El dinero público subsidia a Monsanto

Usted que rinde planillas, sepa que parte de sus impuestos ayudan a enriquecer aún más a empresas multimillonarias como la polémica Monsanto. El Departamento de Agricultura de Puerto Rico ha otorgado, en los últimos seis años, más de $20 millones en fondos públicos a ésta y otras siete multinacionales, que han llegado a la Isla a experimentar con semillas modificadas genéticamente. Las compañías beneficiadas, sin embargo, incumplen un requisito fundamental para obtener esos incentivos: no son empresas agrícolas. Además, cuentan con el visto bueno del Gobierno para controlar más de 500 acres de tierra; o sea, exceder el límite que permite la Constitución. Así lo sostiene una opinión confidencial del Departamento de Justicia, a la que tuvo acceso el Centro de Periodismo Investigativo (CPI).

Monsanto’s Caribbean experiment

When environmentalist Juan Rosario traveled to an Amish religious community in Iowa, to learn to make compost, he was surprised that they had a laboratory and the services of an expert in chemistry. What was a scientist doing in a place where people live far from technology and practice ecological farming with the simplest of methods? An Amish dressed in their style, with a wide-brimmed black hat, white shirt, and black pants and black jacket, pointed toward a large cornfield on a nearby farm. “The scientist helps us verify that pollen from genetically modified corn does not contaminate our crops,” he told Juan Rosario. “It’s the same corn that you develop in Salinas.”

El impacto ambiental de Monsanto

English version
Tercera parte de la serie El experimento caribeño de Monsanto

Maíz transgénico de Monsanto
El estadounidense John Francis Queeny se inspiró en una mujer boricua para nombrar, en 1901 en Misuri, a la empresa Monsanto, que inició como una farmacéutica. Queeny bautizó la empresa en honor a su esposa Olga, hija de Emmanuel Mendes de Monsanto, quien a su vez financió los primeros pasos de la corporación. Ésta iba a convertirse en fabricante de agente naranja, el defoliante y herbicida que se probó en las granjas de Aguadilla en los años 50, y que se usó a gran escala para pelar la selva bajo la que se escondía el enemigo de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. Hoy, Monsanto es la primera productora de semillas transgénicas del mundo, y usa a Puerto Rico como un inmenso laboratorio para desarrollar maíz, soya, sorgo y algodón transgénico. Como corporación agrícola, ocupa más de los 500 acres que permite la Constitución, cuyo artículo VI pretendía evitar el monopolio y el desplazamiento de los pequeños agricultores locales, como sucedía a principios del siglo pasado, cuando reinaba el imperio de la caña de azúcar, que don Emmanuel Mendes de Monsanto por otro lado, financiaba en Vieques y en las Islas Vírgenes, en San Thomas.