Hay que sacrificarlo.
Una osteoartritis severa lo está devorando. Se lo come vivo, desde sus menudillos hinchados, entre el tercer metacarpo y la falange proximal del caballo en las patas, hasta sus rodillas temblorosas. Cuando camina, su pesada masa corporal, de sobre 900 libras, apenas se sostiene. No parece un caballo que ha corrido dos veces en la pista del Hipódromo Camarero, entre marzo y abril de este mismo año.
Sus huesos no cruzan ninguna meta. La osteoartritis es una combinación explosiva en las patas: inflamación, dolor y reducción de movimiento de la articulación afectada. No tiene cura, dicen los expertos.
Por eso ya no está en el área de cuadras del único circuito hípico de Puerto Rico. Aunque allí estuvo corriendo y se agravó cada vez más su condición. Ahora sus pasos son lentos. Sus patas traseras flaquean. Provocan un bailoteo doloroso en sus patas traseras y multiplican las posibilidades de que la bestia caiga al suelo en cualquier momento.
En Puerto Rico hay un problema grave con el número de caballos activos sufriendo lesiones mientras ameritan descansos prolongados o retiros. Entre enero y mayo de este año se registraron 108 muertes de caballos por eutanasia en Camarero y más del 55% se debieron a que los ejemplares sufrían fracturas graves en sus extremidades. Y no es cosa de ahora, el problema de los caballos lesionados y maltratados corriendo en las carreras fue investigado en el 2021 por el Centro de Periodismo Investigativo (CPI). El año pasado se documentaron 94 muertes de caballos por eutanasia en ese mismo periodo y más del 55% por fracturas en las patas.
Son, por lo menos, 675 las eutanasias reportadas en Camarero desde el 2021. Al menos 379 caballos en esa lista oficial de las autoridades hípicas estaban fracturados.
En esta etapa final, a Ruler of the Nile la muerte le llega pronto. Es un purasangre de ocho años. Nació en marzo de 2015 y en ocho meses lo vendieron por $240 mil, una suma significativamente alta para un potro menor de un año. En 2017, ya más maduro, su valor aumentó a un millón de dólares y fue vendido en la subasta de Ocala Breeders’ Sales Company, una de las más importantes en Estados Unidos.
Debutó ganando convincentemente con la monta del jinete puertorriqueño con más prestigio en Estados Unidos, John Velázquez. Pero al poco tiempo se lesionó y lo castraron para no reproducir su linaje. Bajó de categoría y su valor se desplomó, aún cuando continuaba corriendo bien. En junio de 2021 realizó su última aparición en Estados Unidos cuando ganó una carrera en la meca del hipismo, el hipódromo de Churchill Downs, en Louisville, Kentucky. En ese evento, fue adquirido por el entrenador y propietario Oscar Barrera III, por la suma de $32,000. Así consta en su historial de competencias, conocido en el argot hípico como “pasadas actuaciones”. Con ese documento los apostadores analizan las posibilidades del animal en cada carrera. Es ahí donde se incluye información sobre los entrenamientos del caballo, los jinetes que lo han montado, sus entrenadores, los tiempos de cada carrera y si lo han “reclamado” o vendido luego de una carrera.
Ruler of the Nile no regresó a la pista bajo el entrenamiento de Barrera. Fue enviado a Puerto Rico para terminar corriendo nueve veces en el Hipódromo Camarero, entre noviembre de 2021 y abril de 2023. Ganó tres de sus seis participaciones el año pasado. Pero hoy, si no es con una fuerte dosis de medicamentos y un jaloncito para provocarlo, no caminaría. Solo los medicamentos lo transforman en un caballo con una fuerza que realmente ya no tiene.
Los pies fuera de los estribos
Antes de llegar a este punto, Ruler of the Nile pertenecía al Aquino Stable, de Eric Aquino, y su último entrenador fue Eduardo Falcón, quien figura en la lista de siete entrenadores identificados por el Negociado del Deporte Hípico por uso de sustancias en los caballos que arrojaron positivo en pruebas de dopaje hasta mayo de este año. Estas muestras identifican sustancias ilegales, así como aquellas que son permitidas hasta cierto límite.
Falcón le aplicó una dosis de fenilbutazona al caballo Greelys Charm, del Establo Carmen Anita, que llegó última en la séptima carrera del 21 de enero. Se trata de un antiinflamatorio no esteroideo que se utiliza para reducir el dolor crónico, incluyendo síntomas de artritis como los que padece Ruler of the Nile. Es comúnmente aplicada a los caballos para reducir el dolor en sus extremidades antes de la carrera, pero aumenta las posibilidades de lesiones fatales, como las fracturas. El caballo puede estar lesionado, pero bajo los efectos de esta sustancia no siente el impacto real en sus patas. Entonces, puede esforzarse más de lo que su cuerpo aguanta.
Según el Plan de Carreras, antes de cada evento “el ejemplar inscrito para participar […] tiene que ser trasladado para examen [físico] por los veterinarios oficiales” del Negociado del Deporte Hípico. No es un examen profundo, sino más bien una inspección rápida, para confirmar que sea el caballo correcto, que no muestre cojera, entre otros detalles generales. Un caballo con pobre condición física puede llegar con facilidad a la pista y correr, siempre y cuando se vea bien antes de subir al óvalo. Esto le pasó a Cumpleañero, que participó en la octava carrera del 5 de agosto y casi no llega a la meta, de acuerdo con el informe diario de las autoridades hípicas.
Las pruebas de dopaje, por el contrario, no se les realizan a todos los caballos. Esas muestras son tomadas luego de cada carrera solo al caballo ganador, según lo que establece el Reglamento de Medicación Controlada, que no ha sido actualizado desde 2016, a pesar de que en ese período la política pública a nivel federal ha sufrido múltiples cambios, especialmente sobre las regulaciones de la medicación y la protección de los caballos. El Programa Antidopaje y Control de Medicación Hípica es un ejemplo. Cuando se trata de un evento para caballos reclamables (que se venden a una determinada suma de dinero al acabar la carrera, como ocurrió con Ruler of the Nile en Churchill Downs), se realizan pruebas de dopaje a los caballos que son comprados. Igualmente, el jurado hípico, responsable de supervisar las operaciones durante las carreras, tiene a su discreción identificar a cualquier otro equino que levante sospechas de estar drogado o en malas condiciones físicas por su desempeño en la pista. Ese es un ejercicio intuitivo.
En la cuadra 11 se realizan las inspecciones generales previas a cada carrera y se suministra el Lasix (furosemide), único medicamento que cuenta con un programa especial debidamente reglamentado.
Fotos por Ricardo Arduengo | Centro de Periodismo Investigativo
“Todo caballo tiene algo [que atender médicamente]”, dice un experimentado conocedor de la cultura hípica. Es un veterano que ha vivido los claroscuros del negocio y lo conoce como sus manos después de años trabajando en este mundo. No quiere dar a conocer su nombre por las repercusiones que pueda enfrentar.
“Uno de los trucos comunes es que hay medicamentos que por reglamento se tienen que poner a cierta hora antes de la carrera. Entonces, hay entrenadores que obvian el reglamento en cuanto a esos horarios, medican más pegado a la carrera y con menos cantidad de medicamento”, explica, haciendo referencia a medicamentos que son permitidos con límites establecidos. “Al tener menos cantidad de medicamento, el caballo puede salir limpio. También se le pueden dar medicamentos más fuertes [incluso, ilegales] en el tiempo que el caballo no está corriendo. Todo tiene su truco, porque nadie te supervisa allí adentro [en las cuadras]”, asegura.
En los pasados cinco años, la yegua Greelys Charm es el único caso positivo de Falcón identificado por el Negociado del Deporte Hípico, la agencia a cargo de fiscalizar las operaciones hípicas bajo la sombrilla de la Comisión de Juegos. Esta dependencia realiza un promedio de 2,200 pruebas de dopaje anuales.
De enero del 2018 a mayo de 2023, la Comisión de Juegos identificó 70 casos positivos a múltiples sustancias en el Hipódromo Camarero. De esos, 58 casos corresponden a diferentes establos y 44 a diferentes entrenadores (13 de ellos reincidentes), lo que sugiere que el uso indebido de sustancias es generalizado.
El premio de cada carrera se distribuye entre los primeros seis lugares: 58% para el primer lugar, 20% para el segundo, 10% para el tercero, 6% para el cuarto, 4% para el quinto y 2% para el sexto. Cada entrenador, por supuesto, se beneficia de la repartición de cada premio. Los premios fluctúan de $6,000 a $21,000, en el caso de carreras regulares, y los eventos especiales (clásicos en el argot hípico) alcanzan los $75,000. Un dueño de caballo, por ejemplo, puede llegar a obtener alrededor de $40,000 si gana una carrera especial con el premio más alto, mientras que el entrenador se lleva una parte de esa suma.
Antes de Falcón, Samuel “Sammy” García entrenó a Ruler of the Nile. Los caballos de García también han arrojado positivo a sustancias. Es reincidente, ha sido suspendido y ha tenido que pagar multas por no comparecer ante las autoridades hípicas. En los documentos del Negociado del Deporte Hípico figura su nombre y el caso del caballo Inspector Frost, al que se le aplicó lidocaína antes de que ganara la primera carrera del cartel hípico del 20 de junio de 2022. El caballo ganó la carrera, con premio de $9,016, pero fue descalificado a la última posición luego de ser sometido al proceso de muestreo. El caballo Código Veintiuno, ganador con premio de $6,000 de la quinta carrera del 30 de diciembre de 2022 bajo la tutela de García, arrojó positivo a metocarbamol.
Foto por Ricardo Arduengo | Centro de Periodismo Investigativo
La lidocaína es un anestésico ampliamente utilizado en las carreras para los problemas en las coyunturas. Está regulado y su uso indebido conlleva una sanción de entre 15 días y un año de suspensión, además de una multa, de acuerdo con la Guía de penalidades de la Asociación Internacional de Comisionados de Carreras (ARCI, por sus siglas en inglés). Por ese caso de lidocaína se le impuso a García una suspensión de seis meses y $1,500 de multa. El metocarbamol, por otra parte, es un relajante muscular. De acuerdo con la Guía de penalidades de ARCI, el uso indebido de esta sustancia en la industria hípica también conlleva sanciones económicas y suspensión, a discreción de las autoridades hípicas. Por este otro caso García está en trámite administrativo con el Negociado del Deporte Hípico y en septiembre tiene programada una vista en su fondo.
Según la Guía de ARCI, se suele abusar de los anestésicos inyectables cuando se utilizan como agentes bloqueadores de nervios. El CPI intentó obtener una reacción de García y Falcón a través de la Asociación de Entrenadores, pero al cierre de esta historia no habían contestado.
El problema de los caballos drogados para ganar dinero y apuestas no es un asunto único de Puerto Rico. En el 2021, por ejemplo, el reconocido entrenador norteamericano, Bob Baffert, fue suspendido por dos años del hipódromo Churchill Downs tras ganar el Kentucky Derby con el caballo Medina Spirit. Arrojó positivo a betametasona, una sustancia permitida, pero que no puede estar en el sistema del caballo el día de la carrera. Las autoridades del hipódromo de Louisville, Kentucky, donde Ruler of the Nile corrió por última vez antes de venir a Camarero, extendieron este verano la suspensión de Baffert hasta el 2024.
Ruler of the Nile murió en una finca fuera del hipódromo este mes. La eutanasia le ganó el duelo a la artritis en la recta final.
Changing Leads es un caso parecido, pero al extremo. No es un caballo de la misma categoría.
Tiene múltiples fracturas en sus patas, desde las rodillas hasta los menudillos y huesos sesamoideos que están en sus extremidades delanteras. Participó en ocho carreras en los primeros seis meses del 2023. Llegó a Puerto Rico desde Estados Unidos en octubre de 2018. A partir de entonces, corrió 79 veces en el Hipódromo Camarero. Y corrió con suerte.
El truco a galope
Un experimentado conocedor de la cultura hípica que habló bajo anonimato está incómodo con lo que sucede. Explica que muchos medicamentos que se usan con éxito para “aliviar a los ejemplares” que sufren lesiones serias no están aprobados o regulados por la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA en inglés).
“La gran mayoría de los productos que dan positivo son americanos”, asegura. Se refiere a los productos reconocidos en las guías de ARCI. Confirma lo que varias otras fuentes han compartido con el CPI, que más allá de comprar un producto suramericano porque sea más económico que uno aprobado por la FDA, también puede ser beneficioso a la hora de utilizarlo de manera desmedida durante los tratamientos en la cuadra, donde preparan a los caballos para las carreras y donde también atienden cualquier detalle físico del animal. Pero allí no se realizan pruebas de dopaje a los caballos y apenas se supervisan los trabajos de parte de las autoridades gubernamentales y la empresa operadora del hipódromo.
Menciona el caso de Gilberto Escobar, entrenador del Hipódromo Camarero arrestado por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduana e Investigaciones del Departamento de Seguridad Nacional (ICE-HSI, en inglés) por contrabando de medicamentos para caballos en 2016. Según el pliego acusatorio, intentó ingresar desde Panamá múltiples sustancias: Norandren 50 (anabólico), Ganabol 50 (anabólico), Nabolic (anabólico), Nabolic Strong (anabólico), Estimil SI (estimulante muscular), CH 77 (estimulante), Batacas (relajante y tónico muscular), Coagulante Chinfield (antihemorrágico), Tonicor RE (estimulante respiratorio), Neuromax 1.5% (neurolítico), Clenpulmin (broncodilatador), MV Chinfield (estimulante respiratorio), Hepato Factor A (normaliza, estimula y protege el funcionamiento hepático), Arterol (broncodilatador), y Bronquinort (antiséptico bronquial).
Escobar es entrenador y está activo al día de hoy. Se declaró culpable en 2017 y fue condenado a cinco años de libertad supervisada.
La agencia federal informó al CPI que dos sustancias comunes cuando se habla de la industria de las carreras de caballos son los medicamentos regulados Ketamina y Xilazina. El primero es un anestésico y el segundo un relajante muscular. “La Ketamina se introdujo de contrabando en la investigación de 2016”, señalaron las autoridades federales, haciendo referencia al caso de Escobar. “Tanto la Ketamina como la Xilazina son ejemplos de medicamentos que pueden administrarse legalmente a los caballos pero que también tienen un historial de abuso o mal uso”, dijeron.
Tras la detención de Escobar, ICE junto con la FDA ejecutaron una orden federal de registro e incautación en las cuadras 5 y 23 del Hipódromo Camarero, donde se encontraron e incautaron numerosos medicamentos no aprobados por la FDA.
Al realizar inspecciones rutinarias de carga y pasajeros, Aduanas y Protección Fronteriza también ha encontrado múltiples drogas extranjeras no aprobadas utilizadas en la industria equina de Puerto Rico. “Estas drogas incluyen, pero no se limitan, a Tonicor, Fosgal, Hepato Factor A, Pregazol, Guayacryl, Hepatico 500, Clenpulmin”, informaron las autoridades federales.
“Aunque hay excepciones, típicamente, los medicamentos veterinarios fabricados fuera de los Estados Unidos son considerados ‘medicamentos extranjeros no aprobados’ e ilegales. Esto significa que cualquier persona o negocio que importe estos medicamentos extranjeros no aprobados, estará violando las leyes federales”, añadieron.
La mayoría de esos productos que fueron incautados por las autoridades federales en el caso de Escobar eran de la marca argentina Chienfield. De acuerdo con la fuente, estos siguen llegando a Puerto Rico y se continúan usando.
“Eso llega y se vende en el área de cuadras. Las marcas argentinas Chinfield y Nort se usan mucho; Tornel, de México; y más medicamentos de países suramericanos. Son más baratos y de calidad”, relata la fuente. “Un caballo te llega de Estados Unidos. Lo compraste a buen precio porque te viene con un detallito físico. Lo bregas por la ley, le sacas sus placas y te corre bien dos o tres veces. Cuando empieza a cojear, ahí es que vienen estos medicamentos que te estoy diciendo para aliviarlo. Hasta que hay que meterle el botiquín completo”.
Dice que es difícil no caer en la tentación de usar este tipo de medicamentos, “porque hay que competir. Si no compites, te mueres de hambre en el hipódromo. Obviamente, hay caballos que necesitan ciertas ayudas, pero no correrlos con diez medicamentos diferentes como hacen aquí [en Puerto Rico]”.
El sujeto aclara que cuando habla de drogas no se refiere a cocaína ni a heroína. Teme por las repercusiones que pueda enfrentar tanto él como su familia si diera a conocer su identidad hablando de este tema, porque “la cadena que mueve esto es grande”. Es tan grande que no se limita al hipismo, pues sus tentáculos, dice, tocan el sistema de servicio postal, la cultura del Paso Fino y hasta las Peleas de Gallo.
Reconoce que maneja productos de creatina, así como otras sustancias para eliminar el ácido láctico de los músculos del equino y para mejorar la oxigenación. Los consigue inyectables en el extranjero. Habla de la República Dominicana. Explica que, incluso, existen sustitutos para la lidocaína, como el P-Block o Sarapin, sustancia utilizada para aliviar el dolor y la inflamación de las articulaciones de los animales antes de correr.
“En vez de usarlos en polvo, inyectas y el producto te da un boost, porque te rinde mejor. Y más si sabes cómo mezclarlos con otras cositas y aplicarlos en el tiempo correcto. Tú puedes conseguir ATP americano, pero yo soy de los que piensa que ese no es tan efectivo como el Chinfield argentino, ¿me entiendes?”.
El ATP Chinfield, más económico que productos de Estados Unidos, es un energizante muscular y, como otras sustancias, se utiliza días antes de la carrera. “La orfenadrina y otros medicamentos, los usas antes de la carrera. Trabajas el caballo con eso [en los entrenamientos], para que se ejercite, y se los quitas cinco o cuatro días antes”.
Así se esquivan las pruebas de dopaje del hipódromo, según dice.
De la regulación a la ejecución
A Juan Carlos Santaella, director ejecutivo del Negociado del Deporte Hípico, no le consta que en el área de cuadras del Hipódromo Camarero haya un mercado negro de medicamentos veterinarios ilegales y otras drogas para mejorar el rendimiento de los caballos. Pero reconoce que su oficina no ha realizado ninguna visita oficial o visitas repentinas para levantar información de lo que pasa en el área de cuadras. La última vez que el Negociado del Deporte Hípico hizo un operativo de esa naturaleza investigativa en el área de cuadras fue en marzo de 2021, cuando Santaella todavía no era director ejecutivo. En ese entonces, Orlando Rivera Carrión ocupaba el cargo. Cuando abandonó el puesto, dijo en radio nacional que temía por su vida. Se negó a hablar con el CPI.
Foto por Ricardo Arduengo | Centro de Periodismo Investigativo
“No me consta. No he hecho un operativo para decirte lo que hay o no hay allí [en las cuadras]. En algún momento se hizo un operativo en el área de cuadras (marzo de 2021). Y hemos hablado de hacer algo similar este año”, dijo, por su parte, Santaella.
Aseguró que el proceso de muestras es “bien riguroso”, pero reconoció que hay limitaciones, particularmente económicas.
“Yo no tengo ninguna injerencia. [Las muestras] van a un laboratorio en los Estados Unidos, que es reconocido por toda la industria hípica norteamericana. Los casos positivos que llegan, se trabajan”, añadió Santaella, refiriéndose a lo que dice el reglamento.
“Hubo un caso de un ejemplar del establo Illuminati. Salió con una lesión y me enviaron una foto diciendo que el caballo estaba en el piso con una lesión que no se paraba. El dueño, irresponsablemente, no había ido [a atender el caballo]. Se le hizo un caso administrativo y se llamó a la Policía. Y ese es el mensaje que quiero llevar, que van a haber consecuencias independientemente de que seamos panas”, puntualizó.
Mónica Andreu Martínez, asesora química de la Comisión de Juegos desde 2007, coincide con Santaella. “Este es un ambiente bien regulado, a diferencia de la percepción que tiene la gente allá afuera”, sostiene. “En el 2020 hubo nueve positivos en total y yo envié 2,282 muestras”, indicó.
Si bien el número es significativamente bajo en comparación con el total de muestras, los nueve casos a los que Andreu Martínez hace referencia involucran a nueve entrenadores diferentes: Máximo Gómez, Sammy Figueroa, Víctor García Orozco, Ghislaine Enríquez, José Dan Vélez, Edwin Texidor Rosa, José Báez Iglesias, Raymond Morales y Christopher Rojas. Mientras, los casos involucran a nueve establos diferentes: Comerío, Majestic Racing, Denian, HG Racing, Torres-Pagán, Shark Stable, Carlos Oyola, MaDCo y Ramz Racing. Aunque fueron pocos casos, el que sean en distintos establos y con entrenadores diferentes sugiere que este es un problema generalizado.
Existe un protocolo luego de cada carrera para hacer pruebas de dopaje al caballo ganador o a cualquier otro caballo, según la discreción de las autoridades hípicas, pero ese procedimiento no garantiza la pulcritud de los procesos.
A Andreu Martínez le constan las limitaciones de personal y de estructuras para fiscalizar de manera consistente las operaciones en esa área. Trabaja el manejo de las muestras con la asistencia de una ayudante. Considera que el proceso de muestreo establecido es efectivo, pese a no ser preventivo. Aceptó que no existe un mecanismo para dar seguimiento a los procesos de medicación en el área de cuadras, donde actualmente hay alrededor de 1,500 caballos.
El Programa de Seguridad en Hipódromos de la Autoridad de Integridad y Seguridad de las Carreras de Caballos (HISA, en inglés), que entró en vigor el 1 de julio de 2022 en los Estados Unidos, ha logrado avances. En su primer año de implementación se aplicaron estándares nacionales de seguridad equina y acreditaciones de hipódromos con el objetivo de mejorar el bienestar de los animales y los jinetes, minimizando lesiones, según la documentación de la organización.
Si bien algunas jurisdicciones, como Texas y Nebraska, resisten las políticas de HISA en los tribunales, el caso de Camarero cae en un limbo en esa discusión. HISA no tiene jurisdicción sobre la industria hípica en Puerto Rico. Camarero, que opera el único hipódromo en la Isla, no ha puesto un centavo en el 2023 para darle retiro digno a los caballos.
Entre 2019 y 2022 el hipismo en Puerto Rico generó más de $500 millones en ventas, de acuerdo con información provista por la Comisión de Juegos.
A la distancia de este panorama, la afición hípica selecciona sus caballos bajo la apariencia de normalidad. Para ello analiza los datos que ofrece la tradicional revista hípica. Los apostadores utilizan la intuición que la experiencia les concede y hasta las “orejitas de buena fe”. Pero ninguna de esas cosas alcanza para desvelar las condiciones reales de ciertos ejemplares, a los que los hípicos ingenuamente apuestan su dinero cada día de carreras. La suerte, a veces, tiene una fórmula secreta, y perversa.
Hace más de 40 años que se sabe de las mafias que controlan el hipismo y del uso de todo tipo de medicamentos u objetos (baterías, p.e.) para “mejorar” el rendimiento de los caballos. Nunca he sabido que acusen o encarcelen a los responsables. Una multita y ya. Después de todo, hay que reconocer sus “listerías”.
Saludos: observo que no mencionan en su escrito haber contactado a ka entidad protectora de animakes para qye tengan conocimiento del asunto e intervenir de ser necesario/por lo demas, buen articulo, les felicito.
Sera necesario acusar ha alguien de inescrupuloso? Esto es criminal. tambien las muertes de ginetes! Mi Patria sucumbe ante tanta mañdad!
Buen articulo sigan así
El hipismo dejo de ser un deporte, es una mafia organizada.
El gobierno tiene conocimiento y no investiga nada. Hasta que no suspendan a alguien de por vida seguirán los traqueteos, esto lo que da es vergüenza, que se metan los federales ya que las agencias estatales no hacen nada.