Hace años que observo una transformación social y política en Puerto Rico. El histórico resultado electoral de esta última jornada no debió tomar por sorpresa a nadie debido al cada vez más evidente hastío de la ciudadanía con décadas de ciclos electorales de lealtad a los, hasta ahora, dos partidos principales sin que se hayan logrado cambios de peso en política pública, adecentamiento en la gestión pública ni transparencia en los procesos de gobernanza.
No ha disminuido la pobreza en el país, el deterioro de la infraestructura pública es cada vez más notable, los servicios públicos menguados, la falta de oportunidades y de trabajo, la corrupción, la ausencia de iniciativas de desarrollo económico local de peso que impulsen al país en una nueva dirección. Ninguno de los partidos que han tenido el turno al bate han logrado atender estos problemas estructurales.
De ahí sale la diversidad que surge en la nueva Asamblea Legislativa, con decenas de caras nuevas que hacen evidente el cambio de liderato desde el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC), el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) y el Proyecto Dignidad (PD), tras lograr en conjunto el voto del 35.14% del electorado. Resulta que no solamente han roto el paradigma político tradicional en Puerto Rico, sino que son un punto de no regreso para que el nuevo gobierno venga obligado a administrar desde el consenso para poder ser funcional. Tal parece que tendrán que quedar atrás los tiempos del “banquete total”, de la arrogancia y la arbitrariedad de las mayorías absolutas o de los gobiernos compartidos entre partidos que se rascan las espaldas.
Si bien es cierto que según las encuestas era anticipable un gobierno compartido, contrario a otras ocasiones, los resultados preliminares apuntan a que a partir del 2 de enero de 2021 el nuevo gobernante tendrá que administrar contando con los partidos nuevos, así como el PPD y el PIP para poder aprobar legislación, establecer políticas públicas y negociar la reestructuración de la deuda, entre otros asuntos que apremian.
Esto, sumado a la realidad de la Junta de Control Fiscal que controla el presupuesto del país, hará que quien gobierne tenga que maniobrar como nunca para adelantar una agenda de gobierno. El liderato electo necesitará construir confianza y legitimidad entre sus adversarios políticos.
El proceso de conteo de los votos fue retrasado por fallas en las máquinas de escrutinio electrónico en varios colegios donde no se leyeron digitalmente las papeletas y debido también a una gran cantidad de sufragios adelantados que también tuvieron que ser contados a mano. Esto causó que a cuatro días de haberse cerrado los colegios todavía se desconozca el resultado final de algunas contiendas.
Preliminarmente se perfila ganando la gobernación el candidato del PNP, Pedro Pierluisi Urrutia, con una mayoría del PPD en el Senado, y se proyecta además, que esa colectividad también obtendría los 26 escaños en la Cámara de Representantes. De no lograrlo, el PPD tendría que hacer alianzas con el PIP, el MVC y el PD, incluso para elegir quiénes dirigirán ese cuerpo legislativo.
Hubo cambios en el tablero, al menos en lo que hasta ahora se ha informado: más mujeres salieron electas, más escaños a partidos nuevos y mayor representación de candidatos abiertamente LGBTT. Según Natalie Caraballo del Proyecto 85, de 22 mujeres electas en el 2016, al momento van 34 mujeres electas este año. El candidato independiente José Vargas Vidot revalida en las primeras posiciones. El PIP, por su parte, con un crecimiento de más de 500% en las urnas, parece que comienza a superar el lastre de la represión y la persecución política que históricamente ha experimentado y que había sido un disuasivo para muchos que no votaban bajo su insignia, para lograr una proyección efectiva como un partido con posibilidades reales de administrar el país.
La casi segura elección de hasta diez legisladores de entre el MVC, el PIP, PD y el senador independiente Vargas Vidot, hará necesario que la Rama Ejecutiva y la mayoría de la Asamblea Legislativa tengan que tomar en cuenta a todo el espectro político para tomar decisiones consensuadas. Es casi inevitable: tendrán que hacer alianzas quiéranlo o no.
Transformaciones recientes en la historia política electoral en Puerto Rico
La elección de una mujer, un gobierno compartido, el primer nuevo partido en más de 24 años, un partido de los trabajadores, un comisionado residente y un gobernador de partidos distintos en el mismo término. Estos habían sido los cambios en el tablero electoral de las pasadas décadas. Ninguno posiblemente tendría tantas consecuencias como el del 2020.
La última vez que un gobernador incumbente fue reelecto a un segundo término fue en las elecciones generales de 1996. En aquella elección, el PNP retuvo el control de las ramas ejecutiva y legislativa, así como la mayoría de los 78 municipios. Pedro Rosselló González obtuvo 1,006,331 votos (51.1%) versus 875,852 votos (44.5%) del entonces candidato por el PPD, el alcalde de San Juan, Héctor Luis Acevedo.
Tras dos términos y en medio de casos de corrupción y los enfrentamientos durante la huelga por la venta de la Telefónica de Puerto Rico, entre otras controversias, Rosselló González anunció que no aspiraría a un tercer término, convirtiéndose en el candidato a la gobernación por el PNP Carlos Ignacio Pesquera, entonces secretario del Departamento de Transportación y Obras Públicas (DTOP), quien perdió frente a la candidata del PPD, Sila María Calderón. La primera mujer electa a La Fortaleza con 978,860 votos. El PPD ganó la mayoría de los escaños en ambas cámaras legislativas y en los municipios.
En medio de su mandato, Calderón anunció que no aspiraría a un segundo término. Desde entonces ha habido una alternancia de gobernantes de cuatro años.
En las elecciones del 2004, Aníbal Acevedo Vilá, entonces comisionado residente en Washington fue el candidato a la gobernación por el PPD que resultó favorecido por un estrecho margen frente a su principal contendor, el ex gobernador Rosselló González. No obstante, el PNP copó el resultado del resto de las posiciones políticas, logrando una mayoría en la Asamblea Legislativa, la mayoría de los municipios, y por primera vez, la comisaría residente en Washington (de un partido distinto al gobernador), para dar paso a un gobierno compartido. Además de haber sido la última elección en la que se presentaban sólo los tres partidos tradicionales, el PIP no logró su inscripción, lo que se repetiría por los próximos tres ciclos electorales.
Ese cuatrienio estuvo marcado por múltiples controversias. Tras perder la gobernación, Rosselló González intentó convertirse en presidente del Senado tras ocupar el escaño por el distrito de Arecibo que le cedió el senador elegido, Víctor Loubriel. De esta forma, comenzó una lucha recia entre la facción de Rosselló González y el entonces presidente senatorial, Kenneth McClintock Hernández, que culminó con la expulsión de este y otros cinco senadores de su partido (denominados “los auténticos”) como consecuencia de hacer frente común en contra de las aspiraciones del exgobernador Rosselló González. Estos impugnaron las sanciones y el Tribunal Supremo invalidó su expulsión.
Por primera vez en 24 años, los votantes en las elecciones de 2008 contaron con un cuarto partido en la papeleta, Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR). Fue la primera elección en la que un gobernador incumbente buscaba la reelección acusado de 24 cargos federales relacionados al financiamiento ilegal de sus campañas. El entonces candidato PNP, Luis Fortuño Burset, obtuvo 1,025,965 votos (52.84%) frente a los 801,071 votos recibidos por Acevedo Vilá (41.26%), lo que se convirtió en la peor derrota del PPD en su historia. La candidatura de Rogelio Figueroa por el PPR obtuvo 53,693 (2.77%) votos. Ni el PPR ni el PIP quedaron inscritos; pero obtuvieron logros; además, una decisión judicial declaró ilegal que los endosos para inscribir un partido tuvieran que ser juramentados ante notario y se flexibilizaron los requisitos en ley para organizar políticamente una colectividad, lo que provocaría la creación de otros partidos en el futuro.
Este fue el caso de las elecciones de 2012, en las que participaron seis partidos. Además de los partidos tradicionales, se formó la coalición Movimiento Unión Soberanista (MUS), el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) y se inscribió por segunda ocasión Puertorriqueños por Puerto Rico. Aunque esa novel oferta de partidos emergentes supuso otro avance político, el electorado optó por votar mayoritariamente por los partidos tradicionales. Entre el PPR, MUS y PPT lograron apenas 35,503 (1.9%) votos. Ni estos ni el PIP quedaron inscritos, alzándose como gobernador el candidato por el PPD, Alejandro García Padilla con 896,060 (47.73%) votos frente a los 884,775 (47.13%), una estrecha diferencia de 11,285 votos de ventaja ante Fortuño Burset. Aunque el PPD obtuvo mayoría en las cámaras legislativas, el electorado revalidó a Pedro Pierluisi del PNP como comisionado residente en Washington.
Los evidentes problemas fiscales y de deuda pública que llevarían a la aprobación de la Ley PROMESA en 2016, los traspiés de su administración en establecer políticas que sacaran a Puerto Rico de una recesión económica y los casos de corrupción que vincularon figuras prominentes del PPD encabezados por el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Jaimé Perelló, con el recaudador Anaudi Hernández, cancelaron la posibilidad de una reelección de García Padilla, quien anunció que no aspiraría a un segundo término.
El resultado del pasado ciclo electoral de 2016 – hasta ahora – había sido la fisura más grande del bipartidismo en la historia política reciente en Puerto Rico. Con cuatro partidos inscritos, (PPD, PNP, PIP y el PPT) los electores contaron además con dos candidatos independientes a la gobernación: Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre. Los resultados de las votaciones daban indicios de que por primera vez en la historia reciente, una parte significativa del electorado se inclinaba a dejar atrás la cultura de que el PNP y el PPD eran las únicas opciones viables para gobernar. Lúgaro logró 174,529 votos y Cidre otros 89,890, lo que sumado, representó casi el 17% de los electores que acudieron a las urnas. El ganador fue Ricardo Rosselló Nevares, electo con un 41% del electorado. Estas cifras definitivamente comenzaban a indicar que podía darse un quiebre al bipartidismo y el desgaste de los, hasta entonces, partidos principales.
Cuatro años después, la erosión de los dos partidos políticos principales se ha hecho más evidente que nunca. Ya sea por las políticas de recortes y medidas de austeridad que se repitieron en esta administración de la mano de la Junta de Control Fiscal, como antídoto a la bancarrota y la crisis fiscal del Gobierno, el desastre de la respuesta gubernamental a las emergencias por María, los terremotos, y más recientemente, la pandemia, las conversaciones misóginas en el chat de Telegram, los contratos a amigos y allegados sumado a los políticos y funcionarios acusados de corrupción, el resultado del pasado martes marca una tendencia de desapego del electorado al dominio bipartidista. Con cinco partidos políticos y un candidato independiente a la gobernación, los resultados evidencian el inicio de cambios en el paradigma político. Si bien es cierto que el PNP y el PPD siguen siendo las dos más grandes fuerzas electorales, el decrecimiento de su base electoral es evidente. Una tercera parte de los que fueron a votar, optaron por las candidaturas a la gobernación del PIP y los partidos emergentes MVC y PD. Todavía queda mucho por analizar, por ejemplo, sobre la cantidad de votantes inscritos que no participaron, si fue eso abstención o efecto de la emigración o del encierro por el COVID-19, el papel de las redes sociales, en fin, el análisis completo con todos los datos finales de frente.
“Honestamente creo, que aunque se anticipaba, el golpe ha sido tan fuerte no se habían preparado. Todos tienen que hacer una reflexión profunda. Lo que no estamos seguros es cómo lo van a enfrentar. ¿Vamos a verlos en alianzas entre ellos? ¿Vamos a ver por primera vez tratando de llegar a acuerdos con los grupos emergentes? Los resultados electorales plantean que ya se acabó en El Capitolio la ley del más fuerte y tengo mis serias dudas sobre si ellos lo han entendido”, me comentó el constitucionalista Carlos Ramos González.
En los últimos días los presidentes del PNP y PPD, Pedro Pierluisi y Carlos Delgado Altieri respectivamente, han hablado de alianzas, diálogo, introspección. Entonces, ¿el PNP y el PPD habrán entendido el significado de esta elección? ¿Se traducirá este mensaje en las urnas en una nueva manera de gobernar a partir del 2021 o viviremos un nuevo capítulo traumático que empeore la realidad del país? Eso está por verse.
Posdata
Al cierre de esta columna, se discute la noticia de que, sin tener la certificación final de candidatos electos de parte de la CEE y sin que se tenga certeza de la composición final de la Asamblea Legislativa porque todavía se cuentan votos, el representante por el PPD, Rafael “Tatito” Hernández se autoproclamó el viernes presidente de la Cámara de Representantes y repartió públicamente las posiciones de liderato en ese cuerpo legislativo. Un grupo de jóvenes de su partido, que además recibió la mayoría de votos de los electores, han impugnado la acción de Hernández y su grupo tildándola de “golpe de Estado”.
Agradecida de leer este articulo
Excelente a análisis. Por los acontecimientos recientes de repartición de comisiones y de alianzas PNP-PPD, me temo que estos partidos tradicionales no han aprendido mucho de este proceso. Si no hacen una introspección profunda, ponen el oído en tierra y se reinventan con un proyecto de país claro que mire al futuro, se quedan en el camino.
No solamente los desastres naturales y los creado por el hombre ha dejado huellas en los primeros diez años de este milenio. Estas elecciones han dado cátedra al ladrón de profesión a que abandone la política como medio para enriquecerse. Con la esperanza de que algún día lleven a los tribunales a los responsable de la quiebra de mi Isla, faltaría darle las gracias por tan certero análisis.