El amor no mata. El machismo sí. Cuando los periodistas informamos sobre violencia de género tenemos que tenerlo en cuenta. Nuestro trabajo es esencial en el camino por combatir las relaciones desiguales y la violencia de género que le ha costado la vida a 64 mujeres en los pasados cinco años, según las estadísticas de la Policía de Puerto Rico.
Cuando el titular de una nota informativa o de un reportaje es “Otro de esos amores que matan” o se hace referencia en el cuerpo de la noticia a que un agresor “la mató por celos”, “no aguantó verla con otro” o “se dejó cegar por la pasión”, realmente no estamos informando. Estamos dándole un valor errado a un patrón que atenta contra la vida de seres humanos, justificando un crimen y perpetuando prejuicios sobre las relaciones de pareja.
Existen múltiples publicaciones que han desarrollado colegas en distintas partes del mundo y que están disponibles en internet sobre cómo cubrir responsablemente la violencia de género.
Para beneficio de quienes leen directamente este espacio, comparto algunas de las consideraciones más importantes que entiendo deben tenerse al informar sobre violencia de género:
- Establecer desde el inicio que se trata de violencia de género, de una relación en la que una parte asume que tiene poder sobre la otra y se siente con el derecho a disponer de esta, y que es una violación de derechos humanos. La violencia de género incluye el asesinato. También la agresión, física, sexual, emocional y el control económico. Si un hombre asesina a sus hijos para hacerle daño a su pareja o expareja, como ocurrió en Ponce el 2 de noviembre de 2016, se trata de violencia de género, porque es el ejercicio de poder de un hombre contra su pareja.
- Calificar la violencia de género como lo que es: un crimen. Por eso hay que evitar los tan perjudiciales clichés de “hecho pasional”, “arranque de celos”, “ataque de cuernos” o calificar a un agresor sexual como un “fresco”. Primero, no es cierto que una persona no pueda razonar en cuanto a su trato a otra persona. Segundo, estas frases perpetúan estereotipos que, precisamente, fomentan la desigualdad en las relaciones y le restan seriedad a un asunto sumamente serio.
- Contextualizar. Incluir cifras. La violencia de género es un problema social. No se trata de incidentes que ocurren aislada, esporádica o casualmente. Tanto así que la Organización de las Naciones Unidas la califica como una pandemia. Informa la Organización Mundial de la Salud que en todo el mundo, casi un tercio de las mujeres que reportan haber tenido una relación de pareja han sufrido alguna forma de violencia física o sexual por parte de su pareja. Incluir estos datos le facilitan al público entenderlo así.
- Velar por que no haya apariencia de que se está justificando el crimen. Con cada oración que se escriba o se diga, nos toca reflexionar: “¿Podría parecer que estoy justificando la agresión?”. Si la respuesta es que sí, hay que borrar y reescribir, tantas veces sea necesario. Si nuestro reportaje incluye frases o citas como “parece que ella le dio primero” o “ella sabía que él era así”, no estamos informando, estamos abriendo el espacio para que se le adjudique a la víctima una culpa que no tiene. Hay que poder distinguir claramente entre víctima y agresor; estamos hablando de relaciones desiguales.
- Comprender que la violencia de género es un ciclo complejo del que es muy difícil salir. Las mujeres permanecen en relaciones abusivas por múltiples razones y no queda de nosotros ni de nadie validarlas o no. Es muy probable que una mujer agredida o asesinada por su pareja nunca le haya contado a nadie sobre cómo era realmente esa relación. Quizás nunca lo denunció o tal vez obtuvo una orden de protección y luego pidió que se retirara. Es muy frecuente que las mujeres en ciclos de violencia de género retomen la relación con su agresor. Entonces, nos debemos preguntar, ¿hacen estas circunstancias a la víctima más o menos culpable de la agresión sufrida? La respuesta siempre es que no. Por eso, nuestro deber no es enfatizar en las acciones de la víctima, sino en las del agresor.
- Procurar que nuestras fuentes sean testigos directos o expertos en violencia de género. Los vecinos, los familiares y los amigos pueden decir muy poco sobre las dinámicas que ocurrían en la intimidad de una relación de pareja. Por eso, es irresponsable publicar sus opiniones en cuanto al carácter del agresor (“él era bien bueno”) o a la percepción pública que de ellos se tenía (“él se veía que la quería mucho”). Un testigo directo, si está disponible, puede decir lo que realmente pasó. Siempre es recomendable buscar la voz de una psicóloga, un trabajador social o un consejero profesional licenciado para explicar la complejidad de la violencia de género. También es una práctica correcta procurar representación de mujeres expertas en este y todos los temas que tratamos a diario. Hay que tener en cuenta, además, que las voces de autoridades oficiales también pueden estar prejuiciadas o reproducir estereotipos de género.
- Proteger la intimidad de sobrevivientes de violencia de género. Publicar una fotografía de una mujer que ha sufrido violencia de género sin su consentimiento es una forma de revictimizarla, aún más en un país tan pequeño como el nuestro. Cada medio y cada periodista debe tener sus políticas y deben ser consistentes. Muchas veces las víctimas de violencia de género son tratadas en los medios de forma diferente según la clase social a la que pertenecen, teniéndose menos consideraciones con las mujeres pobres. Las víctimas sobrevivientes de violencia de género tienen derecho a permanecer anónimas, y es nuestro deber proteger su intimidad evitando difundir imágenes suyas o datos personales como su nombre y dirección.
- Informar sobre las consecuencias para los agresores. El público debe conocer las consecuencias de la violencia de género. Por eso, es importante darles seguimiento a los casos que se reportan, publicar el desarrollo de las investigaciones de las autoridades, las negligencias, si ocurren, y las sentencias de los tribunales. Los medios deben evitar la apariencia de impunidad para los agresores.
- Evitar el sensacionalismo. Informar los detalles de una agresión sin contextualizar, sin establecer las consideraciones anteriormente presentadas, puede significar caer muy fácilmente en el sensacionalismo. No es ético y limita enormemente el poder de contribución que como comunicadores tenemos.
- Publicar información que pueda ayudar a otras mujeres en peligro. Muchos medios alrededor del mundo han adoptado la práctica de incluir al pie de cada noticia relacionada con este tema los números de teléfono a los que las personas en una relación de violencia de género pueden llamar para pedir ayuda. En Puerto Rico son el 9-1-1 para emergencias y la Línea de Orientación de la Oficina de la Procuradora de las Mujeres 787-722-2977. Existen muchos otros servicios de atención y apoyo que también pueden ser incluidos.
¿Qué más podemos hacer? Educarnos. A continuación, unos pocos de los muchos recursos en línea relacionados con la cobertura de violencia de género.
Cobertura mediática y violencia de género en Puerto Rico. Guía para periodistas y
profesionales de la comunicación.
Derechos humanos, violencia contra las mujeres y feminicidio
Lo que los periodistas deben saber para no contribuir a la violencia de género
Decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer
Manual para periodistas sobre coberturas de género
Colegas, nos toca educarnos y mejorar cada día. Estemos siempre conscientes de que nuestro trabajo puede ayudar a combatir la violencia de género, pero también puede servir para perpetuar los estereotipos que la refuerzan. Lo correcto es lo primero.
Este texto se reproduce con la autorización de la autora. Originalmente se publicó en asppropr.wordpress.com.
Excelente lectura y además de tipo “permanente” o “siempre actual”. Por favor añadir tags/categorías para que el artículo se encuentre mejor una vez salido del radar de los feeds. Gracias.