Es periodista de América Futura, un proyecto de El País América que cubre desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe. Tiene un máster en Cambio Climático, Desarrollo y Políticas de la Universidad de Sussex, Reino Unido, y en 2020, como periodista de El Espectador (Colombia) y junto a varios colegas, ganó el Premio Simón Bolívar a mejor reportaje en video. Lleva escribiendo sobre temas de ciencia, salud, ambiente y cambio climático desde hace nueve años. Uno de los temas que más le interesan es la relación que existe entre el cambio climático y la salud humana.
Durante más de 20 años, la bióloga mexicana María del Carmen García Rivas ha dirigido una cruzada para proteger los corales que recubren la Península de Yucatán en el Mar Caribe.
Como directora del Parque Nacional de Arrecifes de Puerto Morelos en México, ha abogado por reformas para reducir las escorrentías o desbordamientos de agua y la contaminación proveniente del desarrollo costero.
Ha encabezado los esfuerzos para controlar al pez león, una especie exótica invasora que ha puesto en riesgo a las cerca de 670 especies de fauna marina que habitan el parque. Y desde 2018 ha organizado brigadas para restaurar los arrecifes dañados por enfermedades de los corales que destruyen los tejidos y que se conocen como síndromes blancos. Ahora, otra amenaza la mantiene despierta por la noche: las enormes proliferaciones de algas sargazo que llegan a la costa del parque.
“Cuando el sargazo, una macroalga que suele flotar, llega a las costas, comienza a descomponerse generando un ambiente sin oxígeno que mata diferentes organismos”, dijo. “Afecta principalmente a especies que no pueden moverse o se mueven muy poco, como algunas estrellas de mar, erizos de mar, los propios pastos marinos y, por supuesto, los corales”.
Personas recogen exceso de sargazo de la costa mexicana en la Península Maya.
Foto por Gladys Serrano | El País
A lo largo de la costa de Quintana Roo, el estado mexicano donde se encuentra el Parque Nacional de Arrecifes de Puerto Morelos, el gobierno local recogió 70 toneladas de sargazo solo durante 2023, dijo Huguette Hernández Gómez, Secretaria de Ecología y Medio Ambiente del estado. Al sumarlo a lo recolectado durante los últimos cuatro años, la cifra alcanza las 200 toneladas.
Problema regional
Esta misma historia se vive en todo el Caribe. Aunque cantidades modestas de sargazo benefician la vida marina en la región, las afluencias masivas que llegan desde 2011 han alterado el equilibrio ecológico en algunas áreas en maneras que podrían ser irreversibles.
Las algas han exacerbado el estrés que ya existe en los arrecifes de coral de la región, que el año pasado enfrentaron un evento de blanqueamiento masivo relacionado también con el calentamiento de las aguas asociado al cambio climático. La exposición a temperaturas extremas durante períodos prolongados afecta la relación entre los corales y las algas que viven en su interior. Los corales quedan pálidos o blancos, y la falta de alimento de las algas puede llevarlos a morir, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, en inglés).
Las esteras de sargazo también bloquean los sitios de anidaje de las tortugas marinas y han saturado los manglares, que sirven como viveros cruciales para incontables especies acuáticas.
Las aves se alimentan de peces pequeños atrapados entre algas a lo largo de la costa sureste de Portmore Causeway en St. Catherine, Jamaica, el 2 de mayo de 2023.
Foto por Kirk Wright | Television Jamaica
En algunas zonas, las playas han sido erosionadas por las algas y por la maquinaria pesada utilizada para eliminarlas. Muchos pescadores se quejan de que la pesca diaria ha disminuido drásticamente.
Pero debido a la magnitud del relativamente reciente problema, el cual está afectando las costas desde África occidental hasta América, todavía no se comprende bien el verdadero alcance del daño ambiental que puede provocar, según el Dr. Brian LaPointe, biólogo y experto en sargazo de la Florida Atlantic University.
“No hemos llegado muy lejos en la investigación para comprender las causas o cómo abordarlas, ni manejar y mitigar los impactos en el medio ambiente”, dijo LaPointe.
Segunda barrera de coral más grande
Los efectos que García Rivas ha visto en México ilustran las implicaciones para toda la región. El parque que ella supervisa es parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, el cual se extiende a lo largo de más de 600 millas de costa en México, Belice, Guatemala y Honduras.
Siendo la segunda barrera de coral más larga del mundo (solo la Gran Barrera de Coral de Australia es más larga, con aproximadamente 1,400 millas), la Barrera Arrecifal Mesoamericana alberga unas 500 especies de peces y 60 especies de corales pétreos, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés). También apoya el sustento económico de entre uno y dos millones de personas en la región, afirma WWF.
El sargazo invade la playa de la costa mexicana de la Península Maya.
Foto por Gladys Serrano | El País
El sargazo flotante puede ofrecer un hábitat saludable, pero cuando llega a la costa en cantidades masivas, a menudo asfixia a ciertos organismos, coincidió James Foley, Director de Océanos de The Nature Conservancy.
“En zonas costeras como Belice, el problema se agrava aún más por el hecho de que el sargazo también atrae mucha basura marina: basura local que discurre de los ríos que llegan al Caribe desde Centroamérica. Así que termina siendo un ambiente bastante tóxico”, agregó.
Según Foley, el sargazo también crea una barrera que bloquea la luz y evita que los organismos que se encuentran debajo realicen la fotosíntesis.
Un estudio de 2021 publicado en la revista científica Climate Change Ecology, el cual analizó la situación en tres bahías de Quintana Roo encontró que debajo de las esteras de sargazo la filtración de luz disminuye hasta un 73% y la temperatura del agua podía llegar a ser hasta 5 grados Celcius más cálida.
Enfermedades bacterianas
Además, dijo García Rivas, las bacterias transportadas por el sargazo también pueden estar afectando a los corales.
“Algunas de las enfermedades que sufren los corales podrían estar relacionadas con todas las bacterias que trae el sargazo o que surgen durante su descomposición”, afirmó. “Aunque se convierta en un ambiente sin oxígeno, hay bacterias que pueden sobrevivir, afectando no sólo a los corales sino generando la mortalidad de los peces”.
Tales efectos exacerban las amenazas existentes en el arrecife, dijo García Rivas, y señaló que el peor daño histórico proviene del desarrollo costero y el inadecuado manejo de las aguas residuales y otros desechos.
El sargazo ha llegado masivamente a la marina de Palmas del Mar en el municipio de Humacao en Puerto Rico.
Foto por Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“En general, el agua de mar contaminada no permite que los corales vivan adecuadamente”, afirmó. “Los debilita. Y cuando presentan enfermedades o están estresados por el calor, es más fácil que mueran”.
Un escenario similar se vive en Jamaica, según el Dr. Camilo Trench, biólogo marino de la Universidad de las Indias Occidentales (UWI) en ese país.
“El problema es que las algas crecen rápido y los corales crecen lentamente”, dijo Trench. “Entonces, si el sargazo está en el área con otras macroalgas, puede crecer demasiado rápidamente en el área del arrecife de coral. Así que ahora, no sólo reducirá el espacio que los corales tendrán para crecer, también reducirá el área de asentamiento del vivero de corales”.
El sargazo también asfixia a otras especies
El coral podría ser uno de los animales más visiblemente afectados por el sargazo, pero no es el único. Un estudio publicado en el Marine Pollution Bulletin analizó una afluencia masiva de sargazo que inundó las costas del Caribe mexicano en 2018, descomponiéndose y enturbiando el agua. Como resultado, los investigadores encontraron que murieron organismos de 78 especies de vida silvestre. Los más afectados fueron los peces demersales y neríticos que viven en el fondo del mar, y los crustáceos.
Otros científicos han expresado su preocupación por los efectos del sargazo en los nidos de tortugas. En 2017, Briggite Gavio, profesora de biología marina en la Universidad Nacional de Colombia, visitó Cayo Serranilla, una pequeña isla de 600 por 400 metros en el extremo norte del Caribe colombiano. La isla sólo está habitada por personal militar y es un lugar perfecto para el anidaje de las tortugas marinas.
Cuando Gavio estuvo allí como parte de una expedición científica, el sargazo había formado una estera de hasta 40 centímetros de altura en las playas. “Pudimos observar que algunas crías de tortugas tenían problemas para atravesar la barrera que representaba la estera de sargazo y eran vulnerables a la depredación de cangrejos fantasma, ratas y otros depredadores”, escribió en 2018 sobre sus observaciones.
Científicos de otras islas como Antigua y Barbuda han hecho observaciones similares sobre los efectos del sargazo en las tortugas marinas.
Matando también a los manglares
El sargazo también parece tener un impacto potencialmente letal en los manglares del Caribe, una barrera natural importante para los huracanes extremos.
“Estas son plantas que viven en la orilla del mar y son plantas de marejadas, pero dependen de sus raíces aéreas y de sus raíces respiratorias, que están bajo tierra, para obtener oxígeno”, dijo Trench, el biólogo de Jamaica. “Ahora imagina una estera que cubra esas raíces e impida que el oxígeno fluya a través de ellas. Definitivamente, puede causar la muerte si es a largo plazo y es similar al impacto de algo como sería una mancha de petróleo en el manglar o basura, como los desechos sólidos”.
El sargazo ha impactado áreas de Jamaica donde se encuentran bosques de manglares, como en Salt River.
Foto por Kirk Wright | Television Jamaica
Al igual que ocurre con los corales, los manglares a veces terminan asfixiados, sufriendo daños y poniendo en riesgo a otras especies que dependen de ellos.
Para García Rivas, la bióloga en México, un hecho es particularmente alarmante: a diferencia de muchos otros problemas que enfrentan los arrecifes que ella supervisa, la afluencia de sargazo no tiene una solución clara.
“No hemos creado un círculo virtuoso como, por ejemplo, con el pez león”, afirmó. “A pesar de ser una especie invasora, [el pez león] se puede pescar y comer, lo que mitiga el problema”.
El gobierno local busca soluciones
Ante este problema, el año pasado el estado de Quintana Roo creó un comité de 60 expertos de diferentes áreas que trabajaron durante siete meses para ayudar a crear lo que hoy se conoce como la Estrategia Integral para el Manejo y Aprovechamiento del Sargazo en Quintana Roo.
La estrategia cubre ocho áreas: salud; investigación y monitoreo; manejo del conocimiento, procesos y logística; utilización; marco legal; instrumentos económicos y ejes transversales. Esos avances claves incluyen designar al estado de Quintana Roo como la autoridad encargada de dar todos los permisos a investigadores o empresas que trabajan para convertir el sargazo en un producto.
“El gobierno estatal es el que da todos los permisos para asuntos que van desde el transporte, recogido hasta el destino final. Con eso evitamos que las empresas estén dando vueltas preguntando al gobierno federal o al municipal dónde adquirir los permisos”, dijo Hernández Gómez, la Secretaria de Ecología y Medio Ambiente.
La respuesta es costosa. El año pasado, a la Secretaría Marina le asignaron $3 millones para recoger el sargazo en el mar usando sus barcos y barreras de anclaje, mientras a la Zona Marítimo Terrestre Federal se le asignaron cerca de $7 millones para recogerlo en las playas. En Quintana Roo, por medio de la Secretaría dirigida por Hernández Gómez, otros $1.7 millones vendrán para enfrentar el problema.
“Y este año, esa inversión se mantendrá”, añadió Hernández Gómez.
Esta investigación es el resultado de una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo y fue posible en parte con el apoyo de la Open Society Foundations.
Después de 13 años, no se ve un final a la invasión de sargazo en el Caribe
Después de 13 años, no se ve un final a la invasión de sargazo en el Caribe
Freeman Rogers | The BVI Beacon
Olivia Losbar | RCI Guadeloupe
Mari Monsalve | América Futura, El País América
Krista Campbell | Television Jamaica
Centro de Periodismo Investigativo
Suzanne Carlson | The Virgin Islands Daily News
By Freeman Rogers (The BVI Beacon), Olivia Losbar (RCI Group Guadeloupe), Maria Mónica Monsalve (América Futura, El País América), Krista Campbell (Television Jamaica) and Suzanne Carlson (The Virgin Islands Daily News) with Centro de Periodismo Investigativo
Escuelas desalojadas debido a gases tóxicos. El agua potable de las casas con mal olor. Los operadores turísticos y los pescadores en lucha por mantener sus negocios. Pérdidas de empleos. Cortes de electricidad que afectan a decenas de miles de personas a la vez. Graves problemas de salud. Y pérdida de vidas.
Estas fueron algunas de las consecuencias que dejó el sargazo en las islas del Caribe en 2023, y que se han vuelto comunes en la región desde 2011, cuando la proliferación masiva de esas algas comenzó a arropar las costas durante los meses de primavera y verano.
El 18 de abril de 2023, en Guadalupe, la agencia de monitoreo de la calidad del aire Gwad’Air aconsejó a las personas vulnerables a que abandonaran algunas zonas debido a los niveles tóxicos de gas producido por el sargazo. Seis semanas después, a unas 600 millas al noroeste, el sargazo bloqueó una tubería en una planta eléctrica en Punta Catalina, República Dominicana. Una de las unidades de la instalación se vio obligada a cerrar temporalmente. Allí, Elías Poling, un buzo de 20 años de edad, se ahogó mientras intentaba solucionar el problema.
Un equipo saca sargazo en las instalaciones de la Central Termoeléctrica Punta Catalina en República Dominicana en 2023.
Foto de la Central Termoeléctrica Punta Catalina
En Jamaica, entre julio y agosto, los pescadores tuvieron una temporada más de batalla cuando el sargazo bloqueó sus pequeñas embarcaciones y menguó sus pescas.
“A veces, los barcos ni siquiera pueden entrar al río”, dijo el pescador jamaiquino Richard Osbourne. “Bloquea todo el canal”, aseguró.
Cuando el sargazo penetró la principal planta desalinizadora de las Islas Vírgenes Británicas (IVB) en agosto pasado, la mayoría de los 4,000 residentes de Virgen Gorda tuvo que lidiar con cortes esporádicos del agua potable y, cuando tenía el servicio, el agua salía de los grifos con mal olor.
En Puerto Rico, por primera vez en la costa de Aguadilla, un exceso muy inusual de las algas llegó a finales de temporada e inundó las playas del noroeste, dejando a residentes como Christian Natal y muchos otros sin trabajo durante una semana. El episodio causó el cierre temporero de negocios, incluyendo la empresa de alquiler de jet skis para la cual él trabaja.
Christian Natal trabaja en una empresa de alquiler de vehículos acuáticos en la playa “Crash Boat” del municipio de Aguadilla que tuvo que cerrar el año pasado debido a la inusual llegada de sargazo al noroeste de Puerto Rico.
Foto de Gabriel López Albarrán | Centro de Periodismo Investigativo
Estas víctimas están entre las miles de personas del Caribe que se afectaron el año pasado por la proliferación de sargazo. En la región cerca del 70% de la población — de unos 44 millones — vive cerca de la costa, según el Banco Mundial.
Los científicos afirman que el crecimiento masivo de las algas se debe a la contaminación global, al cambio climático y a otros problemas internacionales, ya que las islas del Caribe hicieron muy poco para causar el problema y carecen del poder político para resolverlo.
“Las algas deben ser vistas como un impacto del calentamiento global, y esta visión debe incluir un derecho a compensación basado en que las islas son pequeñas y vulnerables”, afirmó Sylvie Gustave dit Duflo, vicepresidenta de la región de Guadalupe encargada de asuntos ambientales y presidenta de la Oficina Francesa de Biodiversidad.
Agregó que, sólo en 2022, los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM, en inglés) — que incluyen 15 estados miembros y cinco integrantes asociados que son territorios o colonias— registraron pérdidas económicas de alrededor de $102 millones debido al sargazo.
“Estas cifras no toman en cuenta las pérdidas registradas en todos los demás países del Caribe, incluyendo a las islas francesas”, aclaró. Tampoco incluye los costos anuales de limpieza de playas, los cuales se estiman en otros $210 millones.
Durante los últimos años, Ezekiel Bobb, quien vive cerca de la playa en Handsome Bay, Virgen Gorda, ha sufrido el olor del sargazo descompuesto. Buscándole un uso, lo ha utilizado como fertilizante en su jardín, pero eso no hace mucha mella en las enormes cantidades de estas algas que llegan a la orilla.
Foto de Freeman Rogers | The BVI Beacon
Gustave dit Duflo y otros expertos coinciden en que el problema global requiere una respuesta global. Pero hasta ahora, el Caribe no ha logrado coordinar una estrategia regional y la comunidad internacional, en gran medida, se ha hecho de la vista larga. A nivel nacional, se ha hecho poco para enfrentar la situación. En la mayoría de los países del Caribe la respuesta se limita a un borrador de estrategias de manejo del sargazo que no ha sido ni adoptado oficialmente ni financiado adecuadamente.
La llegada del sargazo es, en su mayoría, predecible, y los peores impactos casi siempre se pueden prevenir. Pero, una y otra vez, los gobiernos caribeños han esperado hasta estar en la fase de crisis para reaccionar. Para entonces, las respuestas casi siempre se han centrado en proteger la industria del turismo, mientras que otros grupos, como las comunidades locales o los pescadores, quedan en un segundo plano.
Como consecuencia, la salud, los trabajos y el medio ambiente en el Caribe se han visto en peligro y se han gastado cientos de millones de dólares en respuestas de emergencia reactivas que, según los expertos, podrían haberse invertido mejor en prevención, planificación y mitigación.
En la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) efectuada en diciembre pasado en Dubai, Gustave dit Duflo copresentó una propuesta francesa para el tipo de respuesta internacional que, según dijo, se necesita con urgencia para atender la crisis del sargazo. La propuesta incluye formar una coalición global para entender mejor el problema, garantizar que el tema del sargazo esté en la agenda de los principales foros internacionales, y continuar el trabajo previo en asociación con la Unión Europea (UE), entre otras medidas.
Para implementar la propuesta, los gobiernos del Caribe y del extranjero tendrán que superar obstáculos que anteriormente han obstaculizado la cooperación, incluyendo diferencias políticas y legislativas, escasez de fondos y debates sobre si se debe priorizar la salud, el medio ambiente, la economía u otras áreas.
Mientras tanto, el sargazo ya ha comenzado a llegar otra vez a las costas del Caribe. Y una vez más, la región no está preparada.
Ya para el 8 de abril de 2024 (arriba), el sargazo volvía a llegar a la costa cerca de la planta desalinizadora de Handsome Bay, Virgin Gorda, pero no se había instalado la barrera protectora prometida.
Foto suministrada
El ‘Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico’
El sargazo, en sí mismo, no es malo. Tampoco es algo nuevo en el Caribe, donde siempre ha llegado a la costa en cantidades modestas entre la primavera y el verano, proporcionando hábitat para la vida marina, y ayudando a construir playas cuando se descompone.
Pero en el año 2011, llegaron demasiadas. La afluencia fue extrema.
Ese año, sin previo aviso, el sargazo inundó repentinamente las costas. En algunas playas se acumularon varios metros de alto. Apestaba a huevos podridos mientras se descomponía. Causó el cierre de complejos turísticos, dando un duro golpe al sector en algunas partes del Caribe que aún luchaban por recuperarse de la recesión global de 2008-2009. A los residentes costeros les causó dolores de cabeza, náuseas y problemas respiratorios. Dislocó los lugares de anidaje de las tortugas, y amenazó a los arrecifes y manglares.
El sargazo ha causado problemas a los barcos que operan en la terminal del ferry de Road Town, Tortola, en las Islas Vírgenes Británicas (mostrado arriba el 20 de mayo de 2023).
Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
Mientras el sargazo continuaba arropando el Caribe y la costa occidental de África a 8,000 millas de distancia, los científicos descubrieron algo sorprendente. Históricamente, la mayor parte de la llegada estacional al Caribe procedía de un remolino de dos millones de millas cuadradas en el norte del Océano Atlántico: el Mar de los Sargazos.
“El [Mar] de los Sargazos existe desde hace cientos de miles de años y es un ecosistema perfecto, por así decirlo”, indicó Elena Martínez, oceanógrafa de la República Dominicana. “Estaba allí rodeado por cuatro giros o corrientes oceánicas que lo mantenían perfecto”, describió.
Pero los científicos pronto descubrieron que la mayor parte de la nueva afluencia en el Caribe ya no provenía del Mar de los Sargazos, sino de un nuevo ecosistema de sargazo que se había formado en el sur del Océano Atlántico.
El área del Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico, denominado así en un artículo publicado en Science de 2019, ahora se puede ver desde el espacio y su longitud a menudo supera las 5,000 millas, según los científicos que usan satélites para rastrearle.
Su causa aún se debate. El doctor Brian Lapointe, investigador del sargazo, ve el cinturón del Atlántico como una versión global de un florecimiento más pequeño que presenció en 1991 y que causó el cierre de una planta de energía nuclear y de otras instalaciones eléctricas a lo largo de la costa de Florida, Estados Unidos.
Desde la década de 1980, la población mundial casi se ha duplicado, explicó Lapointe, profesor en la Universidad Atlántica de Florida. Esto, a su vez, ha llevado a un aumento masivo de los nutrientes que estimulan al sargazo y que son arrastrados por grandes ríos, como el Mississippi en Estados Unidos, el Amazonas y el Orinoco en América del Sur y el Congo en África.
“Para hacer crecer la población mundial, hemos utilizado estos fertilizantes; hemos deforestado a lo largo de todos los ríos más importantes del mundo”, explicó. “El nitrógeno ha aumentado más rápido que el fósforo debido a todas estas actividades humanas, incluso las aguas residuales y aguas usadas provenientes de la creciente población humana”, abundó Lapointe.
El cambio climático es otro posible causante. Martínez dijo que el calentamiento de las aguas puede haber alterado el remolino gigante que mantuvo en su lugar al Mar de los Sargazos durante miles de años, liberando estas algas para que flotaran hacia el sur y formaran el nuevo cinturón.
Diagrama del Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico.
Fuente: Commercial Potential of Pelagic Sargassum spp. in Mexico, Frontiers
El nuevo cinturón también recibe nutrientes del polvo del desierto del Sahara que con frecuencia cruza el Atlántico, lo que a su vez podría verse exacerbado por impactos climáticos, como la expansión de los desiertos, a medida que aumentan las temperaturas. Algunos científicos también sostienen que el calentamiento de los océanos provee un entorno de crecimiento más favorable para el sargazo.
Los expertos tienden a estar de acuerdo en que el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico llegó para quedarse y, reiteran, que es un problema global que necesita una respuesta global.
‘Una escena terrible para la gente’
Esto quedó claro en 2018, cuando el cinturón creció a un tamaño récord estimado en 22 millones de toneladas y gran parte del Caribe sufrió la peor acumulación de su historia. Esa temporada generó una ola de reclamos por una respuesta internacional colaborativa.
Al año siguiente, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, visitó Santa Lucía para una reunión de la CARICOM en julio desde donde viajó hasta el pequeño pueblo pesquero de Praslin Bay.
Rodeado de dignatarios, Guterres caminó por un muelle bordeado por pequeñas embarcaciones que flotaban sobre gruesas capas de sargazo, las cuales durante años habían sido una plaga para pescadores, sembradores de musgo marino y otros residentes del área.
“¿Entonces es una escena terrible para la gente?”, le preguntó Guterres a un residente, según quedó documentado en un video publicado en la página web de las Naciones Unidas.
“Sí”, respondió el hombre. “Está matando a los peces de la bahía. El hedor... Está destruyendo nuestros equipos electrónicos debido a los vapores”, lamentó.
Tras su visita, Guterres describió la escena como un “paisaje que parecía un desierto de algas de cientos de metros”.
Luego hizo un llamado de acción internacional.
El Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, visitó la Bahía de Praslin, Santa Lucía, en julio de 2019.
Foto por las Naciones Unidas
“Los océanos no conocen fronteras, ni tampoco el clima”, afirmó. “Es una responsabilidad colectiva global actuar ahora”.
Pero esa acción internacional amplia no se ha materializado. A pesar de la gran cantidad de estudios y proyectos en toda la región, y de varios intentos de la ONU y otras entidades para coordinar una respuesta en el Caribe, la iniciativa se ha visto estancada, en gran medida, por la escasez de fondos, asuntos geopolíticos, la pandemia del COVID-19 y otros factores.
Uno de los esfuerzos más significativos se produjo tres meses después de la visita de Guterres a Santa Lucía, cuando, en octubre de 2019 en Guadalupe, se realizó la Primera Conferencia Internacional sobre el Sargazo. Allí se lanzó oficialmente el programa llamado Sarg'Coop, que se financió con $3.2 millones en fondos de la Unión Europea y que tendría una duración de tres años. Al evento acudieron representantes del Gobierno francés, la Región de Guadalupe, la UNESCO y otras entidades. Además, asistieron representantes de más de una docena de países y territorios del Caribe, así como de Estados Unidos, México, Brasil y Francia.
Se vieron algunos avances. Por ejemplo, la Región de Guadalupe, en asociación con el Gobierno francés, la Agencia Nacional de Investigación de Francia y dos agencias brasileñas, lanzó una convocatoria de proyectos que permitió realizar una docena de estudios internacionales sobre el impacto sanitario, ambiental y económico de las algas, así como sus posibles usos.
Desde entonces, también se han celebrado otras reuniones regionales. En junio pasado, por ejemplo, se celebró en la República Dominicana una conferencia coordinada entre la Unión Europea y el Caribe con la consigna “Convertir el sargazo en oportunidad” y el mes siguiente el tema se debatió en una cumbre de la UE y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en Bruselas, Bélgica.
Pero casi cinco años después de la conferencia de Guadalupe en el 2019, los expertos reconocen que los objetivos más amplios no se han materializado a nivel regional como se había previsto. No existe ninguna estrategia caribeña y no se ha establecido el centro regional de alerta y monitoreo previsto en la conferencia.
Amplias cubiertas de sargazo se extienden hacia la costa en Manchioneal, Portland, Jamaica — una de las tres zonas más afectadas de la isla.
Foto del Instituto GeoInformático Mona
En cambio, muchas de las acciones que surgieron de la conferencia de Guadalupe se han centrado principalmente en el Caribe francés. Gracias en parte a un financiamiento de $66 millones asignados desde 2018 hasta 2026 por el Gobierno de Francia, que por décadas ha luchado contra el arribo de algas a sus costas europeas. Las islas francesas lanzaron algunos de los esfuerzos de respuesta más extensos en el Caribe en los últimos años.
Pero ni siquiera esto ha sido suficiente para proteger a los residentes.
Al describir la visita de Guterres a la bahía de Praslin como “nada más que una oportunidad fotográfica”, el profesor Dabor Resiere, radicado en Martinica, y otros siete investigadores afirmaron en un artículo de marzo de 2023, que las “autoridades locales desperdiciaron la visita de una persona tan importante para dar visibilidad internacional al fenómeno del sargazo en el Caribe”.
Cuatro años más tarde, la situación sigue “sin cambios”, añadieron.
“A pesar de los planes del Gobierno francés para abordar el problema del sargazo, estas algas tóxicas continúan arropando las costas de Martinica, Guadalupe y la Guayana Francesa en volúmenes cada vez mayores”, indicaron los investigadores en el Journal of Global Health. “Hoy no existe un consenso nacional o internacional para enfrentar este problema de salud pública. No existe una red caribeña ni un consenso amplio para avanzar en la investigación”, agregaron.
Incluso, la bahía de Praslin vio poco alivio en los años posteriores al recibimiento del secretario general de la ONU.
En 2022, la doctora Bethia Thomas, investigadora del sargazo de Santa Lucía, produjo videos sobre los residentes de Praslin y otras doscomunidades cercanas como parte de su tesis doctoral. En cada video, varios residentes enumeraron quejas que iban desde problemas respiratorios y joyería corroída, hasta destrucción de villas pesqueras.
“Afecta mi forma de respirar, y creo que también afecta a los niños y la forma en que se comportan, porque a veces están de muy mal humor y no pueden sentarse y hacer sus tareas porque es demasiado terrible”, dice una maestra en el video de Bahía de Praslin. “Creo que nos está afectando mentalmente”.
Las preocupaciones sobre los efectos del sargazo en la salud mental de los residentes y trabajadores costeros se señalaron en un informe de septiembre de 2023 de la Comisión de Pesca del Atlántico Centro-Occidental, compuesta por 34 miembros. “El olor desagradable, el deterioro de su entorno, la falta de acceso a las playas para relajarse, la incertidumbre sobre el futuro, el aumento de dolencias físicas como enfermedades respiratorias y erupciones cutáneas, y la preocupación por otros posibles riesgos para la salud, entre otras cosas, afectarán naturalmente la salud mental”, indicó la comisión, un organismo pesquero regional establecido bajo la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Sin embargo, el informe añade que actualmente no se están estudiando esos impactos en la salud mental.
A falta de una estrategia regional, en la mayoría de los países y territorios del Caribe se han desarrollado planes nacionales de manejo del sargazo por medio de proyectos financiados con subvenciones afiliados a la Universidad de las Indias Occidentales en Santa Lucía, Barbados, Dominica, Granada, San Vicente y las Granadinas, IVB, Anguila y Montserrat.
Pero pocos han sido adoptados oficialmente a nivel gubernamental, y aún menos cuentan con el financiamiento adecuado o seguimiento.
El sargazo bordea la costa en julio de 2023 en Anegada, en las Islas Vírgenes Británicas.
Foto por Freeman Rogers | The BVI Beacon
“A veces las comunidades quedan en el olvido”, dijo Thomas. “Tal vez no intencionalmente, pero en los pequeños estados insulares en desarrollo con recursos limitados, hay que priorizar. Y tal vez otras cosas, como construir un nuevo hospital y nuevas carreteras y escuelas, puedan tener prioridad sobre el desarrollo de un plan de manejo del sargazo”, planteó.
A consecuencia de eso, las respuestas al sargazo pueden variar dramáticamente de una isla a otra.
Al investigar el efecto de las grandes llegadas de sargazo del año pasado en seis países y territorios del Caribe, el CPI encontró una realidad que se repite: la gente está sufriendo.
Inversión insignificante de países contaminantes
Mientras los residentes experimentan consecuencias económicas y de salud, los líderes caribeños reclaman frecuentemente la falta de fondos para hacer frente a la crisis. Señalan que los fondos locales están atados a muchas prioridades que compiten, incluyendo el manejo de impactos relacionados con el clima como huracanes, sequías e inundaciones.
También dicen que el costo de la crisis del sargazo debería ser asumido en parte por los países más grandes, los principales responsables de la misma, y que acceder a financiamiento climático internacional para ese propósito no es fácil.
Una revisión hecha por el CPI de los proyectos financiados por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial y por miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico entre 2000 y 2021 reveló que, de los 162,780 proyectos para atender el cambio climático en el mundo, a penas un 0.007% (menos de $7 millones) fueron para abordar cuestiones relacionadas con el sargazo y fueron otorgados sólo entre 2019 y 2021. Alrededor del 89% de esos fondos, o $6 millones, se invirtieron en el Caribe.
Sin embargo, para muchas islas colonias, el problema se agrava por un estatus político que las descalifica para la mayor parte del financiamiento para fines de asuntos climáticos.
“No tenemos acceso a fondos globales como el fondo de resiliencia, el fondo de pérdidas y daños”, dijo el ministro de Salud y Desarrollo Social de las IVB, Vincent Wheatley, cuya casa queda mirando hacia la planta desalinizadora de Virgen Gorda, que recientemente se dañó a causa del sargazo.
La tubería de entrada de la principal planta desalinizadora de la isla absorbió el sargazo que saturó a Handsome Bay, Virgen Gorda (que se muestra arriba el 1 de septiembre de 2023) y sufrió daños que provocaron escasez y cortes de agua.
Foto por Anika Christopher | The BVI Beacon
En las Conferencias anuales de la ONU sobre el Cambio Climático, las islas no son parte ni participan en la mesa de negociaciones, explicó.
“Caemos bajo el [Reino Unido]”, dijo. “Así que cualquier cosa que el Reino Unido negocie, nos la aplica a nosotros”.
Por lo tanto, dijo que las IVB y otros territorios han tenido negociaciones aparte con el Reino Unido.
“Nos unimos para solicitarle al Reino Unido la creación de un fondo específico para [sus] territorios de ultramar”, dijo Wheatley al indicar que estas discusiones están ocurriendo e incluyen el sargazo.
La falta de financiación y coordinación regional también ha obstaculizado los esfuerzos para lograr monetizar el sargazo buscándole un uso sostenible a gran escala.
“Aunque hay tantas cosas que se pueden hacer con el sargazo, la cantidad real de sargazo que se utiliza para los productos sigue siendo muy baja”, indicó la doctora Franziska Elmer, investigadora de sargazo radicada en México.
Proponen plan para el sargazo en COP28 en Dubai
Cuando Gustave dit Duflo, presidenta de la Oficina Francesa de Biodiversidad, se subió el 2 de diciembre de 2023 a un podio en la COP28 en Dubai, a 8,000 millas de distancia del Caribe, ya la inundación de sargazo había disminuido en las aguas calientes al otro lado del mundo.
Ante la mirada indiferente de los dignatarios, la funcionaria emitió una fuerte advertencia sobre el sargazo.
“Es un fenómeno muy invasivo y agresivo y afecta al turismo en todo el Caribe, y todas las economías de la región se basan en la biodiversidad y el turismo”, dijo a las personas reunidas en el pabellón francés al margen de la conferencia. “El Caribe tiene muchos puntos importantes de biodiversidad. Entonces, si no actuamos, en 20 años esta biología marina, incluido el arrecife, desaparecerá de nuestra costa”, puntualizó.
El sargazo flotante en la comunidad costera de Robin’s Bay, en Jamaica. Esta es una de las tres zonas más afectadas por el sargazo todos los años.
Luego explicó la propuesta del Gobierno francés para abordar el tema. El programa, dijo, tiene cuatro vertientes: formar una coalición internacional para comprender mejor el problema y sus causas; abordar el sargazo en foros internacionales como la COP de Biodiversidad; actuando en el marco del Convenio de Cartagena; y trabajar con la UE para apoyar la continuación del proyecto regional Sarg'Coop lanzado durante la conferencia de 2019 en Guadalupe.
El Gobierno francés ha presentado la propuesta como un movimiento sin precedentes en la COP28, y con el objetivo de ubicar el tema del sargazo en uno de los paneles de alto nivel durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos que se celebrará en Niza, Francia, en junio de 2025.
Esta colaboración es esencial, aseguró Gustave dit Duflo.
“Manejamos el sargazo a nivel local, pero este no es un fenómeno insular. Es toda la cuenca del Caribe y una parte del Atlántico”, puntualizó. “Es por eso por lo que todos los países afectados necesitamos crear una coalición internacional para poder encontrar maneras y formas de actuar”, alertó.
A partir de la COP28, los Países Bajos y sus países y territorios de ultramar decidieron sumarse al programa internacional propuesto por Francia junto a Costa Rica, México, República Dominicana y la Organización de Estados del Caribe Oriental, dijo Gustave dit Duflo al CPI.
Próximamente se celebrará una reunión con la Comisión Europea para definir las directrices legales y la financiación del proyecto, adelantó.
También en la COP28, la UE y el Gobierno de la República Dominicana organizaron un panel conjunto relacionado con el sargazo en el pabellón de la República Dominicana, donde lanzaron una iniciativa para “convertir el sargazo en una oportunidad económica” aprovechando la Agenda de Inversiones Global Gateway de la Unión Europea en América Latina y el Caribe.
Para ser exitosos, estos proyectos deberán aprovechar el trabajo que surgió de esfuerzos como los de la conferencia de 2019 en Guadalupe — y superar los retos que los retrasaron.
Desde principios de 2019, por ejemplo, Météo France, el servicio meteorológico francés, opera un servicio de seguimiento y detección de sargazo en las Antillas francesas y la Guayana Francesa. Pero hasta ahora, estos esfuerzos no se han expandido al centro regional previsto en la conferencia de 2019 a pesar del lanzamiento de varios sistemas de monitoreo en los últimos años, como el Sistema de Aviso Temprano de Jamaica, el rastreador regional CARICOOS en Puerto Rico y el sistema Sargassum Watch que depende de satélites de la Universidad del Sur de la Florida.
El programa Sarg'Coop que se lanzó en la conferencia de 2019, también tenía previsto replicar el trabajo realizado en Martinica, que en 2015 había creado un sistema de seguimiento del sulfuro de hidrógeno y del amoníaco, y que posteriormente se convirtió en una red de medición a gran escala que se extendió a Guadalupe en 2018.
Bajo Sarg'Coop, el instituto de investigación Madininair, con sede en Martinica, asumió la responsabilidad de apoyar a Santa Lucía, Dominica, Tobago, Cuba y México en la preparación de redes similares. Pero la pandemia del COVID-19 retrasó el progreso, y sólo recientemente se volvió a encarrilar el esfuerzo con el trabajo realizado en cada uno de esos países.
Cuando se le preguntó sobre los obstáculos pasados para implementar una estrategia internacional común, Gustave dit Duflo, también profesora de neurociencia en la Universidad de las Indias Occidentales, señaló a la geopolítica. Como ejemplo, citó la cumbre de mayo de 2023 de la Asociación de Estados del Caribe en Guatemala. Las discusiones de la cumbre, dijo, se enfocaron en gran medida en el conflicto en Ucrania mientras los países de la región debatían la cuestión del apoyo a Rusia o Estados Unidos.
Según la científica, la colaboración regional también se ha visto obstaculizada por diferencias legislativas transfronterizas.
Dominique Théophile, senador en Guadalupe, hizo una observación similar cuando se le encargó realizar un estudio sobre las estrategias de manejo del sargazo en el Caribe antes de la conferencia de 2019. Después de varios viajes a Santa Lucía, República Dominicana y México, descubrió que los planes de manejo más exitosos los llevaban a cabo los principales grupos hoteleros a escala local.
Pero estas estrategias muchas veces no podían implementarse a través del Caribe.
Por ejemplo, las leyes de salud y medio ambiente en Francia y otros territorios europeos impidieron una práctica común en otras partes de la región — esparcir sargazo detrás de las playas — debido a la posibilidad de que las algas pudieran contener arsénico y otros metales pesados que pudieran afectar el océano o las aguas subterráneas.
Debido a estas leyes, explicó Théophile, la estrategia francesa de manejo del sargazo concede una mayor importancia a los impactos sobre la salud y el medio ambiente. Muchas veces, por razones financieras, las iniciativas de otros países no atienden esas consideraciones ambientales y de salud con el detalle correspondiente, precisó.
Mientras los países trabajan para rectificar estos problemas y establecer una respuesta internacional, el tiempo corre para los residentes de las costas del Caribe.
Poco después de que terminara la COP28, los científicos de la Universidad del Sur de la Florida estimaron que el sargazo que flota en el Océano Atlántico tropical era de unos cinco millones de toneladas métricas, en comparación con el promedio de diciembre, cuando se registraron unas dos millones de toneladas métricas. En febrero de 2024, la masa había aumentado a unos nueve millones de toneladas — la segunda cantidad más alta jamás registrada en ese mes.
En otras palabras, pudiera haber comenzado otra temporada récord de sargazo.
Los reporteros Rafael René Díaz Torres (Centro de Periodismo Investigativo), Mariela Mejía (Diario Libre) y Hassel Fallas (La Data Cuenta) colaboraron con este reportaje.
Esta investigación es el resultado de una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo de Investigación y fue posible en parte con el apoyo de Open Society Foundations.
Muchos empresarios caribeños ven una oportunidad económica sin precedentes en el sargazo que ha inundado extraordinariamente la región desde 2011.
Pero a pesar de sus entusiastas propuestas (que surgen del consenso generalizado de que la única solución realista a la crisis es monetizar las algas), no se ha encontrado ningún uso consistente, a gran escala, para ellas.
“Aunque hay tantas cosas que se pueden hacer con el sargazo, la cantidad real de sargazo que se utiliza para productos sigue siendo muy baja”, dijo la doctora. Franziska Elmer, una gerente de proyectos científicos que reside en México y trabaja para la empresa Seafields, una organización de soluciones basadas en carbono, con sede en el Reino Unido.
Como resultado de su bajo potencial de utilización, el sargazo generalmente se maneja como desperdicio y estiman que en el Caribe los costos anuales de limpieza y eliminación ascienden a $210 millones.
Empresas como Seafields esperan cambiar eso. En los últimos años, empresarios e investigadores han buscado con mucho empeño el secreto para convertir el sargazo en “oro marrón”, como le gusta llamar a las algas a la profesora Mona Webber, del Campus Mona de la Universidad de las Indias Occidentales en Jamaica.
La empresa Seafields, con sede en el Reino Unido, está desarrollando granjas acuáticas que almacenen sargazo en compartimientos cerrados como el que se observa, en San Vicente y las Granadinas el año pasado.
Foto cortesía de Seafields
Pero aún quedan enormes desafíos para encontrar un negocio rentable que reduzca considerablemente las millones de toneladas de sargazo que llegan a las costas de la región cada año.
Los empresarios que hablaron con el Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico dijeron que operan en un entorno mayormente no regulado, donde la información es inconsistente y el financiamiento es difícil de encontrar.
Benjamín Jelen es director de Investigación y Desarrollo en C-Combinator ubicado en Cataño, Puerto Rico, donde estudian el uso potencial de productos derivados del sargazo.
Foto por Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“La mayoría de la reglamentación se centra en el manejo del recogido y no hay muchas regulaciones sobre los productos. Y eso dificulta la fabricación de artículos”, dijo Elmer, la investigadora de Seafields.
El trabajo del C-Combinator se realiza en su mayoría con sargazo mexicano, pero ejecutivos de la empresa dicen tener la infraestructura para trabajar con el alga que se acumula en las costas de Puerto Rico.
Foto por Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“Puedes empezar a fabricar tu producto y, medio año después, te dicen: ‘Oh, ahora hay una nueva reglamentación’“, añadió.
Sin gran estabilidad, muchos empresarios han tenido dificultades para obtener incluso pequeñas subvenciones y mucho menos han podido acceder a las grandes inversiones que necesitan para crecer, según un estudio de 2021 dirigido por la doctora Hazel Oxenford, bióloga del Centro de Manejo de Recursos y Estudios Ambientales (CMREA) de la Universidad de las Indias Occidentales en Barbados.
“Abordar el problema [del sargazo] como si fuese únicamente una amenaza ha resultado extremadamente costoso. Lentamente la atención se está dirigiendo hacia las oportunidades potenciales para la reutilización y valorización del sargazo”, señala el estudio publicado en la revista Phycology, dedicada al estudio de las algas. “Sin embargo, convertir la ‘crisis del sargazo en oro’ no es fácil”, advirtió.
Los investigadores agruparon las limitaciones que enfrentan los empresarios e investigadores del sargazo en cinco categorías: Un suministro impredecible; asuntos asociados con la composición química de las algas; cosecha, transporte y almacenamiento; gobernanza; y financiamiento.
Tres años después, Elmer y otros investigadores y empresarios de toda la región dicen que todavía enfrentan esos obstáculos.
Metales pesados
Pero a pesar de estos desafíos, continúan trabajando para encontrar soluciones. Una de las primeras ideas populares fue utilizar el sargazo como fertilizante o alimento para animales. Pero algunos empresarios se han retirado de esta opción después de que una investigación encontró un altocontenido de arsénico en las algas y recomendó no usarlas con fines nutricionales.
Entre ellos se encontraba Daviean Morrison en Jamaica. Morrison lanzó por primera vez su empresa Awganic Inputs con la esperanza de producir alimento orgánico para cabras, pero luego abandonó esa idea y comenzó a investigar la posibilidad de producir carbón vegetal, que es ampliamente utilizado por los agricultores en muchas zonas rurales de la isla.
Daviean Morrison lanzó su empresa Awganic Inputs en Jamaica con la esperanza de producir alimento orgánico para cabras con sargazo.
Foto cortesía de Awganic Inputs
Pero tuvo dificultades para encontrar financiamiento adecuado para recolectar suficiente sargazo.
“Incluso si miramos la colaboración con la ONG y los grupos cívicos, que se supone que lo transporten gratis, es un cargo de $15,000 [US$96] por viaje para un camión, y lo máximo que retiramos son alrededor de tres toneladas”, dijo Morrison.
Después de que la epidemia de COVID-19 frenara el negocio del carbón vegetal, y de que el 2023 trajera a Jamaica menos sargazo que el 2022, Morrison suspendió el plan.
Ahora opera un negocio de Internet inalámbrico en comunidades rurales y ahorra sus ganancias para, cuando los fondos le permitan financiar el relanzamiento de sus proyectos de carbón.
Daveian Morrison llena barriles de agua para su primer prototipo del proyecto de producción de forrajes para cabras a base de sargazo.
Foto cortesía de Awganic Inputs
Otros esfuerzos de investigación para el reuso del sargazo en Jamaica se han topado con problemas similares.
En 2018, el Instituto de Productos Naturales (IPN) de la Universidad de las Indias Occidentales (UIO), investigó mediante un contrato con el Gobierno el potencial del sargazo en biocombustibles y aditivos alimentarios y además llevó a cabo “evaluaciones muy preliminares del efecto de los extractos de sargazo en células cancerosas [en la próstata y los senos]”, según Webber, quien también es directora del Centro de Ciencias Marinas de la Universidad.
Pero el esfuerzo resultó costoso y fue difícil encontrar inversionistas, dijo Webber.
Al final, el trabajo se estancó tras el descubrimiento de arsénico y otras sustancias químicas nocivas en el sargazo, según la científica.
Según explicó, actualmente los científicos no cuentan con ningún método factible para extraer tales químicos, aunque el equipo de la UIO espera en el futuro obtener financiamiento para ese propósito.
“Nadie en la UIO está actualmente investigando los usos del sargazo”, añadió Webber.
Capturando carbono
En un futuro, los creadores de productos que necesitan un suministro constante de sargazo podrían recibir ayuda de la compañía Seafields.
La empresa, con sede en el Reino Unido, y que también tiene operaciones de investigación en México, y San Vicente y las Granadinas, espera crear varias granjas de sargazo en el sur del océano Atlántico con una superficie total del tamaño de Portugal. Después de extraer nutrientes y otros elementos útiles de las algas recolectadas en las granjas, la empresa empacaría y hundiría el remanente en el mar para capturar carbono y vender créditos en el mercado de carbono.
Con el respaldo de inversionistas y una subvención de Innovate UK de $310,000, Seafields espera que el sistema también ayude a garantizar un suministro constante de algas durante todo el año.
Pero el proyecto no es fácil, según Elmer, quien actualmente reside en México. Aunque Seafields espera expandir su sistema de recolección a otras islas, mencionó que hay una falta de datos sobre la proliferación de sargazo en las diferentes áreas.
“Si no tienes los datos, primero tienes que pasar varios meses o una temporada en el lugar para monitorear y observar antes de poder hacer inversiones realmente grandes”, dijo.
Según la bióloga marina, la propia naturaleza de las algas también presenta desafíos.
“La principal es que el sargazo tiene que estar bastante fresco”, dijo. “A la playa llega mucho sargazo. Es posible que no puedas usarlo todo o incluso recogerlo todo hasta que se pudra y comience a descomponerse. El otro obstáculo es que nunca sabes cuánto recibes cada día. Como que son altibajos”.
La falta de legislación consistente y la coordinación de directrices en toda la región plantea otros obstáculos, dijo.
Un marco regulatorio para todo el Caribe, añadió, ayudaría a los empresarios a ampliar sus productos. “Porque si comienzas a encontrar una solución, podrías llevarla a otras islas”, señaló.
México, ladrillo a ladrillo
En México, Omar Vázquez Sánchez ha llamado la atención desde 2018, cuando creó ladrillos con sargazo.
Comercializa sus Sargablocks como una solución de vivienda, especialmente para familias pobres.
Desde 2018, Omar Vázquez Sánchez crea bloques de construcción a base de sargazo en México, donde estableció la empresa Sargabloks.
Foto por Bris Landaverde | Sargabloks
Vázquez Sánchez explicó que el proyecto nació de la desesperación, luego de perder un contrato gubernamental de tres meses para retirar el sargazo de la playa. Se basó en los recuerdos de la infancia de la casa de adobe de sus abuelos y decidió hacer su propia versión.
Vázquez Sánchez dijo que comenzó a vender Sargablocks el año pasado. Aunque no quiso revelar sus ganancias, dijo que generaba suficiente para pagar sus cuentas y mantener a nueve empleados.
Los bloques que Sargablock fabrica con sargazo buscan ayudar en la construcción de viviendas para familias de escasos recursos en México.
Foto por Bris Landaverde | Sargabloks
Sin embargo, ha luchado por crecer sin el apoyo del Gobierno mexicano o de socios privados, quienes, según él, son reacios a invertir, en parte, debido a su insistencia en donar el 3% de las ganancias a organizaciones benéficas.
“Si se hubiera inventado en Alemania, créanme, todos los mexicanos... estarían construyendo con Sargablock”, dijo. “Pero es un producto mexicano”.
Ahora mira hacia el extranjero. Espera franquiciar su negocio y crear asociaciones con países interesados. Busca abrir una fábrica de Sargablock en Colombia y asegurar acuerdos con Belice y República Dominicana antes de avanzar a Guadalupe, Martinica y Puerto Rico, dijo.
Pero para poder expandir de esta manera, debe comprar maquinaria más grande que pueda producir al menos el doble de los 2,000 ladrillos por día que, según dijo, es capaz de producir actualmente.
Según Omar Vázquez Sánchez, la intención de Sargablock es distribuirlo a países como Colombia, Belice, República Dominicana, Guadalupe, Martinica y Puerto Rico.
Foto por Bris Landaverde | Sargabloks
Ron y sargazo
En Barbados, investigadores de la Universidad de las Indias Occidentales están trabajando para desarrollar biocombustibles utilizando sargazo y aguas residuales de destilerías de ron.
Como parte de esos esfuerzos, la profesora de energía renovable, la doctora Legena Henry, fundó Rum and Sargassum Incorporated en 2021, con la esperanza de ayudar a eliminar por completo el uso de combustibles fósiles en esa isla para 2030.
Ella también busca financiamiento.
“Este es un combustible nuevo que estamos incorporando a una tecnología antigua para lograr un transporte libre de fósiles, por lo que se necesitará algo de inversión para llegar al punto en que los clientes realmente nos compren”, dijo Henry en un vídeo publicado en junio pasado por el CMREA.
Espera tener vehículos propulsados por metano en las calles de Barbados para enero de 2026.
“Hasta entonces, estamos montando esta especie de gasolinera de demostración, que usaremos para seguir recopilando datos para comprender la solución, pero estamos muy seguros de que funciona”, afirmó. Señaló que los estudiantes investigadores participaron en este experimento solo con estipendios del Banco de Desarrollo Interamericano y una vez que comenzaron a ver los resultados de las pruebas de biogás, el BDI solicitó un estudio técnico sobre sus hallazgos, que se publicó en abril de 2021.
También en Barbados, el empresario Joshua Forte trabajó con el Campus Cave Hill de la UIO para crear un suplemento vegetal utilizando sargazo.
Ahora vende el producto por medio de su empresa Red Diamond Compost Incorporated y dice que funciona mejor que un fertilizante sintético muy popular contra el cual lo probó.
“Incluso reduciendo el fertilizante sintético a la mitad y agregándole nuestro súper bioestimulante de algas marinas, se obtuvieron resultados aún mejores”, dijo.
Cuando comenzó el proyecto hace unos ocho años, se sentía como “la única persona que buscaba hacer algo” con las algas, dijo. Hoy tiene mucha competencia y aún no ha podido encontrar inversionistas para expandirse a la producción de biofungicidas como había planeado inicialmente.
Pero tiene muchas esperanzas puestas en el futuro.
Se ve bien en papel
Otras soluciones de sargazo varían ampliamente.
En la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, la bióloga marina Briggite Gavio y su alumno Diego Aguilera han estado utilizando algas para hacer papel.
El esfuerzo es parte de un proyecto más amplio sobre reducción de riesgos y alternativas económicas en el archipiélago colombiano de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Briggite Gavio, profesora de la Universidad Nacional de Colombia, junto al estudiante Diego Aguilera. Ambos trabajan para generar papel utilizando sargazo.
Foto por Camila Alzate | El País
El proceso de fabricación del papel es intensamente laborioso. Una vez obtenido el permiso de recolección, Gavio recoge a mano las algas de las playas de la isla de San Andrés. Luego se cierne la arena antes de secar las algas al sol y se transportan a Bogotá en hieleras. Allí se lava, se seca, se muele y se mezcla con cáscaras de coco, agua y otros ingredientes.
Después de procesar químicamente esta mezcla, se prensa y se deja secar durante aproximadamente una semana. Actualmente, el equipo de investigación está trabajando para perfeccionar el proceso con la esperanza de producir un papel de mejor calidad.
Así se seca el sargazo, traído desde San Andrés, para convertirlo en materia prima para el papel.
Foto por Camila Alzate | El País
Pero hay muchos retos. El año pasado, por ejemplo, una gran afluencia de sargazo prevista a principios de año nunca se produjo.
“Precisamente cuando necesito sargazo es cuando no llega”, dijo Gavio. Sin embargo, espera que sus esfuerzos eventualmente brinden a las islas soluciones sostenibles a un problema importante que ha amenazado su industria turística y otros aspectos de la vida.
“El único que trabaja en esto soy yo”, dijo. “Ahora mismo, lo que ocurre es que cuando llega [el sargazo] se tira a un vertedero, pero eso no es una solución a largo plazo”, agregó.
Soluciones
El estudio de Oxenford ofreció decenas de recomendaciones para eliminar los obstáculos que bloquean a los empresarios del sargazo: Mejorar los sistemas de pronósticos; utilizar subsidios gubernamentales para facilitar la comercialización; mejorar los sistemas de recolección y transporte; desarrollar normas de seguridad; idear mejores métodos de almacenamiento y otras formas de garantizar un suministro constante; fomentar “parques industriales de sargazo”, y muchas otras.
Pero, los investigadores indicaron que ninguno de estos pasos funcionará si se toman de forma individual.
“Se recomienda que las soluciones y acciones propuestas se integren en una estrategia y un plan de acción regional que promueva la valorización como una oportunidad económica y como un medio para aliviar los impactos de la afluencia”, dice el estudio de Oxenford.
De lo contrario, los investigadores predicen un futuro sombrío.
“La evidencia sugiere que, aunque los esfuerzos para explorar oportunidades en el Caribe están en marcha, la afluencia del sargazo seguirá siendo más un peligro que un beneficio, a menos que se aborden adecuadamente las limitaciones actuales”, afirmaron.
Esta investigación es el resultado de una beca otorgada por el Instituto de Formación Periodística del Centro de Periodismo Investigativo y fue posible en parte con el apoyo de la Open Society Foundations.
By Freeman Rogers (The BVI Beacon), Olivia Losbar (RCI Group Guadeloupe), Maria Mónica Monsalve (América Futura, El País América), Krista Campbell (Television Jamaica) and Suzanne Carlson (The Virgin Islands Daily News) with Centro de Periodismo Investigativo
Schools evacuated due to toxic gas. Smelly tap water at home. Tourist operators and fishers struggling to stay in business. Job losses. Power outages affecting tens of thousands of people at a time. Dangerous health problems. Even lives lost.
Such crises were some of the consequences of sargassum in the islands of the Caribbean in 2023, and they have become common in the region since 2011 when massive blooms began inundating the shorelines in the spring and summer months.
On April 18, 2023 in Guadeloupe, the air-quality monitoring agency Gwad’Air advised vulnerable people to leave some areas because of toxic levels of gas produced by sargassum. Six weeks later, about 600 miles to the northwest, sargassum blocked an intake pipe at an electricity plant at Punta Catalina in the Dominican Republic. One of the facility’s units was forced to temporarily shut down, and a 20-year-old diver named Elías Poling later drowned while trying to fix the problem.
A team removes sargassum at the facilities of the Punta Catalina Thermoelectric Power Plant in the Dominican Republic in 2023.
Photo by Punta Catalina Thermoelectric Power Plant
In Jamaica, during the months of July and August, fishers found themselves struggling through one more season as floating sargassum blocked their small boats and diminished their catch.
“Sometimes, the boats can’t even come into the creek,” said Jamaican fisherman Richard Osbourne. “It blocks the whole channel.”
In the British Virgin Islands (BVI), most of Virgin Gorda’s 4,000 residents had to deal with sporadic water shutoffs and odorous tap water for weeks after sargassum was sucked into their main desalination plant last August.
And in Puerto Rico, a highly unusual late-season influx inundated the beaches of the Aguadilla area for the first time, leaving residents like Christian Natal and many others out of work for a week when it shut down businesses including the jet ski rental company that employs him.
Christian Natal works at a water vehicle rental company in the “Crash Boat” beach in the municipality of Aguadilla that had to close last year due to the unusual arrival of sargassum to the northwest of Puerto Rico.
Photo by Gabriel López Albarrán | Centro de Periodismo Investigativo
These victims are among thousands of people hurt by sargassum blooms last year alone in the Caribbean, where about 70% of the population of around 44 million lives near the coast, according to the World Bank.
Scientists blame the explosive growth of the seaweed on global pollution, climate change, and other international problems that Caribbean islands did little to cause and lack the political power to resolve.
“Seaweed must be seen as an impact of global warming, with the opening up of the right to compensation on the grounds that we are small, vulnerable islands,” said Sylvie Gustave dit Duflo, the vice-president of the Guadeloupe Region in charge of environmental issues and president of the French Biodiversity Office.
She added that the countries of the Caribbean Community (CARICOM) — which include 15 member states and five associate members that are territories or colonies — recorded economic losses of about $102 million due to sargassum in 2022 alone.
“These figures do not take into account the losses recorded in all the other Caribbean countries, including the French islands,” she said. Nor do they take into account yearly costs of beach cleaning estimated to be as high as an additional $210 million.
Ezekiel Bobb, who lives near the ocean at Handsome Bay, Virgin Gorda, has suffered from the odor of decaying sargassum in recent years. He has tried to do his part by using it for fertilizer in his garden, but he is unable to make much dent in the massive amounts that wash ashore.
Photo by Freeman Rogers | The BVI Beacon
Gustave dit Duflo and other experts say the global problem requires a global response. But so far, the Caribbean has failed to coordinate even a region-wide strategy, and the international community has largely turned a blind eye. National-level responses — which in most Caribbean countries include a draft management strategy that hasn’t been officially adopted or adequately funded — have done little to take up the slack.
Most sargassum influxes are predictable, and the worst impacts are often preventable. But again and again, Caribbean governments have waited to react until the crisis stage. And even then, the responses have often focused on protecting the tourism industry while other groups, such as local communities or fishers, are left behind.
As a result, residents’ health, livelihood and natural environment have been endangered, and hundreds of millions of dollars have been spent on reactive emergency responses that experts say could have been better spent on prevention, planning and mitigation.
At the Conference of the Parties to the UN Framework Convention on Climate Change (COP28) last December in Dubai, Gustave dit Duflo helped unveil a French proposal for the sort of international response she says is urgently needed. It includes forming a global coalition to better understand the problem, ensuring that sargassum is on the agenda of major international forums, and continuing previous work in partnership with the European Union, among other measures.
But to implement the proposal, governments in the Caribbean and further abroad will have to overcome hurdles that have previously stymied cooperation, including political and legislative differences, funding shortages, and debate about whether to prioritize health, the environment, the economy, or other areas.
In the meantime, sargassum has already started to arrive on the Caribbean’s shores once again. And once again, the region is not ready.
By April 8, 2024 (above), sargassum was once again washing ashore near the desalination plant at Handsome Bay, Virgin Gorda, but the promised protective boom had not been installed.
The ‘Great Atlantic Sargassum Belt’
Sargassum is not a bad thing in itself. Nor is it new to the Caribbean, where it has always washed ashore in modest quantities in the spring and summer, providing habitat for marine life and helping build beaches as it decays.
But 2011 brought too much of a good thing. Way too much.
Without warning that year, sargassum suddenly swamped shorelines. It piled several feet high on some beaches. It stank like rotten eggs as it decomposed. It shut down resorts, dealing a major blow to a tourism sector in some areas of the Caribbean still struggling to recover from the 2008-2009 global recession. It gave coastal residents headaches, nausea and respiratory problems. It disrupted turtle nesting sites and threatened reefs and mangroves.
Sargassum has caused problems for boats operating at the ferry terminal in Road Town, Tortola in the British Virgin Islands (shown above on May 20, 2023.)
Photo by Freeman Rogers | The BVI Beacon
As sargassum continued to flood the Caribbean and the western coast of Africa 8,000 miles away, scientists made a surprising discovery. Historically, most of the seasonal influx in the Caribbean had come from a two-million-square-mile gyre in the northern Atlantic Ocean: the Sargasso Sea.
“The Sargasso [Sea] has been around for hundreds of thousands of years, and it’s an ecosystem that was perfect, so to speak,” said Dominican Republic oceanographer Elena Martinez. “It was there surrounded by four oceans gyres, or currents, that kept it perfect.”
But scientists soon learned that most of the new Caribbean influx wasn’t coming from the Sargasso Sea anymore: It was coming from a new sargassum ecosystem that had formed in the southern Atlantic Ocean.
The area dubbed the Great Atlantic Sargassum Belt in a 2019 article in Science is now visible from space, and its length often exceeds 5,000 miles, according to scientists who use satellites to track it.
Its cause is still debated. Sargassum researcher Dr. Brian Lapointe sees the Atlantic belt as a global version of a smaller bloom he witnessed in 1991 that shut down a nuclear power plant and other electricity facilities along the Florida coast.
Since the 1980s, the world population has nearly doubled, explained Lapointe, a professor at Florida Atlantic University. This, in turn, has led to a massive increase in the sargassum-boosting nutrients washing out of major rivers like the Mississippi in the US, the Amazon and Orinoco in South America, and the Congo in Africa.
“To grow that world population, we’ve used these fertilizers; we’ve deforested along all the major rivers in the world,” he said. “The nitrogen has gone up faster than the phosphorus from all these human activities, including wastewater, sewage, from the increasing human population.”
Another likely culprit is climate change. Martinez said warming waters may have disrupted the giant gyre that held the Sargasso Sea in place for thousands of years, releasing sargassum to float south and form the new belt.
Great Atlantic Sargassum Belt diagram.
REVIEW article Commercial Potential of Pelagic Sargassum spp. in Mexico, Frontiers
The new belt also receives additional nutrients from the Sahara dust that frequently blows across the Atlantic — which itself could be exacerbated by climate impacts such as the expansion of deserts as temperatures rise. Some scientists also argue that warming oceans provide a more sargassum-friendly growing environment.
Experts tend to agree that the Great Atlantic Sargassum Belt is here to stay — and that it is a global problem that needs a global response.
‘A terrible scene for the people’
That much was clear by 2018, when the belt grew to a record size that was estimated at 22 million tons and much of the Caribbean saw its worst-ever inundation. The season spurred increasing calls for a collaborative international response.
The following year, United Nations Secretary General Antonio Guterres visited St. Lucia for a July meeting of the Caribbean Community, and he took a side trip to the small fishing village of Praslin Bay.
Surrounded by dignitaries, Guterres walked down a dock lined with small boats bobbing atop thick mats of sargassum, which for years had plagued fishers, sea moss farmers and other residents in the area.
“So it’s a terrible scene for the people?” he asked a resident in a video posted
on the United Nations website.
“Yes,” the man responded. “It’s killing the fishes in the bay. The stench. It’s destroying our electronics because of the fumes.”
After his visit, Guterres described his sadness on seeing a “landscape that resembled an algae desert for hundreds of meters.”
Then he called for international action.
United Nations Secretary General António Guterres visits Praslin Bay, St. Lucia in July 2019 on the sidelines of his attendance at the Caribbean Community Heads of Government Summit that year.
Photo by United Nations
“Oceans don’t know borders, nor does climate,” he said. “It is a global collective responsibility to take action now.”
But that broad international action has not materialized as planned. Despite a growing patchwork of studies and projects across the region, various attempts by the UN and others to coordinate a Caribbean-wide response have been largely stalled by funding shortages, geopolitical issues, the Covid-19 pandemic and other factors.
One of the most extensive efforts came about three months after Guterres’ visit to St. Lucia, when Guadeloupe hosted the First International Conference on Sargassum in October 2019. Partners at the event — where the three-year Sarg’Coop program financed by about $3.2 million in European Union funds was officially launched — included the French government, the Guadeloupe Region, UNESCO and other entities. In attendance were representatives from more than a dozen Caribbean countries and territories, as well as the US, Mexico, Brazil and France.
Some progress followed. For instance, the Guadeloupe Region — in partnership with the French government, the French National Research Agency and two Brazilian agencies — launched a call for projects that enabled a dozen international studies to be carried out on the health, environmental and economic impact of the seaweed, as well as possible uses for it.
Other regional meetings have been held since then as well. Last June, for instance, an European Union-Caribbean conference on “Turning Sargassum into Opportunity” was held in the Dominican Republic, and the topic was discussed the following month at a summit of the EU and the Community of Latin American and Caribbean States (EU-CELAC) in Brussels, Belgium.
But almost five years after the 2019 Guadeloupe conference, the broader goals have not come to fruition on a regional level as envisioned, experts acknowledge. No Caribbean strategy is in place, and the region-wide warning and monitoring center envisioned at the conference has not been established.
Large sargassum mats sweeping into the shoreline in Manchioneal, Portland, Jamaica – one of the top three worst affected areas in the island.
Photo by Mona GeoInformatics Institute
Instead, many of the actions that grew out of the Guadeloupe conference have centered mainly on the French Caribbean. Funded in part by about $66 million allocated for 2018 to 2026 by the government of France — which for decades has struggled with algae washing ashore on its European coasts — the French islands have launched some of the most extensive response efforts in the Caribbean in recent years.
But even this has not been enough to protect residents.
Describing Guterres’ visit to Praslin Bay as “nothing more than a photo op,” Martinique-based professor Dr. Dabor Resiere and seven other researchers claimed in a March 2023 article that the “local authorities failed to take advantage of such an important visitor to give international recognition to the sargassum phenomenon in the Caribbean.”
Four years later, they added, the situation remained “unchanged.”
“Despite the French government’s plans to tackle the sargassum problem, these toxic algae are continuing to inundate the coasts of Martinique, Guadeloupe, and French Guiana in ever-greater volumes,” the researchers wrote in the Journal of Global Health, adding, “Today, there is no national and international consensus on facing this public health problem. There is no Caribbean network or a broad consensus to advance research at this level.”
Even Praslin Bay saw scant relief in the years after it welcomed the UN secretary general.
In 2022, St. Lucian sargassum researcher Dr. Bethia Thomas produced videos about the village and two other nearby communities as part of her doctoral thesis. In each video, several residents listed complaints ranging from breathing problems to fisheries destruction to corroding jewelry.
“It affects how I breathe, and I also think it affects the children and the way that they function, because sometimes they’re so moody and they cannot sit and do the activities because it’s so awful,” a teacher says in the video of Praslin Bay. “And I think it’s affecting us mentally.”
Concerns about sargassum’s effects on the mental health of coastal residents and workers were noted in a September 2023 report by the 34-member Western Central Atlantic Fishery Commission. “The unpleasant odor, the deterioration of their environment, lack of access to the beaches for relaxation, uncertainty about the future, increase in physical ailments such as respiratory illness and skin rashes, and concerns about other potential health risks, among other things, will naturally affect mental health,” stated the commission, a regional fisheries body established under the United Nations’ Food and Agriculture Organization.
However, the report added that such mental health impacts are not currently being studied.
In the absence of a regional strategy, national sargassum management plans have been developed in most countries and territories in the Caribbean, including eight through grant-funded projects affiliated with the University of the West Indies in St. Lucia, Barbados, Dominica, Grenada, St. Vincent and the Grenadines, BVI, Anguilla and Montserrat.
But few have been officially adopted at the government level, and even fewer are adequately funded or closely followed.
Sargassum lines the shore in July 2023 in Anegada in the British Virgin Islands.
Photo by Freeman Rogers | The BVI Beacon
“Sometimes the small communities get left behind,” Thomas said. “Maybe not intentionally, but in small island developing states with limited resources, you have to prioritize. And perhaps other things — like building a new hospital and constructing new roads, new schools — might take precedence over developing a sargassum management plan.”
Partly as a result, sargassum responses can vary dramatically from island to island.
But in probing major influxes in six Caribbean countries and territories last year, CPI found one constant: people are suffering.
Negligible investment from polluting countries
As residents experience health and economic consequences, Caribbean leaders often complain about a shortage of money to deal with the crisis. Local funds, they note, are tied up with many competing priorities, including handling climate-related impacts like hurricanes, droughts and flooding.
They also say that the cost of the sargassum crisis should be shouldered in part by the larger countries mostly responsible for it, but that accessing international climate financing for the purpose is not easy.
A CPI review of projects funded by the Global Environment Facility and by members of the Organisation for Economic Cooperation and Development between 2000 and 2021 found out that of the hundreds of billions of dollars spent on climate change projects in the world, less than $7 million went to address sargassum-related issues. About 89% of those funds, or $6 million, were spent in the Caribbean.
But for many non-independent islands, the problem is compounded by a political status that renders them ineligible for most climate financing.
“We have no access to global funds: Resilience fund, the loss-and-damage fund,” said BVI Health and Social Development Minister Vincent Wheatley, whose home overlooks the Virgin Gorda desalination plant that was recently damaged by sargassum.
The sargassum that filled Handsome Bay, Virgin Gorda (shown above on Sept. 1, 2023) was sucked into the intake pipe of the island’s main desalination plant and caused damage that led to water shortages and cut-offs.
Photo by Anika Christopher | The BVI Beacon
At the annual UN Climate Change Conferences, he explained, overseas territories are not parties and don’t have their own seat at the negotiating table.
“We fall under the [United Kingdom],” he said. “So whatever the UK negotiates, it will pass on to us.”
Therefore, he said, the BVI and other overseas territories have been in separate negotiations with the UK.
“We banded together to petition the UK to carve out a specific fund for [its] overseas territories,” he said, adding that these discussions are ongoing and include sargassum.
A lack of funding and regional coordination has also stymied efforts to monetise the seaweed by finding a large-scale sustainable use for it.
“Even though there are so many things you can make with sargassum, the actual amount of sargassum that is used for products is still very low,” said Dr. Franziska Elmer, a sargassum researcher based in Mexico.
Sargassum plan proposed at COP28 in Dubai
The 2023 sargassum bloom in the Caribbean had mostly abated by Dec. 2, when Gustave dit Duflo, the French Biodiversity Office president, stood at a podium 8,000 miles away during a side event at the COP28 meeting in Dubai.
As dignitaries looked on, she issued a stark warning about sargassum.
“It is a very invasive and aggressive phenomenon, and through all the Caribbean it affects tourism, and all the economies of the region are based on biodiversity and tourism,” she told those gathered at the French pavilion on the sidelines of the conference. “The Caribbean has a lot of hot-spots of biodiversity. So if we don’t act, in 20 years this marine biology, including the reef, will disappear from our coast.”
Close up drone shots of floating sargassum in the coastal community of Robin’s Bay, St. Mary, Jamaica. This is one of the top three areas worst affected by sargassum every year.
She then explained the French government’s proposal to address the issue. The program, she said, has four prongs: forming an international coalition to better understand the problem and its causes; addressing sargassum in international forums like the COP of Biodiversity; acting in the framework of the Cartagena Convention; and working with the EU to support the continuation of the regional Sarg’Coop project launched during the 2019 conference in Guadeloupe.
The French government has presented the proposal as an unprecedented move at COP 28, with the aim of placing the sargassum issue on one of the high-level panels of the United Nations Conference on the Oceans to be held in Nice, France, in June 2025.
Such collaboration is essential, according to Gustave dit Duflo.
“We manage sargassum at a local level, but this is not a phenomenon of an island. It is the whole basin of the Caribbean and a part of the Atlantic,” she said. “This is why all the countries that are impacted, we need to create an international coalition to be able to find means and ways to act.”
Since COP28, the Netherlands and its overseas countries and territories decided to join the international program proposed by France alongside Costa Rica, Mexico, Dominican Republic and the Organisation of Eastern Caribbean States, Gustave dit Duflo told CPI.
A meeting will be held soon with the European Commission to define the project’s legal guidelines and financing, she said.
Also at COP 28, the EU and the government of the Dominican Republic co-organised a related panel at the Dominican Republic pavilion, where they launched an initiative to “turn sargassum into an economic opportunity” by tapping the EU-Latin America and the Caribbean Global Gateway Investment Agenda.
To succeed, such projects will need to build on work that came out of efforts like the 2019 conference in Guadeloupe — and overcome the challenges that delayed them.
Since early 2019, for instance, Météo France, the French weather service, has been operating a sargassum monitoring and detection service in the French West Indies and French Guiana. But so far, these efforts have not expanded into the regional center envisioned at the 2019 conference despite various monitoring systems launched in recent years, such as the Jamaica Early Advisory System, the regional CARICOOS tracker in Puerto Rico, and the Satellite-based Sargassum Watch System at the University of South Florida.
The Sarg’Coop program launched at the 2019 conference also planned to replicate work done in Martinique, which in 2015 had set up a hydrogen sulfide and ammonia monitoring system that was later developed into a large-scale measurement network and extended into Guadeloupe in 2018.
Under Sarg’Coop, the Martinique-based research institute Madininair was given responsibility for supporting St. Lucia, Dominica, Tobago, Cuba and Mexico in preparing similar networks. But the Covid-19 pandemic delayed progress, and only recently did the effort get back on track with work carried out in each of those countries.
Asked about the past obstacles to implementing a common international strategy, Gustave dit Duflo, also a lecturer in neuroscience at the University of the West Indies, pointed to geopolitics. As one example, she cited the May 2023 summit of the Association of Caribbean States in Guatemala. The summit discussions, she said, were largely dominated by the conflict in Ukraine as countries in the region debated the issue of supporting Russia or the United States.
Regional collaboration has also been hindered by legislative differences across borders, according to the scientist.
Guadeloupe senator Dominique Théophile made a similar observation when he was commissioned to conduct a study on sargassum management strategies in the Caribbean ahead of the 2019 conference. After several trips to St. Lucia, the Dominican Republic and Mexico, he found that the most successful area management plans were carried out by major hotel groups on a local scale.
But such strategies often could not be deployed throughout the entire Caribbean.
For instance, health and environmental laws in French and other European territories precluded a practice that is common elsewhere in the region — spreading sargassum behind beaches — because of the possibility that the seaweed could contain arsenic and other heavy metals that could affect the ocean or groundwater.
Because of such laws, Théophile explained, the French sargassum management strategy attaches heightened importance to health and environmental impacts. Often for financial reasons, other countries’ initiatives don’t address such environmental and health considerations in corresponding detail, he said.
As countries work to rectify such issues and establish an international response, time is of the essence for residents of the coastal Caribbean.
Shortly after the COP28 drew to a close, scientists at the University of South Florida estimated the sargassum floating in the tropical Atlantic Ocean at about five million metric tons, compared to a December average of about two million. By February, the mass had increased to some nine million tons — the second highest quantity ever recorded for the month.
In other words, another record-setting sargassum season could have just started.
Reporters Rafael René Díaz Torres (Centro de Periodismo Investigativo), Mariela Mejía (Diario Libre), and Hassel Fallas (La Data Cuenta) collaborated in this investigation.
This investigation is the result of a fellowship awarded by the Center for Investigative Journalism’s Training Institute and was made possible in part with the support of Open Society Foundations.
For more than 20 years, Mexican biologist María del Carmen García Rivas has led a crusade to protect the coral lining the Yucatan Peninsula in the Caribbean Sea.
As director of the Puerto Morelos Reefs National Park in México, she has advocated for reforms to reduce runoff and other pollution from coastal development.
She has spearheaded efforts to control lionfish, an exotic invasive species that has put at risk the nearly 670 species of marine fauna that inhabit the park. And since 2018, she has organized brigades to restore reefs damaged by tissue-destroying coral diseases known as white syndromes. But now, yet another threat has been keeping her awake at night: massive blooms of sargassum seaweed reaching the coast of the park.
“When the sargassum, a macroalgae that usually floats, reaches the coasts, it begins to decompose, generating an environment without oxygen that kills different organisms,” she said. “It mainly affects species that cannot move or move very little, such as some starfish, sea urchins, the sea grasses themselves, and of course corals.”
People picking up excess sargassum from the Mexican coast in the Mayan Peninsula .
Photo by Gladys Serrano | El País
Along the coast of Quintana Roo, the Mexican state where the Puerto Morelos Reefs National Park is based, the local government collected 70 tons of sargassum during 2023 alone, said Huguette Hernández Gómez, the state’s Secretary of Ecology and Environment. Added to what they collected during the last four years, the figure reaches 200 tons.
Regional problem
This story is familiar across the Caribbean. Though modest amounts of sargassum benefit marine life in the region, massive influxes arriving since 2011 have upset the ecological balance in some areas in ways that could be irreversible.
The seaweed has exacerbated existing stress on the region’s reefs, which last year faced a massive bleaching event linked also to warming waters associated with climate change. Exposure to extreme temperatures for extended periods breaks down the relationship between the corals and the algae living inside of them. Corals are left pale or white, and the lack of food from algae can lead them to die, according to the United States National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA).
Sargassum mats have also blocked sea turtle nesting sites and inundated mangroves, which serve as crucial nurseries for countless aquatic species.
Birds feed on small fish caught in seaweed mat along the South-Eastern coast of the Portmore Causeway in St. Catherine, Jamaica on May 2, 2023.
Photo by Kirk Wright | Television Jamaica
In some areas, beaches have been eroded by the seaweed and by the heavy machinery used to remove it. Many fishers complain that their catch has dwindled sharply.
But because of the magnitude of the relatively recent problem — which is affecting coastlines from West Africa to the Americas — the true extent of the environmental damage is poorly understood, according to Dr. Brian LaPointe, a biologist and sargassum expert at Florida Atlantic University.
“We haven’t gotten very far in the research to understand the causes or how to deal with it and manage and mitigate the impacts on the environment,” LaPointe said.
Second largest barrier reef
The effects that García Rivas has seen in Mexico illustrate the implications for the entire region. The park she oversees is part of the Mesoamerican Barrier Reef System, which stretches along more than 600 miles of coastline in Mexico, Belize, Guatemala and Honduras.
As the second longest barrier reef in the world — only the Great Barrier Reef in Australia is longer, at about 1,400 miles — the Mesoamerican Barrier Reef is home to some 500 species of fish and 60 species of stony corals, according to the World Wildlife Fund (WWF). It also supports the livelihoods of one to two million people in the region, the WWF states.
Sargassum invades the sea of the Mexican coast of the Mayan Peninsula.
Photo by Gladys Serrano | El País
Floating sargassum can provide a healthy habitat, but when it washes against the shore in mass quantities it often suffocates certain organisms, said James Foley, Director of Oceans for The Nature Conservancy.
“In coastal areas like Belize, the problem is further exacerbated by the fact that the sargassum also attracts a lot of marine rubbish: local garbage that runs off from the rivers that come into the Caribbean from Central America. So it ends up being a pretty toxic environment,” he said.
The sargassum also creates a barrier that blocks light and prevents organisms below it from photosynthesizing, according to Foley.
A 2021 study published in the scientific journal Climate Change Ecology, which analyzed the situation in three bays in Quintana Roo, Mexico, found that under the sargassum mats the light seepage decreased up to 73% and the water temperature could be as much as 5 degrees Celsius warmer.
Bacterial diseases
In addition, García Rivas said, bacteria carried by the sargassum may be affecting the corals as well.
“Some of the diseases suffered by the corals could be related to all the bacteria brought in by the sargassum or that arise during its decomposition,” she said. “Although it becomes an environment without oxygen, there are bacteria that may be able to survive, affecting not only the corals but also generating fish mortality.”
Such effects exacerbate existing threats to the reef, she said, noting that the worst historical damage has come from coastal development and inadequate management of sewage and other waste.
Sargassum at the Palmas del Mar marina in the municipality of Humacao in Puerto Rico, where it has arrived massively.
Photo by Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“In general, contaminated seawater does not allow corals to live properly,” she said. “It weakens them. And when they present diseases or are stressed by heat, it is easier for them to die.”
A similar scenario has played out in Jamaica, according to Dr. Camilo Trench, a marine biologist at the University of the West Indies (UWI) in Jamaica.
“The problem is that the seaweed grows fast and the corals grow slowly,” Trench said. “So if the sargassum is in the area with other macroalgae, it can overgrow the coral reef area quite quickly. So now it will not only reduce the space that the corals will have to grow: It will also reduce the settlement area of the coral nursery.”
Sargassum smothers other species too
Coral might be one of the most visible animals affected by sargassum, but is not the only one. A study published in the Marine Pollution Bulletin analyzed a massive sargassum influx that swamped the shores of the Mexican Caribbean in 2018, decomposing and turning the water cloudy. As a result, the researchers found, organisms from 78 wildlife species died. The worst affected were demersal neritic fish, which live at the bottom of shallow areas of the sea, and crustaceans.
Other scientists have raised concerns about sargassum’s effects on turtle nests. In 2017, Briggite Gavio, a professor of marine biology at the National University of Colombia, visited Cayo Serranilla, a tiny 600-by-400-meter island at the northernmost tip of the Colombian Caribbean. The island is only inhabited by military personnel and it’s a perfect place for sea turtles to nest.
But when Gavio was there as part of a scientific expedition, sargassum had formed a mat up to 40 centimeters high on the beaches. “We were able to observe that some turtle hatchlings had trouble getting past the barrier posed by the sargassum mat, and were vulnerable to predation by ghost crabs, rats and other predators,” she wrote in a 2018 paper about her observations.
Similar observations about the effects of sargassum in sea turtles have been made by scientists on other islands such as Antigua and Barbuda.
Killing mangroves too
Sargassum also appears to have a potentially lethal impact on Caribbean mangroves, an important natural barrier for extreme hurricanes.
“These are plants that live on the seashore and are tidal plants, but they depend on their aerial roots and their respiratory roots, which are underground, for oxygen,” said Trench, the biologist in Jamaica. “Now imagine a mat covering those roots and preventing oxygen from flowing through them. It can definitely cause death if it is long-term and similar to the impact of something like oil slicks on the mangrove or litter, such as solid waste.”
Sargassum has impacted areas of Jamaica where mangrove forests are located, such as in Salt River.
Photo by Kirk Wright | Television Jamaica
As with corals, mangroves sometimes end up smothered, sustaining damage themselves and putting at risk other species that depend on them.
No ‘virtuous circle’
For García Rivas, the biologist in Mexico, one fact is particularly alarming: Unlike many other problems facing the reefs she oversees, the sargassum influx has no clear solution.
“We haven’t come up with a virtuous circle as we have, for example, with lionfish,” she said. “Despite being an invasive species, [lionfish] can be fished and eaten, which mitigates the problem.”
Local government looks for solutions
Faced with this problem, last year the state of Quintana Roo created a committee of 60 experts from different areas that worked for seven months to help create what is now known as the Integral Strategy for the Management and Use of Sargassum in Quintana Roo.
The strategy covers eight areas: health; research and monitoring; knowledge management, processes and logistics; utilization; legal framework; economic instruments and cross-cutting axes. Its key advances include designating the state of Quintana Roo as the authority in charge of granting permits to researchers and companies working to turn sargassum into a product.
“The state government is the one that gives all the permits for issues ranging from transportation, collection to final destination. With that we avoid that companies are going around in circles between whether to ask the federal or municipal government where to acquire the permits,” said Hernández Gómez, the ecology and environment secretary.
The response is costly. Last year, she said, the Secretariat of the Navy was assigned about $3 million to collect sargassum at sea using its ships and anchorage barriers, while the Federal Maritime Terrestrial Zone was assigned about $7 million more to collect it from beaches. In Quintana Roo, through the Secretariat headed by Hernandez Gómez, another $1.7 million is coming in to address the problem.
“And this year that investment will be maintained,” she said.
This investigation is the result of a fellowship awarded by the Center for Investigative Journalism’s Training Institute and was made possible in part with the support of Open Society Foundations.
Biofuel. Bricks. Paper. Beauty products. A carbon capture system.
Many Caribbean entrepreneurs see an unprecedented economic opportunity in the sargassum that has regularly swamped the region since 2011.
But despite their enthusiastic pitches — and widespread consensus that the only realistic solution to the crisis is monetizing the seaweed — no consistent large-scale use for it has been found.
“Even though there are so many things you can make with sargassum, the actual amount of sargassum that is used for products is still very low,” said Dr. Franziska Elmer, a Mexico-based scientific project manager for the United Kingdom-headquartered carbon solutions company Seafields.
As a result, sargassum is usually handled as waste, with annual costs for clean-up and disposal estimated by researchers in the region to be as high as $210 million in the Caribbean.
Companies like Seafields hope to change that. In recent years, entrepreneurs and researchers have doggedly sought the secret to turning sargassum into “brown gold”, as professor Mona Webber, from the Mona Campus of the University of the West Indies in Jamaica, likes to call the seaweed.
The United Kingdom-based company Seafields is working to build aquatic farms that store sargassum in enclosed paddocks like the one shown above in St. Vincent and the Grenadines last year.
Photo courtesy of Seafields
But daunting challenges remain to finding a profitable business that will make a sizable dent in the millions of tons of sargassum that wash up on the region’s shorelines each year.
Entrepreneurs who spoke to the Puerto Rico Centro de Periodismo Investigativo described operating in a largely unregulated environment where information is patchy and funding is hard to find.
Benjamin Jelen is a Research and Development Director at C-Combinator located in Cataño, Puerto Rico, where they study the potential use of sargassum-derived products.
Photo by Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“Most of the regulations are focused on managing the pickup, and there’s not much regulations on products. And that makes it difficult to make products,” said Elmer, the Seafields researcher.
The work of C-Combinator is mostly made with Mexican sargassum, but company executives say they have the infrastructure to work with the seaweed that accumulates on the coasts of Puerto Rico.
Photo by Xavier García | Centro de Periodismo Investigativo
“You may start making your product, and then half a year later, they say, ‘Oh, now there’s a new regulation,’” she added.
Without more stability, many entrepreneurs have struggled to obtain even small grants, much less the large investments they need to scale up, according to a 2021 study led by Dr. Hazel Oxenford, a biologist at the Centre for Resource Management and Environmental Studies (CERMES) at the University of the West Indies in Barbados.
“Addressing [the sargassum] issue solely as a hazard has proven extremely costly, and attention is slowly turning towards the potential opportunities for sargassum reuse and valorization,” they wrote in the journal Phycology, dedicated to the study of algae. “However, turning the ‘sargassum crisis into gold’ is not easy.”
The researchers grouped the constraints facing sargassum entrepreneurs and researchers into five categories: an unpredictable supply; issues associated with the seaweed’s chemical composition; harvest, transport and storage; governance; and funding.
Three years later, Elmer and other researchers and entrepreneurs across the region say they still grapple with such obstacles.
Heavy metals
But despite these challenges, they continue working to find solutions. One popular early idea was using sargassum for fertilizer or animal feed. But some entrepreneurs have pulled back from this approach after research found a high content of arsenic in the seaweed and recommended against using it for nutritional purposes.
Among them was Daviean Morrison in Jamaica. Morrison first launched his company Awganic Inputs with the hope of producing organic goat feed, but he later abandoned that idea and began researching the possibility of producing charcoal, which is widely used by farmers in many rural parts of the island.
Daviean Morrison launched his company Awganic Inputs in Jamaica with the hope of producing organic goat feed with sargassum.
Photo courtesy of Awganic Inputs
But he struggled to find sufficient funding to collect enough sargassum.
“Even if we look at the collaboration with the NGO and the civic groups, who are supposed to move it for free, it’s a $15,000 [US$96]-per-trip charge for a truck, and the most we remove there is about three tons,” he said.
After the Covid-19 outbreak slowed the charcoal business — and 2023 brought less sargassum than 2022 to Jamaica — Morrison put the plan on hold.
He now operates a wireless internet business in rural communities, saving his profits to fund the anticipated relaunch of his charcoal endeavours when funding allows.
Daveian Morrison filling up water drums for his first prototype sargassum goat feed mill project.
Photo courtesy of Awganic Inputs
Related research efforts in Jamaica have run into similar problems.
Contracted by the government in 2018, the University of the West Indies’ Natural Products Institute (NPI) probed sargassum’s potential in biofuel and food additives, as well as carrying out “very preliminary assessments of the effect of sargassum extracts on [prostate and breast] cancer cells,” according to Webber, who is also the director of the university’s Centre for Marine Sciences.
But the effort proved costly, and investors were hard to find, Webber said.
Ultimately, the work stalled after the discovery of arsenic and other harmful chemicals in sargassum, according to the scientist.
Currently, she explained, scientists do not have any feasible method of extracting such chemicals, though the UWI team hopes to obtain funding for the purpose in the future.
“No one at UWI is currently doing research on uses of sargassum,” Webber added.
Capturing carbon
Eventually, product creators in need of a consistent sargassum supply may get a helping hand from Seafields.
The UK-headquartered company — which also has research operations in Mexico and St. Vincent and the Grenadines — hopes to create a series of sargassum farms in the southern Atlantic Ocean with a total area about the size of Portugal. After extracting nutrients and other useful elements from the seaweed collected at the farms, the company would bale and sink the rest in order to capture carbon and sell credits on the carbon market.
Backed by investors and a $310,000 grant from Innovate UK, the company hopes the system would also help ensure a consistent supply of the seaweed year-round.
But the venture is not easy, according to Elmer, who is currently based in Mexico.
Though Seafields hopes to expand its collection system to other islands, she noted a lack of data on sargassum blooms in different areas.
“If you don’t have the data, you first have to spend several months or a season to actually monitor and look at the place before you can make really big investments,” she said.
The nature of the seaweed itself also presents challenges, according to the marine biologist.
“The main one is that the sargassum has to be quite fresh,” she said. “A lot of sargassum arrives on the beach. You may not be able to use it all or even pick it all up until it gets rotten and starts to decompose. The other hurdle is that you never know how much you get each day. Like, it’s up and down.”
A lack of consistent legislation and policy coordination across the region raises other obstacles, she said.
A Caribbean-wide regulatory framework, she added, would help entrepreneurs scale up their products. “Because then if you start a solution, you could bring it to other islands,” she said.
Mexico, brick by brick
In Mexico, Omar Vázquez Sanchez has been turning heads since 2018, when he created bricks out of sargassum.
He markets his Sargablocks as a housing solution, particularly for poor families. Vazquez Sanchez explained that the project was born out of desperation, after he lost a three-month government contract to clear sargassum from the beach. He drew on childhood memories of his grandparents’ adobe house and decided to make his own.
Since 2018, Omar Vázquez Sanchez has been creating sargassum-based building blocks in Mexico where he created the company Sargabloks.
Photo by Bris Landaverde | Sargabloks
Vazquez Sanchez said he started selling Sargablocks last year. Although he declined to disclose his profits, he said he has been earning enough to pay his bills and support nine employees.
“With Sargablock, they have probably built about 40 or 50 houses,” he said.
The blocks that Sargablok manufactures with sargassum seek to help in the construction of homes for families with limited resources in Mexico.
Photo by Bris Landaverde | Sargabloks
However, he has struggled to scale up without support from the Mexican government or private partners, who he said are reluctant to invest in part because of his insistence on donating three percent of profits to charity.
“If it had been invented in Germany, trust me, all the Mexicans would … be building with Sargablock,” he said. “But it’s a Mexican product.”
Now, he is looking abroad. He hopes to franchise his business and create partnerships with interested countries, opening a Sargablock factory in Colombia and securing deals with Belize and Dominican Republic before moving forward to Guadeloupe, Martinique and Puerto Rico, he said.
But in order to expand in this manner, he must purchase larger machinery that can make at least double the 2,000 bricks per day he said he is currently able to produce.
According to Omar Vázquez Sanchez, the intention of Sargablock is to distribute it to countries such as Colombia, Belize, Dominican Republic, Guadeloupe, Martinique and Puerto Rico.
Photo by Bris Landaverde | Sargabloks
Rum and Sargassum
In Barbados, researchers at the University of the West Indies are working to develop biofuel using sargassum and the waste water from rum distilleries.
She, too, is seeking funding.
“This is a new fuel that we’re putting in old technology to get fossil-free transport, and so it’ll take some investment to get to the point of customers actually buying from us,” Henry said in a video posted last June by CERMES.
She hopes to have methane-powered vehicles on the streets of Barbados by January 2026.
“Until then, we’re setting up this sort of demonstration gas station, which we’ll use to continue to gather data to understand the solution, but we’re very sure that it works,” she said. She noted that the student researchers went into this experiment with only stipends from the Inter-American Development Bank, and once they started to see results from the biogas tests, the IDB requested a technical paper on their findings, which was published in April 2021.
Also in Barbados, entrepreneur Joshua Forte has worked with the UWI Cave Hill Campus to create a plant supplement using sargassum.
Now, he sells the product through his company Red Diamond Compost Incorporated, and said it performs better than a popular synthetic fertilizer he tested it against.
“Even by cutting the synthetic fertilizer by half and adding our super seaweed bio-stimulant to it, it still had even greater results,” he said.
When he started the project about eight years ago, he said, he felt like “the only person out there looking to do something” with the seaweed. Today, he has plenty of competition, and he has not yet been able to find investment to expand into bio-fungicide production as he had initially planned.
But he has high hopes for the future.
Looks good on paper
Other sargassum solutions range widely.
At the National University of Colombia in Bogotá, marine biologist Briggite Gavio and her student Diego Aguilera have been using the seaweed to make paper.
The effort is part of a larger project on risk reduction and economic alternatives in the Colombian archipelago of San Andrés, Providencia and Santa Catalina.
Universidad Nacional de Colombia professor Briggite Gavio, together with student Diego Aguilera. Both are working to generate paper from sargassum.
Photo by Camila Alzate | El País
The paper-making process is labour intensive. Once a collection permit is obtained, Gavio removes the seaweed by hand from beaches on the island of San Andrés. Sand is then sifted out before the algae is sun-dried and transported to Bogotá in coolers. There, it is washed, dried, ground and mixed with coconut husks, water and other ingredients.
After this mixture is chemically processed, it is pressed and left to dry for about a week.
Currently, the research team is working on refining the process in hopes of producing a better quality paper.
This is how sargassum, brought from San Andres, is dried to become raw material for paper.
Photo by Camila Alzate | El País
But there are many challenges. Last year, for instance, a large sargassum influx predicted early in the year never came.
“Precisely when I need sargassum is when it doesn’t arrive,” Gavio said. Nevertheless, she hopes that their efforts will eventually provide the islands with sustainable solutions to a major problem that has threatened their tourism industry and other aspects of life.
“The only one working on it is me,” she said, adding, “Right now, the treatment when it arrives is to dump it in a landfill, but it is not a long-term solution.”
Solutions
The Oxenford study offered dozens of recommendation for lifting the obstacles blocking sargassum entrepreneurs: improving forecasting systems; using government subsidies to facilitate marketing; improving harvesting and transportation systems; developing safety standards; devising better storage methods and other ways to ensure a steady supply; encouraging “sargassum industrial parks,” and many others.
But none of these steps, the researchers noted, will work if taken in isolation.
“It is recommended that the solutions and actions proposed are integrated into a regional strategy and action plan that promotes valorization as an economic opportunity and as a means of alleviating influx impacts,” they wrote.
Otherwise, the researchers predicted a bleak future.
“The evidence suggests that although efforts to explore opportunities in the Caribbean are well underway, sargassum influxes will remain more of a hazard than a benefit unless current constraints are adequately addressed,” they stated.
This investigation is the result of a fellowship awarded by the Center for Investigative Journalism’s Training Institute and was made possible in part with the support of Open Society Foundations.