuando se colgó la plata en Santiago 2023, en Chile.

“Lo primero es estar pendiente de su desarrollo educativo”, dice Duany cuando se le pregunta por las claves para desarrollar a un atleta élite. “Y ese desarrollo educativo empieza en la primaria [escuela elemental]. Cuando uno lo relaciona con una pirámide, pues esa es la base del entrenamiento deportivo, que inicia en la educación primaria de los estudiantes”, dice el entrenador, quien tiene un punto de vista privilegiado al haber estado inmerso en dos sistemas deportivos completamente distintos: el de Cuba y el de Puerto Rico.

Ha visto de cerca la desconexión entre el deporte escolar, las universidades y luego el impacto que tienen esos vacíos al más alto nivel competitivo en Puerto Rico. En sus años en Borinquen, Duany trabajó como entrenador en la Universidad del Turabo y posteriormente con la Universidad Metropolitana, hoy recintos de Gurabo y Cupey, de la Universidad Ana G. Méndez. 

“Puerto Rico tiene un desarrollo diferente. La base del entrenamiento deportivo aquí está en los clubes y los clubes son entidades individuales o privadas que trabajan de forma separada. No hay un seguimiento como lo tienen otros países, con un metodólogo para ir midiendo el proceso o hacia dónde vamos en esa parte inicial [las escuelas], lo que hace que se tengan muy buenos resultados en categorías inferiores y posteriormente vayan desapareciendo en la categoría de alto rendimiento, en la categoría élite”, explica Duany.

Habla específicamente de su experiencia con el atletismo puertorriqueño y del sistema privado en el que trabajó, “pero eso se va extendiendo a cada uno de los deportes”, asegura. “Porque el otro eslabón de la cadena son las universidades. Y las universidades tampoco responden, necesariamente, a las federaciones porque son entes privados que responden a sus propios intereses. Entonces, si las universidades no reclutan el mejor personal técnico metodológico para que trabaje con esas figuras que van saliendo de la categoría menor y entran a la categoría universitaria y no son capaces de desarrollarlos más allá de los cuatro años que están en esas universidades, entonces se van perdiendo resultados. Y los talentos van desapareciendo. Se convierte en un cementerio de talentos”.

Para Duany eso no quiere decir que esos deportistas no reúnan las condiciones para acceder a un nivel de alto rendimiento. El problema es que, si bien hay atletas que superan la desconexión entre escuela, federaciones y universidades, muchos lo hacen a costa de un sacrificio desproporcionado.

“A veces se exigen [desde las estructuras del deporte nacional] unos resultados que el deportista, por trabajar y estudiar a la misma vez, no puede prepararse a tiempo completo como en otros países. Se hace mucho más difícil”, lamenta el entrenador universitario.

Alysbeth Félix, quien practica el heptatlón y el salto largo, se formó en el sistema privado, pero es un ejemplo de lo que señala Duany. “Tiene que estar aquí en una de las sesiones entrenando a las cuatro de la mañana para posteriormente ir a trabajar y cuando sale en la tarde volver a entrenar. Y eso va en detrimento del rendimiento deportivo. Si Alysbeth hubiera tenido mucho más tiempo, mucho más apoyo en el transcurso de su carrera, pues hubiéramos estado en un escalón más arriba”, puntualiza.

En septiembre del año pasado el Departamento de Educación y el Departamento de Recreación y Deportes llegaron a un acuerdo de colaboración para “mejorar y expandir la programación deportiva y educativa”. Sin embargo, el acuerdo vence en junio del año en curso sin que se hayan visto los frutos de ese convenio. Al cierre de esta historia, ninguna de las dos agencias habló con el CPI sobre el alcance de esta colaboración.